Jornada en Algeciras. Por la mañana, presentando mi nuevo libro ‘Cómo Descubrir y Aprovechar el Talento de la organización’, entrevistado por la espléndida coach Karina Salas. Y por la tarde, durante unas 3 horas, Think Tank sobre Liderazgo TCV (Tras el CoronaVirus) en el Foro Científico y Tecnológico que dirige Rosa Rodríguez. Mi agradecimiento a ambas, que tan excelente labor están realizando en el Campo de Gibraltar.
Me he traído de lectura el último número de ‘The Economist’, el presidente Zelenski y el titular ‘Por qué Ucrania debe vencer’.
Ayer Volodímir Zelenski se dirigió al Congreso de los diputados de España y, más allá de la pésima traducción (del ucraniano al tirolés, como ha bromeado el gran tenor José Manuel Zapata), lo que revela la falta de cuidado de los detalles, o la crisis reputacional a la marca azulejera de Villareal y a otras dos organizaciones mucho menos conocidas, en los 9:47 minutos (medio TED) en los que habló Zelenski, la alusión a Guernica, al horrible bombardeo a la población de Urdaibai en abril de 1937, hace 85 años, inmortalizado por el genial Pablo Picasso.
Al principio, pensé que se trataba de un recurso relativamente fácil de sus asesores para sensibilizar a nuestros compatriotas y lograr que apoyaran, más si cabe, la causa ucraniana que es la de la Europa libre. Sin embargo, el bombardeo por parte de la Legión Cóndor alemana y la Aviación Legionaria italiana, una masacre que dejó 126 muertos, es el ejemplo de que la “guerra incivil” española fue un campo de experimentación de nazis y fascistas por un lado y de comunistas soviéticos por otro.
El 23 de agosto de 1939 (menos de 6 meses después de acabada la Guerra Civil), se firmó el Pacto Molotov-Ribbentrop. La Alemania de Hitler y la Unión Soviética de Stalin llegaron a ser aliados durante 22 meses. En esos casi dos años, Moscú suministró petróleo, cereales, níquel, manganeso, cromo, madera y otros valiosos materiales a la Alemania nazi. A cambio, el “Tercer Reich” surtió a los combatientes soviéticos de explosivos, emisoras de radio e, incluso el buque “Lützow” y proporcionó un préstamo de 200 millones de marcos. Un negocio beneficioso para ambos tiranos.
El problema de nuestro tiempo no es sólo que las “fake news” superen a las noticias reales, que ya es grave, sino que si las premisas iniciales no son válidas, las decisiones mayoritarias son incorrectas. Pensemos, por ejemplo, en las grandes pandemias de la Historia: la viruela, que mató a más de 300 millones de personas en el siglo XX; la peste negra (1346-1353), que mató a 200 M de personas en África y a la mitad de la población europea; la gripe española (1918-1920), que acabó con 50 M de personas; el VIH, que todavía padecen unos 45 M de personas. El 11 de marzo de 2020 la OMS, dirigida por Tedros Adhanom, declaró la pandemia, por lo que la consecuencia natural fue el confinamiento masivo. Las líderes que mejor gestionaron esta crisis sanitaria (las de Nueva Zelanda, Taiwán, Alemania y todos los países nórdicos menos Suecia) optaron por la Responsabilidad de sus ciudadanos a través del T3 (Test, Tratamiento, Trazabilidad). Los que peor la gestionaron destruyeron la economía (en España, caída del PIB del 10,8% en 2020, de la que tardaremos mucho en recuperarnos). Según un conocido estudio de la Universidad de Cambridge, nuestro país es el que peor gestionó la pandemia, porque se quedó “a medio camino” entre el autoritarismo chino y ruso y la responsabilidad/libertad que ha fomentado el “liderazgo femenino abierto”, con lo peor de ambos mundos, sin lo mejor de ambos escenarios. “Quedarse a medio camino es la peor estrategia”, Michael Porter, padre de la estrategia empresarial.
La invasión a Ucrania por parte de Rusia tiene pinta de engañarnos también con falsas premisas. Se preveía muy corta (de 72 horas, por la diferencia abismal de fuerzas), provocada por un loco proveniente del KGB que quiere reeditar la antigua Unión Soviética. Sin embargo, la realidad no es como no la estaban contando: un conflicto que ya lleva siete semanas (y lo que te rondaré. morena), del que ha surgido un nuevo líder de la resistencia: Zelenski, con una fuerte clave energética, desde la destrucción de centrales nucleares al abastecimiento de gas y petróleo, con Xi JinPing haciendo (aparentemente) de Don Tancredo.
Todo esto me ha recordado la película ‘Mientras dure la guerra’ de Amenábar. Julio de 1936. Si la rebelión militar contra la República hubiera triunfado rápidamente, como estaba previsto (se toma Madrid y ya está), no habría sido gran cosa. Francisco Franco habría sido prácticamente insignificante en la Historia. Si Madrid es la última batalla (como ahora puede serlo Kiev), la “transformación cultural”, que tarda un mínimo de tres años, se puede lograr. Putin es el máximo dirigente de Rusia, con poderes absolutos (más de 15.000 disidentes encarcelados desde el inicio de la invasión) “mientras dure la guerra”. Pues que la guerra dure.
¿Quién está comprando el petróleo ruso?, se pregunta un artículo de The Economist. China y la India, que están sacando tajada de la operación. Y por supuesto Irán, que lo está “blanqueando” y se lo sirve al mundo.
Se supone que Putin quería convertir Ucrania en un “Estado títere” de Rusia y sin embargo su país, con un PIB entre el de Italia y el de España, puede ser sumamente dependiente de la República Popular China. Alguna evidencia: Vladimir Putin se ha reunido 38 veces con el mandatario chino en los últimos tiempos (una de las más notorias, durante los Juegos de Invierno). ¿Cuántas veces se ha reunido de verdad con la UE? Dime con quién andas y te diré quién eres.
En este mundo traidor, puede ser que pensemos que Ucrania ha resistido la invasión y sin embargo Rusia y China acaben ganando la Guerra… para el propósito que la habían activado, que es el dominio real de la economía a escala global.
‘Nada es lo que parece’, de Fangoria. “Ambiciones desmedidas, obsesión por conquistar”. “Y te has quedado atrás”.
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