Una semana la primera de junio con el denominador común de la Honestidad: en las mejores prácticas del XIV Foro de Universidades en Valencia (la Universidad se mueve, o al menos algunas lo hacen desde el entusiasmo y el rigor), en l@s CEOs reconocidos en los Premios DUX (un honor formar parte del jurado y disfrutar de la Gala), en el Master de Deusto e ICADE para jóvenes líderes de Deloitte (las Big Four se están transformando), en los procesos de coaching estratégico presencial y virtual… La honestidad, o la falta de ella, marca nuestro tiempo. Por cierto, si te preguntas si hay diferencia entre honestidad o autenticidad, por pequeña que sea, no hace falta que acudas a ChatGPT: la honestidad es veracidad: decir la verdad; la autenticidad es expresar con precisión y coherencia nuestros valores y nuestro talento.
He estado leyendo ‘El respeto o la mirada atenta. Una ética para la era de la ciencia y la tecnología’ (2006), del profesor Josep María Esquirol (Universidad de Barcelona). Una interesante reflexión sobre la ética del respeto y la particular mirada hacia el otro de donde parte.
¿Cuál es el sentido de la ética del respeto? “Lo esencial del respeto viene dado por la mirada”. Se da en expresiones cotidianas (actitud respetuosa, persona respetuosa) pero no es fácil definirlo. La mirada atenta es la mirada ética. No hay sociedad sin respeto. “Lo que nos salva es la mirada” (Simone Weil).
El autor contrapone la ética del respeto a la óptica tecnocientífica. Un poder inédito, un sistema supuestamente neutro, un lenguaje propio: existencias, recursos, disponibilidad, acumulación, depósito, almacén, consumo… Una visión predominante y peligrosa.
El profesor Esquirol analiza el respeto como “movimiento”, una aproximación que se mantiene a distancia. “Respetar al otro es asumir mi propia finitud”. Hemos de “aprender a mirar para poder ver”. La atención es una actividad y un estado. Es una tensión flexible, como un arco flechero. “La atención debe ser firme, pero suave”.
En esta “sociedad del espectáculo”, conviene que distingamos entre atención, admiración y asombro. “Admiramos demasiado y nos asombramos viendo cosas que son poco o nada dignas de consideración” (Descartes). Existe “admirarse de” (asombro, sorpresa, maravilla) y “admirar a” (reconocimiento, excelencia), “asombrarse por” (ante algo) y “asombrarse de” (un hecho). La atención parte de la pregunta (“preguntar es un arte”) y concluye con un examen. De ahí la espiral atención, asombro, pregunta y examen, cuyo segunda clave es el diálogo (que exige capacidad para escuchar).
En la moralidad de la atención y del respeto, hemos de partir del predominio de la atención sobre la elección, de la salida del egoísmo (“el perfecto egoísta no respeta a nada ni a nadie”) como enemigo de la excelencia moral. “Gracias a la atención, notamos lo valioso, lo bueno y lo bello de este mundo”. “La indiferencia, la burla y la violencia están en las antípodas del respeto”.
Dignidad: ser digno de respeto. Josep Mª la conecta con la fragilidad (que casi siempre acompaña a lo humano), con la cosmicidad (ordenación del universo, la armonía natural) y con lo secreto (“la normalidad es la enfermedad de nuestro siglo”, Adorno). En el respeto hay movimiento y profundidad.
Finalmente, la humildad, “una posición desde donde las cosas (y las personas) se ven en su grandeza”. Sus antónimos son la arrogancia, el orgullo, la vanidad y la soberbia. Hans Jonas habla de “una nueva humildad”, que no parte de la insignificancia sino que se asocia a la moderación, austeridad y continencia.. Una humildad en objetivos, expectativas y modo de vida.
Tenemos una enorme oportunidad en la ética del respeto viviendo en esta era de ciencia y tecnología. “Y es el tranquilo curso de la vida,/ como el crecer de las encinas, lento,/ lento y seguro” (Unamuno).
Libro importante. Vida del respeto y respeto de la vida. Gracias, profesor Esquirol.
‘Respect’ de Aretha Franklin (1967), me parece la más apropiada hoy.
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