Hoy es el día del trabajo que, como he comentado otros años en este Blog, en realidad es el DÍA DEL EMPLEO. Porque “trabajo” proviene de “tripalium”, instrumento de tortura (de tres palos) en el Imperio Romano. El trabajo es la tortura que han sufrido a lo largo de la historia los esclavos, los siervos, los proletarios, etc.
“Empleo” proviene de “implicare”, implicar tu talento. Lo realiza, desde siempre, la clase creativa. La digitalización arrasa para siempre el trabajo; la tecnología es un trampolín para el empleo, para el talento.
Me gustaría dar un paso más allá. Este es un “día del empleo”, primero de mayo, peculiar. No sólo porque no lo podemos celebrar fuera de casa por el confinamiento (mi recomendación ayer a vari@s amig@s fue: “déjate de teletrabajo y de videollamadas los próximos tres días”), sino porque vamos a 6-9 millones de desempleados en España si no lo remediamos juntos.
Conoces bien las cinco tendencias del Futuro del Empleo: imán de talento, revolución de las competencias, ecosistema híbrido de talento, experiencia de talento y líder digital. ¿Cuál sería, a sensu contrario, el empleo sin futuro? No depende tanto de tu profesión sino de tu falta de talento.
- Un empleado irrelevante. “Sé tan bueno que no puedan ignorarte”, nos recomienda Steve Martin. Si no eres percibid@ como únic@, como atractiv@ en términos laborales, te estás quedando en la cuneta. Si eres un@ más, serás un@ menos (Andrés Pérez Ortega). ¿Con cuántas personas del programa “first dates” te gustaría salir a cenar, no digamos tener una cita? ¿Con muy pocas?
- Un empleado ignorante. Son tiempos de “Learnability”, en los que se valora sobre todo nuestra capacidad de aprender. Sin embargo, en un país como el nuestro en el que batimos récord de “Ni-nis” (jóvenes que ni estudian ni trabajan), en el que el fracaso escolar campa por sus anchas, muchas personas no aprovechan el aprendizaje ni en estos tiempos de confinamiento obligado. “Idiota” proviene del griego “idiotés”, aquella persona que sólo se ocupaba (“tés”, agente) de lo suyo (“idio”, propio). En latín, el mismo vocablo se aplicó al ignorante, a quien no aprendía. Sin más.
- Un empleado individualista. La diversidad enriquece. Sin embargo, no faltan empleados tan carentes de empatía, con tan poco espíritu de equipo, que no pueden integrarse en colectivos con personas diferentes en género, edades, procedencia, etc. La falta de colaboración destruye al equipo; los equipos acaban expulsando a los individualistas, “por listillos”.
- Un empleado sufridor. Una buena experiencia de talento genera confianza mutua y compromiso con el proyecto. Sin embargo, hay personas incapaces de disfrutar de la experiencia; son negativos, se quejan de todo, contagian de toxicidad. Se convierten en inaguantables.
- Un jefe capataz. Son tiempos de liderazgo digital. Sin embargo, la burocracia ampara y anima a jefes “de toda la vida”: controladores, desconfiados, pelotas con el jefe y latigueros con sus “subordinados”. Jefes que extraen valor y no lo aportan. Tiranos de carnaval.
Tenemos que hacérnoslo mirar. Porque es fácil ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. TCV (Tras el CoronaVirus), hay que analizar y medir para mejorar seriamente. Nuestra empleabilidad va en ello.
He estado leyendo (vía kindle) un libro importante: ‘Grow the pie. How Great Companies Deliver Both Purpose and Profit’ (Haz crecer la tarta. Cómo las mejores empresas combinan el propósito y el beneficio) de Alex Edmans, profesor de finanzas de la London Business School y Wharton. Se ha publicado en Gran Bretaña el pasado mes de marzo con gran éxito.
La tesis del profesor Edmans es clara: a diferencia de lo que propugnó Milton Friedman en los años 70 (“la única responsabilidad de la empresa es maximizar el beneficio para el accionista”) hoy las organizaciones ganadoras hacen crecer el Valor Social (valor para todos los stakeholders, todos los agentes de interés: empleados, clientes, proveedores, la sociedad en su conjunto). Es lo que llama “Pieconomics” (Economía de la Tarta). Se trata de hacerla más grande. Un replanteamiento radical que cómo operan muchas compañías y que TCV (Tras el CoronaVirus) resulta esencial para la supervivencia de las mismas.
Porque la tarta del Valor Social no es fija. Los beneficios representan una parte, pero no lo es todo. El autor distingue entre “corporación” (explotadora) y “compañía” (enterprise) que vela por los distintos intereses; entre “ejecutivos” (rutinarios) y “líderes” (inspiradores); entre “compensación” (la pasta) e “incentivos” (con una misión); entre “consumidores” (producto) y “clientes” (vínculo); entre “empleados” (factor de producción) y “colegas” (que comparten un proyecto); entre “accionistas” e “inversores”. Diferente lenguaje, diferente mentalidad.
