Jornada en Albacete, para participar en la clausura del curso académico 2019/2020 de la Escuela de Negocios FEDA con una ponencia sobre ‘El camino de la Felicidad en la vida y en el trabajo’ con mi buen amigo Fabián Villena. Me encanta esta ciudad tan divertida y desconocida, en la que conservo grandes amistades. Mi gratitud a todas ellas.
‘Contra la creatividad. Capitalismo y domesticación del talento’ es el nuevo libro de Oli Mould, profesor de Geografía Humana de la Universidad de Londres. Su tesis es radical: la creatividad es una excusa retórica para que los gobiernos neoliberales impongan una austeridad fiscal represiva.
El profesor Mould considera que la creatividad ha sido y sigue siendo una fuerza de cambio en el mundo, y la define como “el poder de crear algo a partir de la nada”. Sin embargo, denuncia un sistema que provoca “homeless” (personas sin techo) y por tanto precariedad, desigualdad masiva, epidemias sanitarias, desempleo y nos dice que hemos de ser “creativos” para prosperar. La promesa de la Ilustración (Hobbes, Locke, Rousseau) se ha desvanecido a partir de las desregulaciones de Reagan y Thatcher, la aplastante victoria de Tony Blair (1997), la creación del DMCS (Ministerio de Cultura, Medios de Comunicación y Deporte) y la mercantilización de la creatividad (pone como ejemplo un anuncio de Pepsi de 1997: “únete a la conversación“: la protesta social convertida en publicidad).
Según Oli Mould, el capitalismo se apropia de la creatividad para su propio crecimiento. Y lo hace calificando:
- el trabajo como creatividad incesante. Se disuelve el “valor de uso” de las distintas formas de trabajo. El autor menciona el concepto de “clase creativa” de Richard Florida (con el que tuve el placer de tratar en Valencia), de la que forman parte 41 M de personas en EE UU. En su nuevo libro La crisis urbana (2017), Florida cree que se trata de una esperanza malograda, por la individualización (resulta muy difícil distinguir entre el trabajo, el descanso y el juego), la precariedad (como puede observarse en el sector universitario) y lo antisocial (como ejemplo, el Sistema Nacional de Salud británico, NHS).
- las personas como creatividad marginal. Partiendo de El acto de la creación de Arthur Koestler (1964) y de Originales de Adam Grant (2016), que considera que el contexto es irrelevante, nos habla de la “Difcapacidad” (capacidades diferentes) y de la normalización. Chris Downey, el arquitecto ciego, cree que hay dos tipos de personas: con discapacidades y que todavía no han descubierto las suyas.
- la política como creatividad austera. El DMCS y los formatos televisivos como La Voz o Factor X, la telerrealidad que nos trajo al presidente Donald Trump, el profético libro de Ervin Goffman (La presentación de la persona en la vida cotidiana, 1956): politiquería creativa populista del siglo XXI. Con la crisis financiera de 2008 la creatividad ha ido a la baja (y no digamos TCV, Tras el CoronaVirus). “La austeridad ha turboalimentado la desigualdad”. Richard Florida habla de los “squelchers” (aplastadores) de la creatividad. La creatividad no debería ser apolítica.
- la tecnología como creatividad algorítmica. Ellen Ullman publicó en 1997 Cerca de la máquina, sobre la creación del Silicon Valley: el código frente al desorden de las relaciones humanas, mentalidad de “hacker”, el “aprendizaje automático”, la economía colaborativa, la economía colaborativa (Uber) y la creatividad agnóstica.
- la ciudad como creatividad concreta (o “de hormigón”, la otra acepción de “concrete”), con los ejemplos del “Municipio londinense de la cultura” (2017), Wynwood (pequeño distrito de Miami) como ciudad creativa, el lavado artístico (“artwashing”) de Toronto analizado por Heather McLean. Ejemplos de resistencia creativa en South Bank (Londres) con el monopatinaje (2015).
“La mayor mentira del capitalismo consiste en hacernos creer que el terreno que pretende estabilizar y explotar es estéril y desprovisto de vida. En el trabajo, en las personas, en la política, en la tecnología y en la ciudad, la creatividad se proclama como la fuerza que transformará el mundo para mejor. No creamos esa mentira” (Oli Mould).
Un libro que da mucho que pensar. ¿Hay esperanza? Creo firmemente que sí. Pero no en el capitalismo, sino en el talentismo, con el talento como motor de transformación.
La creatividad es más importante que nunca, porque además no puede ser “digitalizada” (Carl Benedikt Frey y Michael A. Osborne, El futuro del empleo, 17 de septiembre de 2013). Es subyacente a las cinco tendencias del #FutureOfWork (¿o ya presente), que como sabes son:
- Imán de Talento: atraen las empresas que favorecen la creatividad. El Propósito (desarrollar juntos la creatividad para mejorar el mundo) como gran “magnet” frente al agobio de la creatividad incensante.
- Experiencia de Talento. La creatividad como gran motivador (autonomía, maestría) de la experiencia frente a la creatividad marginal del trabajador como mercadería.
- Revolución de las competencias. Aprendizaje constante a través de la creatividad frente al “supuestamente automático” de la tecnología como creatividad logarítmica“.
- Ecosisistema híbrido de Talento. La diversidad enriquece la creatividad frente a un concepto urbano de creatividad de hormigón.
- Liderazgo Digital. Influencia honesta, firmeza compasiva para hacer lo correcto, frente a la política como creatividad austera.
O empresas TTC (TecnoTalentoCéntricas) o empresas desparecidas. Es la nueva lógica del Talentismo. O empresas con virtudes (‘Organizaciones n 5’ las llama Loles Sala) o cinismo nada competitivo.
Mi gratitud al profesor Oli Mould por estas reflexiones tan elocuentes. No está el mañana, ni el ayer, escrito (Antonio Machado, el dios ibero).
Te animo a leer ‘El aprendizaje de la creatividad’ de José Antonio y Eva Marina, y a escuchar ‘Don’t Hug me I’m Scared’ (No me abraces que estoy asustada) sobre la Creatividad.
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