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Lectocracia e ineptocracia

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Primera semana de agosto en Madrid, tras los procesos de Coaching en Elche el martes, con reuniones informales de preparación de temas para la próxima temporada (la clave no es “verborrear” sobre el talento, sino un MANAGEMENT adecuado del mismo) y algún zoom con directores de RR HH sobre las necesidades de la 2023-24, de la atracción a la desvinculación.

Ayer comenzamos el Programa ‘Neurobiología del Coaching’, de seis meses, liderado por Silvia Damiano (About My Brain), con decenas de profesionales de los cinco continentes simultáneamente (en la península, estábamos en directo de 11 de la mañana a la una y cuarto de la madrugada). Todo un privilegio formar parte de este programa de vanguardia a nivel mundial. En la primera sesión tuvimos como ponente a la maravillosa Katherine McLennan (coach ejecutiva, psicoterapeuta, experta en liderazgo y su desarrollo). Su “white paper” sobre esta materia, comentado en este Blog, es espectacular. ¿El/la responsable de Gestión de Personas como “coreógraf@” de los esfuerzos de Transformación? Mmm, suena sugerente. Y trasciende la definición de coaching que hemos utilizado hasta ahora.

Ayer, en la librería de El Corte Inglés de Castellana, un libro me llamó poderosamente la atención: ‘Lectocracia. Una utopía cívica’ de Joaquín Rodríguez. Un ensayo sobre la decisiva importancia y la democratización de la lectura. Leer proviene del latín “legere”, escoger (de ahí “inteligencia”) y por ello no puede haber pensamiento crítico ni convicciones profundas sin lecturas habituales.

El libro parte de una cita de Carl Sagan, “los tiranos y autócratas siempre han comprendido que la alfabetización, el aprendizaje, los libros y los periódicos son potencialmente peligrosos. Pueden meter en la cabeza de sus súbditos ideas independientes o incluso rebeldes”. Leer nos hace libres; en la “sociedad del espectáculo”, leer es una actividad bastante escasa. En palabras del autor, “No basta con saber leer y escribir para ser un ciudadano del siglo XXI”.

¿Está la lectura en condiciones de cumplir con su promesa de humanización y racionalización? “En contra de la opinión general, la lectura no nos hace automáticamente más inteligentes, ni más humanos o compasivos. Los regímenes autocráticos han coincidido en el poder de los libros y la lectura como una especia de ‘bombas atómicas espirituales’ cuyos efectos hay que utilizar o controlar. Los autócratas han intentado que prevalezca un solo libro y una sola lectura legítima de ese mismo libro”. Es el caso de ‘El libro rojo de Mao’.

Frente a la idea del uso perverso de la lectura (en pensadores como Peter Sloterdijk), la esperanza de la misma para cultivar capacidades cognitivas, como el mencionado pensamiento crítico, el pensamiento analítico y conceptual. la utopía no era un lugar imaginario, sino uno más de los sentidos constitutivos del ser humano. El papel de los cuentos, la lectura y la escritura era mantenerla viva mediante el escrutinio de las posibilidades infinitas que nos ofrece la realidad. Dicho esto, creo que las utopías son por definición inalcanzables. Se retiran cuando nos acercamos, pero marcan el sentido y la dirección de nuestras acciones” (Gianni Rodari).

A la lectocracia, esta utopía, se podría ir llegando a través de un empeño serio y explícito, mediante políticas culturales y educativas promotoras de la lectoescritura, por alentar una actitud de compromiso cívico crítico.

Los adolescentes, en su mayoría, han dejado de leer. “¿Cómo cambiar el paso? En primer lugar, la escuela debería ser la escuela debería ser inclusiva y radicalmente equitativa. Ha de compensar las diferencias sociales y culturales que lastran de por vida a muchos de sus alumnos y los convierten en no lectores. Cambiar hábitos y prácticas culturales requiere tiempo, atención y dedicación”.

La profesora Eva María Díaz Sánchez nos ofrece12 consejos para adquirir gusto y hábito por la lectura en niños y jóvenes.