¿Para qué hacer “crecer la tarta”? Porque es bueno para todos los agentes, incluyendo los inversores. La relación entre ellos cada vez es más poderosa. Los clientes prefieren marcas involucradas en el valor compartido,
los empleados (especialmente los millennials) prefieren formar parte de proyectos con una causa justa. Es un poderoso imán de talento.
y así sucesivamente. Como ejemplo en el libro Apple Computer, una de las compañías más valiosas del mundo (1’3 B $, el 1’5% del PIB mundial, la economía nº 15 del planeta), que conjuga la inversión en diseño, en I+D, en los incentivos a sus profesionales, en causas sociales, con un creciente valor de la acción. El profesor Edmans se basa en evidencias, no en ocurrencias, y nos recuerda que:
- El principal objetivo de toda organización es servir a la sociedad, a través de productos y servicios valiosos para los clientes, un entorno digno y saludable para sus profesionales y lo mejor para el planeta. El beneficio para el inversor ha de ser la consecuencia, no la causa.
- Sin Valor Social (el conjunto de la tarta), la sostenibilidad de la empresa no es posible. Ni desatender la rentabilidad ni obsesionarse con ella. La mentalidad disociativa (o propósito o beneficio) reduce la tarta (“pie-splitting mentality”).
- La regulación es útil, pero tiene un límite. Si las empresas no tienen una mentalidad de servicio a la sociedad más allá de cumplir la ley (Compliance) tendrán problemas.
- Invertir en todos los agentes no reduce la porción de la tarta para los inversores, los que han puesto su dinero en la empresa. Al contrario, lo aumenta.
- Cuando la empresa de verdad se interesa por sus profesionales, ést@s son más productiv@s, mejoran su vinculación con sus clientes y la empresa es más competitiva y rentable en un círculo virtuoso. Si corta por donde no debe (falta a la confianza, no genera enganche) hipoteca su futuro.
- Aumentar la tarta no es “wishful thinking” (una quimera) sino algo realista y alcanzable. El profesor Edmans lo demuestra sobradamente. El problema es convencer a los directivos de mira estrecha que no quieren ser convencidos. Se trata de “do good” y “do well” (hacer las cosas bien desde la competencia profesional y hacer lo correcto desde la integridad), más allá del puro discurso.
- Correlación no es causalidad. Un/a CEO puede ocuparse del propósito y del beneficio, pero debería combinar ambas. Los datos demuestran que las empresas mejores para trabajar vencen a sus rivales un 2’3-3’8% durante 28 años (un 89-184% en total). Nada menos.
- Por tanto, crear Valor Social no es un extra; es la garantía de sostenibilidad. La empresa debe definir el propósito (¿para qué hace del mundo un lugar mejor?, sin vaguedades), insertarlo (en las acciones cotidianas) e informar del mismo (con compromisos públicos, responsabilidad y logros desde el sano orgullo).
- En una crisis como la actual (sanitaria, económica, medioambiental), servir a la sociedad es más importante que nunca. El talento, los clientes, el ecosistema, la sociedad en su conjunto lo van a reconocer así.
- ¿Qué pueden hacer las personas (como talento, como clientes y proveedores, como ciudadanos responsables): Actuar (pensar cómo servir al bien común), Ayudar a crear un trozo más grande de una tarta más pequeña, Ser consciente de tu lenguaje (de gratitud, de positividad, de optimismo inteligente). “Dejemos el pesimismo para tiempos mejores” (José Antonio Marina).
Mi gratitud y admiración al profesor Edmans por su magnífico libro, de gran utilidad. Puedes ver de Alex Edmans sus TED. “En qué creer en un mundo de post-verdad‘ y ”La Responsabilidad Social de los negocios‘. Como profesor ha ganado 14 premios en los últimos 6 años, entre ellos en la London Business School el de mejor profesor del MBA y del Master en Finanzas. Está entre los 40 mejores docentes de menos de 40 años.
“Grow the pie” me ha hecho pensar en el Human Age Institute, fundación de la que formo parte como consejero y que cumplirá seis años en septiembre. Mi profunda gratitud a Loles, Julia, María, Paula, Elena y a todo el equipo del HUAI por su espléndida labor en pro de la empleabilidad. Eso es servir a la sociedad.
Por cierto, los meta-análisis tanto de Joshua Margolis y James Walsh (127 estudios de 1972 a 2002) como de Marc Orlitzky, Frank Schmidt y Sara Rynes llegan a la misma conclusión: el Valor Social contribuye decisivamente a la rentabilidad de una compañía. La asociación es positiva, no negativa.
La canción de hoy, ‘Un sueño compartido’ de Marta Soto
“No hay mejor lugar, no hay mejor momento
Para demostrar que sientes lo que siento
Hoy juega la pasión que impulsa el corazón
Cumpliendo nuestro sueño”
La entrada El Empleo sin Futuro y el Valor Social o Economía de la tarta se publicó primero en HABLEMOS DE TECNO TALENTO.