El sábado pasado fuimos a ver ‘Dios mío, pero qué nos has hecho’ (Qu’est-ce qu’on a tous fait au Bon Dieu?) por recomendación de mi admirada Amalia Blanco, que tiene un gran ojo para el cine, tanto como para la política y la comunicación. Muchas gracias, Amalia, por esta inspiradora sugerencia.
Esta trilogía de comedias (la primera, de 2014) tiene mucho significado para mí, porque le hizo muchísima gracia a mi padre en los últimos años de su vida. En esta ocasión, Claude Verneuil, notario jubilado de la zona del Loira, va a cumplir 40 años de casado con Marie. Sus cuatro hijas deciden organizar una gran fiesta sorpresa en la casa familiar de Chinon e invitar a los padres de cada uno de los yernos a pasar allí unos días. Claude y Marie tendrán que acoger bajo su techo a sus consuegros, los padres de Rachid, David, Chao y Charles, que proceden de Argelia, Israel, China y Costa de Marfil respectivamente. Esta estancia “en familia” provoca muchas situaciones divertidas (de hecho, no paré de reír sanamente en los 98 minutos de película).
Estoy de acuerdo con Juan Pando (Fotogramas) en que la tercera parte de la saga es la más ingeniosa y redonda de las tres, por el protagonismo de algunos personajes (la pintora traumatizada, la matriarca) y las subtramas. “El choque entre culturas adquiere una nueva dimensión humorística cuando lo protagonizan personas maduras. Mantiene su espíritu de caricaturizar estereotipos y prejuicios sobre nacionalidades, razas y religiones. Toca distintas cuerdas del humor y crea incluso gags desternillantes próximos al slapstick aprovechando un romántico e inocente paseo en globo a cargo de un exmilitar muy peculiar. No falta el guiño de reivindicación femenina a cargo de las cinco suegras de marcha nocturna. Resume la mejor tradición del cine cómico francés en algo más de hora y media en la que reír y olvidarse de los avatares de la vida diaria.”
La Tolerancia: conocer es amar, y el buen cine nos lo enseña bien. Desde un enfoque algo más dramático, como ‘The Green Book’, basada en la historia real del pianista Don Shirley, o desde la simpática perspectiva de los Verneuil.
La Tolerancia se debe trabajar desde un primer piso racional, entendiendo las diferencias (como hacemos en los procesos de Coaching de Equipo, con herramientas como los estilos de aprendizaje de Kolb, el DISC o el Eneagrama) y completar desde la emocionalidad (precisamente el Coaching de Equipo incluye una convivencia muy enriquecedora). Porque los equipos deben incluir diversidades de todo tipo: visibles como el género o las etnias, tangibles como las edades y experiencias, intangibles como las personalidades diferentes. Sólo así se enriquecen.
Me interesa mucho la conexión entre Tolerancia y Aceptación, entendida ésta como el reconocimiento de las situaciones no deseadas de nuestra realidad sobre las que no podemos hacer nada para modificarlas, aprendiendo a asumirlas (sin quejas ni excusas) para fortalecer nuestra tolerancia a los fracasos, pérdidas o desengaños vitales. Fácil de decir, no tan fácil de lograr; porque la Aceptación es emocional, no racional, y debe trabajarse. La Aceptación es el siguiente nivel en nuestra Humanidad, en nuestra Humildad, en nuestra Autenticidad.
La Aceptación no es resignación, dejémoslo claro, porque no conduce a la inacción ni mucho menos. Tampoco es acatamiento ni aprobación ni resiliencia mal entendida (hay que tragar). Es una decisión voluntaria desde el corazón para dejar atrás lo que no podemos cambiar y abrirlo a nuevas oportunidades. ¿Aceptación de qué? Es la determinación (pasión y perseverancia) de aceptarnos a nosotr@s mism@s, eliminando de verdad antiguos bloqueos emocionales, limpiando las heridas mal curadas. El precio de la no Aceptación es la Ansiedad. Porque el Amor no puede doler; lo que duele es la Obsesión. La Aceptación es vivir no desde el Miedo (el victimismo) sino precisamente desde el Amor.
Para la experta emocional Jennifer Hamady, “la Aceptación es un regalo“. La Aceptación es asumir la responsabilidad y no dedicarnos a culpar a los demás y a sentir vergüenza, lo que significa romper patrones del pasado. Es la única manera de empoderarnos a nosotr@s mism@s, en lugar de pasarnos la vida sufriendo.
Lo que nos sucede no es “porque”. Sucede y punto. Asumámoslo para seguir creciendo, personal y profesionalmente. Dejémonos de excusas, autoengaños y supuestas explicaciones racionales.
He aprendido de Naty Pérez, gran experta en este tema, la “paradoja de la Aceptación”. En sus palabras: “Si quiero atraer algo a mi vida, tengo que aceptar perderlo”. Porque hay deseos puros, desde el Amor, e impuros, desde el Miedo. Los deseos impuros buscar alejan lo que nos atemoriza, y provocan precisamente lo contrario.
Para practicar la Aceptación, cinco pasos (mejor trabajarlos con un/a especialista):
- Darnos cuenta (consciencia) de nuestras resistencias interiores: seamos honest@s con nosotr@s mism@s.
- Cuestionarnos nuestros patrones emocionales, especialmente los dolorosos.
- Estar presentes (mindfulness).
- Pensar/sentir nuestros bloqueos del pasado.
- Cultivar la Aceptación (como toda cualidad del Talento, debemos entrenarla).
Mi profunda gratitud a Naty y a l@s expert@s que, como ella, nos ayudan en la Aceptación.
La Banda Sonora de la Aceptación incluiría para mí canciones como ‘Viva la Vida’ de Coldplay, ‘Hoy puede ser un gran día’ de Serrat, ‘Go West’ de Pet Shop Boys, ‘Happy’ de Pharrel Williams o ‘What a wonderful world’ de Louis Armstrong. Te dejo con otras tres muy significativas.
- ‘I wanna dance with somebody (who loves me)’ de Whitney Houston
- ‘Dramas y comedias’ de Fangoria.
y ‘Sin Miedo’ de Rosana.
Calla y Acepta.
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