Ayer empecé a ver la miniserie de Netflix ‘TRABAJAR. Eso que hacemos cada día’ (2023), en la que Barack Obama revisa 50 años después el análisis sobre el trabajo que Studs Terkel (1912-2008) realizara en 1974 a partir de declaraciones de trabajadores de la época. En cuatro episodios, Obama trata el trabajo no cualificado de una limpiadora de hotel, una repartidora a domicilio y una cuidadora (la mitad de los trabajos en EE UU son poco cualificados), el medio, el ideal y quién manda.
He estado leyendo ‘EL ARTE DE LA FELICIDAD. Mente, cerebro y genes’ de Alfred Sonnenfeld, Doctor en Medicina y en Teología que ha sido profesor en la Universidad Humboldt de Berlín y actualmente es docente en la UNIR y en la Universidad Complutense de Madrid.
El autor plantea su tesis en diez bloques:
- Facilita que tus genes actúen saludablemente, llevando un buen estilo de vida. Los genes “no son egoístas” (a diferencia de lo que escribió Richard Dawkins en 1973). En palabras del gran filósofo judío Martin Buber (1878-1965): “Yo me hago gracias al Tú”.
- Envejecer saludablemente. Envejecemos de forma distinta, debido a la longitud de los telómeros. ¿Podemos intervenir sobre ellos? Por supuesto: alimentación, sueño, descanso.
- Robustecer nuestras fuerzas curativas. “El entusiasmo es la madre del esfuerzo, y sin él nunca se consiguió nada grande” (Ralph Waldo Emerson). El organismo reacciona en su totalidad. Es la importancia de lo que en neurología se llama “coherencia”.
- Encuentra tu pasión, para diseñar y reinventar tu vida. Haz lo que te apasiona. Desarrolla tu Grit (Determinación): pasión y perseverancia.
- La era de la distracción. “Para y piensa” (Hannah Arendt). El autor escribe sobre la memoria a corto plazo (working memory) y a la largo. Vivimos una erosión del pensamiento profundo y una escasez de reflexión en tiempos digitales.
- Parón reflexivo. “Cuando eres fiel a ti mism@ en lo que haces, ocurren cosas fascinantes” (Deborah Neville). Frente al “conócete a ti mismo”, del Oráculo de Delfos, el autoengaño que nos destruye. La debilidad es compañera de la vida humana. Somos perfectibles.
- Tender a la vida humana. Para aspirar a la eudaimonia o vida lograda, hemos de practicar las virtudes como hábitos para hacer el bien, la necesidad de “apropiarnos de la belleza” (ética y estética) y dar a nuestra vida un sentido profundo. Los genes no crean la moral, pero favorecen el bien.
- La felicidad sólo es real si se comparte. “La felicidad no puede ser obtenida queriendo ser feliz. Tiene que aparecer como consecuencia no buscada de perseguir una meta mayor que uno mismo” (Víktor Frankl). Los seres humanos somos sociales por naturaleza. Las relaciones son una fuente de bienestar imprescindible. La resonancia humana es elemento constitutivo de la felicidad.
- Exclusión social. Las palabras no son inocentes ni impunes. La exclusión social provoca el mismo dolor que una herida física. Es la importancia del sentido de pertenencia, de sentirse querido y apreciado. Sufrimos una epidemia de soledad y debemos aprender a vivir en armonía.
- El bien ético nos hace felices. La felicidad y el bien están inseparablemente unidos. Disfrutemos haciendo el bien. “Ánimo, corazón, despídete para sanar” (Herman Hesse).
Un alegato por la felicidad como coherencia física, mental, emocional y ética. El “placer y significado” que nos enseñó Aristóteles.
‘Happy together’, de The Turtles (1967).
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