Tras la estupenda jornada ayer en Asturias, aprendiendo juntos la implantación del nuevo plan estratégico con el tándem de la Alta Dirección de una de las empresas más interesantes del Principado y almorzando en la mítica Casa Fermín, donde no hay que “perdonar” la fabadina ni en un caluroso verano (desde 1924, cuatro generaciones dando lo mejor de la gastronomía asturiana)
hoy con el equipo directivo de una empresa inmobiliaria en el Barrio de Salamanca. En ambos casos les he recordado a l@s ejecutiv@s de estas organizaciones que conviene descansar, y mucho, en los próximos 30 días, porque la crisis que comienza oficialmente en septiembre de 2022 es de una naturaleza especial. La “Fu-Turista” Diana Orero ha acuñado el término “estanpecuflación”, a petición de un servidor, a esta nueva crisis económica que aúna estanflación y burbuja especulativa. Una crisis con las siguientes características:
- Tras la caída del PIB en 2020 más del 10% como consecuencia del “cerrojazo” de la pandemia, la economía no va a recuperarse hasta diciembre de 2023, en el mejor escenario, o 2025, en el más probable. Esto significa que, en cada sector, las empresas más ágiles ganarán cuota muy rápidamente y las “idiotas” (con todo respeto, en el sentido de que son incapaces de aprender, se justifican complacientemente y se autoengañan) desaparecerán. La crisis sistémica como profunda oportunidad.
- La inflación de más de dos dígitos (que no es “provisional”, como aseguran ciertos políticos ingenuos, porque genera expectativas al alza de los precios en materias primas, productos elaborados y servicios) determina que la eficiencia es más importante que nunca. No olvidemos que la mayor fuente de eficiencia es el orgullo de pertenencia de los profesionales en la empresa.
- La burbuja especulativa (dinero disponible en el mercado, con tipos de interés creciendo y prima de riesgo) provoca que las entidades financieras traten de “prestar” dinero a los que ya lo tienen, porque no han sabido, esencialmente, transformar su modelo de negocio. Las personas y empresas con disponible cuentan con una ventaja mayor que antes de esta crisis.
- Esta crisis no se puede resolver, como la de 2008, con “deflación social” (bajando salarios en términos reales) porque la tecnología, la globalización y el desencanto (la “gran desbandada”) generan que el mayor desabastecimiento es invisible: es la penuria del talento, una escasez como no habíamos visto antes. Quien pierda a sus profesionales con talento (básicamente, porque les “quema”) tendrá que cerrar el chiringuito.
- Por ello, sólo las empresas bien lideradas se mantendrán y triunfarán. Las empresas “de buen patrón” (por la película de León de Aranoa) viven de prestado y les queda muy poco, por muchas prácticas oligopolísticas que traten de mantener.
- El Liderazgo de vanguardia, el de los nuevos tiempos, no es el de “un jefe con habilidades directivas”. Va mucho más allá. Es un liderazgo inspirador, integrador, imaginativo e intuitivo a todos los niveles de la empresa. Una cultura corporativa de “líderes coaches”, que fomenta de verdad la curiosidad para la innovación. Un Liderazgo que se mide en serio para desarrollarse exponencialmente.
- Más allá de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, en los próximos tres años se llevarán el gato al agua las empresas que se decidan a implantar los criterios ESG, evitando -y publicitando- las “huellas negativas” medioambientales y de gobernanza, destacando en las cinco “huellas positivas” de su comportamiento social: empleo digno y sostenible, aprendizaje y desarrollo colectivo, diversidad, equidad e inclusión, bienestar y equilibrio, compromiso social. Sin ESG no hay futuro.
Son tiempos de Resiliencia Corporativa. Siguiendo las pautas de Santi Garcia (Future for Work) en su último libro, que he comentado recientemente en este Blog, a las empresas (pequeñas, medianas o grandes) nos toca trabajar de septiembre a diciembre de 2022 cinco ejes culturales para desarrollar su capacidad de “aguante” frente a la crisis, o mejor su “antifragilidad” (Nassim Nicholas Taleb), para salir de verdad fortalecidas:
- La Visión (Visión, Misión, Valores, Propósito) más allá de la planificación fría y aburrida. Las empresas que no caminen hacia donde quieren ir (porque no lo sepan o no se lo tomen en serio, ni en los “para qués”, ni en los “qués” ni en los “cómos”) no llegarán a la meta, por puro sentido común.
- El criterio, más allá de la burocracia. El ideal weberiano y taylorista mata a las organizaciones. La digitalización bien empleada hace más eficientes los procesos y convierte los datos en información relevante; sin embargo, el criterio (del información al conocimiento) es plenamente humano. Necesitamos “mandos intermedios” (horrible término que evoca a capataces en un sistema piramidal) que remen a favor de la transformación cultural y no en contra. Y directiv@s que deleguen más y mejor, que doten de mayor autonomía en la toma de decisiones. Ante la tentación de “centralizar” por la crisis, todo lo contrario.
- Más conexiones y menos jerarquía. Es la red, no el poder formal del cargo. Se trata de generar vínculos poderosos (con los profesionales, con los clientes) favoreciendo la confianza y el compromiso, que están en general bajo mínimos. Tiempo de calidad para estar juntos.
- Humanidad, Humildad, Honestidad y sentido del Humor (actualizando las 3 H de Kets de Vries). La Humildad es aprender más rápidamente que nunca, la Humanidad tratar a las personas con dignidad y respeto, la Honestidad el verdadero “imán” de talento (autenticidad en el propósito, en los comportamientos cotidianos, en el cumplimiento de las promesas, en el logro de resultados), el sentido del Humor como predictor de la autoestima y la autoconfianza (y por tanto, del talento comercial).
- Del talento individual al colectivo, al equipo. Los equipos (grupos humanos que suman, que generan sinergias) no se improvisan; se diseñan, desde la visión compartida al “team learning”. Comité de Dirección, Equipos de proceso, proyectos, etc. El individualismo (el ego, el narcisismo) tiene un coste inasumible, merma la productividad hasta niveles letales. El “espíritu de equipo” es una condición indispensable para la supervivencia de la empresa.
Cuando sabemos lo que tenemos que hacer, como es el caso para afrontar la “estanpecuflación”, no hacerlo supone falta de coraje, de valentía. Soy muy consciente de que muchas empresas “morirán al palo”, repitiendo pautas que no funcionan. Por ello, la esperanza de vida corporativa sigue cayendo a niveles dramáticos. La hoja de ruta está marcada y el camino, por hacer.
En recuerdo de la jornada asturiana de ayer, te propongo una canción asturiana de Víctor Manuel, ‘Quiero abrazarte tanto’. “Y con la puerta abierta, de par en par”.
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