Comida con amigos en La Paella Real, y preparación de sesiones de coaching y propuestas para el comienzo de la temporada. Queda una semana y la actividad no ha descendido todavía, lo que es muy de agradecer.
He estado leyendo un estupendo libro, ‘EL COSTE DE LA DESIGUALDAD. Lecciones y advertencias de América Latina para el mundo’, del profesor Diego Sánchez Ancoechea, catedrático de Economía Política de la Universidad de Oxford y consultor de la CEPAL, OIT y el Banco Mundial.
Desgraciadamente, Latinoamérica (un servidor prefiere el término “Iberoamérica”, porque nunca se ha creído la engañifa de Napoleón III en México) es el continente de la desigualdad. En un mundo donde los ricos cada vez son más ricos y los pobres, más pobres, Iberoamérica sigue creciendo en desigualdad. Desde 1980 a la actualidad, el 1% más rico ha pasado del 11% al 20% de la riqueza (dos tercios de todo el crecimiento). Jacob Hacker y Paul Pierson han mostrado las nefastas consecuencias de ello en los EE UU.
“Nada de todo esto nos resulta sorprendente a aquellos que estudiamos América Latina”. Según el índice de (Gabriel) Palma, por el nombre del economista chileno, la proporción entre el 1% más rico y el 40% más pobre, que en el mundo es 1:1, en Iberoamérica es 2’75:1 (y creciendo). Especialmente alto en Colombia y Brasil, donde el 1% más rico controla el 30% de la riqueza del país.
¿Ha sido siempre América Latina la región más desigual del mundo? Según Branko Milanovic, uno de los mayores expertos en desigualdad, así es. El índice de Gini (popular medida de desigualdad) es cinco puntos mayor en Iberoamérica que en el resto de países en desarrollo. Argentina y Uruguay están mejor; Brasil, Honduras, Colombia, Panamá y Guatemala, los peores. Probablemente, procede de la época colonial; el resto del mundo (incluyendo los países ricos) se están “contagiando” de estos niveles de desigualdad.
- Los costes económicos de la desigualdad: bajo crecimiento del PIB respecto al resto del mundo, pocos impuestos (se encargan los ricos de no pagar), endeudamiento de los países. Educación de baja calidad (probablemente, el problema más grave de nuestro tiempo, porque el talento es “la nueva riqueza de las naciones”), como demuestran los informes PISA. La desigualdad limita las posibilidades de crear una economía dinámica, de emprendedores/as. Dificultad para cobrar impuestos a las élites, crisis financieras (como la de México de 1982, la “década perdida”): alta inflación y estancamiento. Contagio al resto del planeta: “En pocas décadas, muchos países del mundo se verán atrapados en este círculo vicioso de alta desigualdad y escaso crecimiento dinámico que ha afectado a América Latina en más de un siglo”. Nos vemos en septiembre.
- Los costes políticos de la desigualdad. El profesor Sánchez Ancoechea pone como ejemplo el peronismo en Argentina (relación entre el líder carismático y el pueblo). Las élites iberoamericanas han vivido una “incómoda coexistencia” con las democracias: golpes de Estado, regímenes de Seguridad Social muy limitados, populismo (Brasil, Venezuela, Argentina, Nicaragua, etc). “Entre 1950 y 1990, América Latina fue responsable de los cambios de regímenes políticos del mundo”. Una región de “Estados fallidos”. En 1977 sólo había tres democracias; en 2000, todas menos Cuba. Los casos de Venezuela (con Hugo Chávez y Nicolás Maduro) o Brasil (con Lula, con Bolsonaro) muestran cómo está la región. Estos populismos anticipan los de países como EE UU con Trump, Hungría, Polonia, Filipinas, etc.
- Los costes sociales de la desigualdad: Iberoamérica es la región más violenta del mundo (cada hora mueren violentamente 18 personas en la región; 426 muertos por cada 100.000 habitantes, el cuádruple que en el resto del mundo). Jóvenes con carencia de perspectiva de futuro. Políticas de mano dura (en lugar de invertir en educación). Desconfianza mutua y en las instituciones. Corrupción y baja calidad de los servicios públicos. Racismo y discriminación. También de estos males el resto del mundo se está contagiando. “La Sanidad, que aún es una institución muy sólida, se deteriorará”.
- Lecciones positivas, como las de Monseñor Óscar Romero y la “Teología de la Liberación”, Raúl Prebitsch y la CEPAL, ciertos movimientos sociales, las transferencias monetarias condicionadas… Iberoamérica es un laboratorio de ideas.
- ¿Y ahora qué? Para combatir la desigualdad, en Iberoamérica y en todo el mundo, las recomendaciones de política pública (fiscal, de inversiones) es la parte fácil. La redistribución del poder en los mercados clave (promoción de la competencia, mayor dignidad salarial), la creación de más y mejores empleos, la transformación de los mercados financieros, la Renta Básica Universal… es más complicado. ¿Por dónde empezar? Por el mercado laboral. Es esencial contar con calidad democrática y movilización social.
- En conclusión, “reconocer que una mejor distribución de ingresos, oportunidades y riqueza puede beneficiar a todos podría ser el primero y más importante paso hacia la construcción de una sociedad más humana en América Latina y en el resto del mundo”.
Gran libro, basado en datos y en reflexiones valiosas, que ayuda mucho a pensar y actuar. Mi gratitud y enhorabuena a Diego Sánchez Ancoechea.
¿En qué momento de la Historia desligamos de la “trilogía revolucionaria” (Libertad, Equidad, Solidaridad) la libertad de la igualdad de oportunidades y equidad de tratamiento y de la generosidad/humanidad/solidaridad con los menos favorecidos? Esto es “hacernos trampas en el solitario”: los resultados, en términos de costes económicos, políticos y sociales, son contundentes.
Hay esperanza para la política, desde la Autenticidad. Creo que hay esperanza también desde la gestión, desde las organizaciones, desde la llamada “sociedad civil”. El aumento de la desigualdad, en Iberoamérica, en España, en todo el planeta, no nos conviene a nadie, ni siquiera a ese 1% de ricos que debe vivir en guetos para “protegerse”.
‘Se fue’, Laura Pausini con Marc Anthony.
La entrada La libertad, y el coste de la desigualdad se publicó primero en HABLEMOS DE TALENTO.