1, Leerles desde muy pequeños y a diario.

2. Poner los libros a su alcance para que puedan cogerlos cuando quieran.

3. Visitar librerías con cuentacuentos.

4. Sacar libros de las bibliotecas.

5. Ir a la feria del libro.

6. Leer con ellos.

7. Buscar un buen momento para leer.

8. Dar un ejemplo a nuestros hijos leyendo.

9. Hablar de los libros que estamos leyendo.

10. Intercambiar libros con los amigos.

11. De vez en cuando, dejarles el ordenador o la tablet para que lean libros electrónicos.

12. Contextualizar y darle un valor práctico a la lectura.

Ya sabes que la educación es el mayor (casi el único) ascensor social y que uno de los factores para aprovechar la educación es el gusto por la lectura.

¿Lectocracia igual a Meritocracia? Hace tres años publicaba en este Blog un comentario sobre ‘La tiranía del mérito‘ del Premio Príncipe de Asturias 2018 y catedrático de Ciencias Políticas de la Universidad de Harvard Michael J. Sandel. Desde escándalos como el de William Singer, que “sangraba” a los padres para que sus hijos ingresaran fraudulentamente en universidades de prestigio, a la ira populista contra las élites.  “Quienes aterrizan en la cima, quieren creer que su éxito tiene una justificación moral”. Dos tercios de l@s alumn@s de Stanford o Harvard provienen de las familias con el 20% superior de las rentas y sólo el 4% procede del quintil inferior.

Soberbia asfixiante y credencialismo. Sandel concluye: “la convicción meritocrática de que las personas se merecen la riqueza (cualquiera que sea) con la que el mercado premia sus talentos hace de la solidaridad un proyecto casi imposible (…) No somos seres hechos a sí mismos ni autosuficientes. Somos afortunados por hallarnos en una sociedad que premia nuestros talentos particulares, no merecedores de ello. Ser muy conscientes del carácter contingente de la vida que nos ha tocado en suerte puede inspirar en nosotros cierta humildad. Yo también podía estar así a no ser porque Dios o la casualidad no lo han querido. Esa humildad es el punto de partida del camino de vuelta desde la dura ética del éxito que hoy nos espera. Es una humildad que nos encamina más allá de la tiranía del mérito hacia una vida púbica con menos rencores y más generosidad”. Aspiremos al bien común.

Frente a la lectocracia, a la sana meritocracia (la auténtica, basada en el talento), la ineptocracia. Un concepto que el filósofo francés Jean D’Ormesson (1925-2017) utilizaba para referirse a las democracias occidentales actuales. El que fuera catedrático de Filosofía y director de Le Figaro lo definió como “un sistema de gobierno en el que los menos preparados para gobernar son elegidos por los menos preparados para producir, y los menos preparados para procurarse su sustento son regalados con bienes y servicios pagados con los impuestos confiscatorios sobre el trabajo y riqueza de unos productores en número descendente, y todo ello promovido por una izquierda populista y demagoga que predica teorías, que sabe que han fracasado allí donde se han aplicado, a unas personas que sabe que son idiotas.” De la democracia como ideal a la partitocracia como perversión y de ahí, de forma natural, a la ineptocracia (en términos estadísticos, los menos preparados suelen ser los más carentes de escrúpulos).

Alfonso Rojo define nuestra democracia como ineptocracia. “La democracia nos viene al pelo”. Los que viven del cuento son subvencionados por impuestos confiscatorios a las familias, los autónomos y las pymes”. Es el modelo del peronismo argentino: ni mejora de la producción ni de la educación. La mitad de los españoles ya depende de un empleo público. “El continente de gente estúpida es el más peligroso del mundo”.

En palabras de Bertrand Russell,

De Los Panchos, ‘Lo Dudo’

y ‘Sin ti’. “Es inútil vivir,/ como inútil será/ el quererte olvidar”.




La entrada Lectocracia e ineptocracia se publicó primero en HABLEMOS DE TALENTO.


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