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Genios creativos y resistencia al cambio

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Día de la Madre, primer domingo de mayo. Aquello de “dar mucho y pedir poco” se ha transformado en polémica porque una conocida cadena de grandes almacenes ha puesto porcentajes (un algoritmo) a lo que significa la maternidad hoy. 97% entregada, 3% egoísmo y 0% quejas. Su homenaje al papel de la madre en la sociedad ha recibido un aluvión de críticas. Moraleja: las organizaciones han de adaptarse a los tiempos o tienen problemas.

Ayer fuimos a ver la película ‘El bailarín. El cuervo blanco’, dirigida por Ralph Fiennes. Una excelente biografía de Rudolf Nureyev (1938-1993), cuyo tráiler puedes ver aquí:


https://www.youtube.com/watch?v=jkjv9znkGRQ

El bailarín nacido en la Unión Soviética, en un tren entre Siberia y Vladivostok (donde estaba destinado su padre, un comisario del ejército rojo de origen tártaro). De niño vivió en Ufá (República de Bashkorkostán). Las danzas bashkirias se le daban extraordinariamente bien, por lo que a los 17 años fue enviado a la Academia Vagánova (dependiente del Ballet Kirov de Leningrado), con el maestro Alexander Ivánovich Pushkin (papel que interpreta Ralph Fiennes en la película). Allí se convirtió en el bailarín más destacado. Debido a su prestigio, podía viajar internacionalmente (estuvo en Viena en el Festival de la Juventud). Debido a su conducta, el régimen soviético le prohibió salir del país. Su vida cambió en 1961, cuando el Kirov le reclamó (su bailarín principal, Konstantín Sergueyev, sufrió un accidente) para unas actuaciones en París. Su talento impresionó a crítica y público. Como se asociaba con extranjeros (prohibido por las autoridades de la URSS) y temía que no dejaran volver del país, pidió asilo político en el aeropuerto de Le Bourget el 17 de junio de 1961. Hastá ahí llega la cinta.

A la semana de su asilo político, fue contratado por el Ballet del Marques de Cubas. Durante una gira en Dinamarca conoció a Erik Bruhn, que se convirtió en amante y protector. Y posteriormente a Margot Fonteyn, primera bailarina del Royal Ballet de Londres. Combinó el ballet con una carrera cinematográfica (14 películas, entre ellas Romeo y Julieta, Don Quijote o Valentino) y en 1982 se hizo ciudadano austriaco. De agrio temperamento, fue amigo de Jacqueline Kennedy Onassis, Mick Jagger, Freddie Mercury o Andy Warhol. En 1983 fue nombrado director de la Ópera de París. Contrajo el VIH a principios de los 80. Actuó por última vez en el Palacio Garnier de París en 1992 y fue condecorado con la Orden de Caballero de las Artes y las Letras. Falleció al año siguiente, a los 54 años y está enterrado en Sainte-Geneviève-des-Bois, a 20 m del coreógrafo Serge Lifar (son los dos únicos rusos que han dirigido el ballet de la Ópera de París).

Me ha gustado de la película el impacto que le produjo a Nureyek el ballet a los seis años, la importancia de sus coaches (especialmente, Pushkin, que también fue maestro de Barishnikov y Ruzimátov), su voluntad de ser único como artista (integrar “lo femenino” en un bailarín masculino), su learnability (en su estancia parisina, querer aprender todo y de todo: Picasso, Matisse…), su Marca.

Ahora están de moda en el cine las películas de superhéroes (como Vengadores: Endgame, el mejor estreno de la historia) y las biografías como ésta, Dolor y Gloria de Almodóvar, La espía roja o Gloria Bell). ¿A qué se debe esta pauta? Imagino que una sociedad sobreinformada y con muy escaso criterio, se admiran las vidas de personas con talento, que destacan en lo que hacen, que saben lo que quieren, que se ponen en valor. Talento como inteligencia que elige bien las metas, maneja la información, gestiona las emociones y practica las virtudes de la acción, según la magnífica definición de José Antonio Marina que suscribo.

He estado leyendo ‘Creatividad. El cerebro humano en la era de la innovación’ del profesor Elkhonon Goldberg (NYU), uno de mis neurocientíficos favoritos, autor de ‘El cerebro ejecutivo (2004) y ‘LA paradoja de la sabiduría’ (2007). El prólogo a la edición española, en el que asocia nuestro país a la creatividad (un homenaje a nuestros artistas y a su maestro, D. Santiago Ramón y Cajal) es magnífico.

El Dr. Goldberg nos enseña cuáles son los procesos detrás de la creatividad (la “generatividad”, como piezas de Lego que se asocian), las raíces evolutivas y cómo ayuda la cultura a moldear la creatividad individual. Goldberg (que nació en 1946, estudió en la Universidad Estatal de Moscú con Alexander Luria y se trasladó a EE UU en 1974), reivindica el papel del lóbulo frontal como director ejecutivo del cerebro y del hemisferio derecho para la creatividad. Un libro magnífico de lo mejor de la neurociencia actual.

Anoche estuvimos viendo en Movistar+ ‘The artist’ (2011), la oscarizada película francesa de Michel Hazanavicius, protagonizada por Jean Dujardin y Bérénice Bejo. Hollywood, entre 1927 y 1932 (antes y después del crack del 29), con la “disrupción”, como diríamos ahora, del cine mudo al sonoro. La historia de la estrella del cine mudo, George Valentin, que se niega a incorporarse al sonoro, y de Peppi Miller, la estrella ascendente en el nuevo cine. Una de las mejores cintas sobre resistencia al cambio que conozco.

¿Qué ha sido de ellos tras el éxito de ‘The Artist’? Hazanavicius (París, 1967, de familia lituana) ganó el César y el Óscar al mejor director. Desde entonces ha dirigido ‘Les infidéles’ (2012) con Jean Dujardin y Gilles Lellouche, ‘The Search’ (2014), sobre una activista de ONG (Bérénice Bejo) que entabla amistad con n joven en Chechenia en 1999, y ‘Mal genio’ (‘Goddard, mon amour’) (2017), durante la filmación de ‘La china’ (1967), Goddard se enamora y se casa con una chica de 19 años. Está en post-producción, ‘La princesa olvidada’, con Omar Sy (Intocable) y Bérénice Bejo, una historia sobre un padre, Djibi, que quiere seguir siendo el héroe de su hija adolescente. Se estrenará probablemente en octubre de 2020.

De las 54 películas en las que ha intervenido Jean Dujardin (1972), 19 son después de 2011. Entre ellas, ‘Los infieles’, ‘El lobo de Wall Street’, ‘Pequeñas mentiras sin importancia’, ‘Un seductor a la francesa’ o ‘Uno más una’ (de Claude Lelouch). Bérénice Bejo (Buenos Aires, 1976) ha hecho ‘Populaire’ (2012), ‘Le passé’ (2013) del iraní AsgharFrahadi, ‘El último diamante’ (2014) de Éric Barbier, ‘The search’ (2014) con Hazanavicius, ‘Felices sueños’ (2016) de Marco Bellochio y ‘La quietud’ (2018) del argentino Pablo Trapero. En 2020 será Josefina en la serie sobre Napoléon y Josefina.

La canción de hoy, el hit de moda, ‘Don’t call me up’ de Mabel

La entrada Genios creativos y resistencia al cambio se publicó primero en HABLEMOS DE TALENTO.


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