Enorme contraste entre la actual Venezuela resiliente, que está centrada no en su círculo de preocupación (lo que le concierne pero no puede modificar) y su círculo de influencia (lo que sí puede hacer) y esta España nuestra que se queja del calor, habla demasiado de política (en general, de temas menores) y deja proyectos estratégicos “para más adelante”. Como no sepa/quiera/pueda centrarse en la gestión del talento, la crisis va a ser de dimensiones cósmicas.
Vuelvo a la web de Psychology Today para aprender el concepto de “emotional blueprint”, que bien podríamos traducir como “modelo emocional”. Es el conjunto de pautas de pensamientos, sentimientos y acciones que “heredamos” de nuestros ancestros. Nuestro ADN Emocional. Nos sirve para responder de determinada manera a lo que nos pasa. Una lealtad inconsciente. Por ejemplo, “en nuestra familia no nos separamos, aunque quisiéramos. Aguantamos carros y carretas”. Nuestras reacciones y decisiones demuestran “quién dirige el espectáculo”. Según la experta Judy Wilkins-Smith, que ha publicado un interesante libro sobre el tema, el ADN emocional aparece en todos los aspectos de la vida, desde las relaciones y la carrera profesional al dinero, el éxito, la felicidad (que es referencial en un 50%, Sonja Lyubomirsky) o el liderazgo. Estamos bastante programados para responder.
Nos forjamos no sólo con nuestras experiencias, sino con las experiencias de las generaciones anteriores, a las que no queremos defraudar. Las pautas (desde el miedo a la comida) dirigen el show. Los sistemas familiares se convierten en profecías autocumplidas, así de sutil. Los valores (vividos, no enunciados) nos dominan. Por ejemplo, una amiga de mi hija Zoe comentaba ayer durante el almuerzo: “En mi familia, suspender no es una opción”. Se lo decía a sí misma, y a los demás, con claridad.
¿Se puede modificar? Al parecer sí, si empleamos un planteamiento sistémico. Un “es mi fallo” es individual; de dónde proviene y cómo resolverlo es sistémico, atendiendo a todas las partes. Requiere de “constelaciones”, una perspectiva en 3D. Si lo que te domina es la pena y la vergüenza, el síndrome de la impostora, querer agradar constantemente a tu entorno familiar, mejor dejarlo.
El principal mensaje del libro es que no hay “trenes que descarrilan”, sino decisiones valientes que van rompiendo el círculo vicioso. Premiar el inmovilismo refuerza el modelo emocional.
En fin, “the show must go on”. El espectáculo debe continuar.
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