Aprovecho la mañana del sábado para aprender de lo último del maestro José Antonio Marina, el pensador vivo más profundo de habla hispana. En su panóptico nº 45, se pregunta hasta qué punto el mundo es previsible.
En este panóptico, mi admirado y querido José Antonio establece una matriz cuyos cuadrantes explican la imprevisibilidad, de menor a mayor (al final, se
- Político democrático en una sociedad democrática
- Político dictatorial en una nación no democrática
- Político democrático en el ámbito internacional
- La acción de un dictador en el plano internacional
En términos VUCA (Volátil, Incierto, Complejo y Ambiguo), la imprevisibilidad aumenta cuando a lo volátil (como los precios de la energía) e incierto se le añade mayor complejidad y ambigüedad (la globalización). Putin o Will Smith utilizan la fuerza, nunca justificable, en un mundo muy poco razonable.
Si democracia es cortoplacismo y los centros de prospectiva no están funcionando (como ejemplos, los “cisnes negros”, las tecnologías disruptivas, las “grietas del sistema” de Raghuram Rajan, un economista auténtico), parecemos abocados a la desesperanza. Pero Marina recurre a “cuatro jinetes de la Apocalipsis” (entendida no como catástrofe sino como revelación): Auguste Comte, padre de la Sociología: “savoir pour prevoir, afin de pouvoir” (saber para prever, prever para poder), Thomas Piketty: la historia como “vasto experimento colectivo”, Steven Pinker: una aproximación más racional (equilibrada) a la política, y Niall Ferguson: la incapacidad para aprender de la Historia como “incompetencia política”.
Conclusión del maestro Marina: la democracia es un sistema que aumenta la previsibilidad de las conductas y, por lo tanto, la seguridad de la ciudadanía.
JAM cita a San Agustín: “El porvenir no existe todavía, y si no existe no puede verse en absoluto, pero se lo puede prever a partir de los signos presentes, que están ahí ya y pueden verse”. Lo llama “el aire de los tiempos”, el talento que tiene el buen político, el buen médico (ojo clínico) o el buen directivo (olfato para los negocios). Es el “liderazgo intuitivo” del modelo i4 de Silvia Damiano. Marina intuye que tiene que ver con una adecuada organización de la memoria, y por tanto se puede -se debe- educar.
Me gustaría conectar el Panóptico 45 con el nº 32, sobre valores occidentales y orientales. China, aislada con Mao, copió a Occidente con Deng Xiaoping. Un experimento que terminó en 1989 con Tiananmen, precisamente el año de la caída del Muro y por tanto de la “guerra fría”. Desde los Juegos de 2008, y especialmente ahora con Xi Jinping, la tesis es que los valores occidentales no son universales y que el confucionismo ha de triunfar, siguiendo cuatro grandes creencias:
- la Responsabilidad está por encima de la Libertad
- el Grupo social está por encima del Individuo
- el Deber es anterior a los Derechos
- la Armonía es anterior al conflicto
Adiós, Marianne; bienvenido, Mr. Xi.
La pandemia y su gestión (pésima, en el caso de muchos países occidentales) induce a pensar que todo está perdido. Pero no. Marina acierta en el diagnóstico, creo yo, y nos propone una solución desde la evolución de las culturas, que llama “Ley del progreso moral de la humanidad: “Todas las sociedades cuando se libran de la pobreza extrema, la ignorancia, el dogmatismo, el miedo al poder y la insensibilidad hacia el vecino se encaminan convergentemente hacia un modelo ético común que defiende los derechos individuales, la razón como medio de alcanzar soluciones, el rechazo de desigualdades no justificadas, la participación en el poder político, las seguridades jurídicas y las políticas de ayuda”. Sí hay un modelo ético que conecta con la educación, la dignidad, la tolerancia, el pensamiento crítico y la compasión. A ver si va a ser la “S” de los criterios ESG (gracias, Kofi Annan, por habernos puesto en camino hace 18 años: entramos en la “mayoría de edad” social).
Hasta que los líderes políticos caigan en la cuenta de que de su Talento depende el Futuro, cada un@ de nosotr@s podemos hacer mucho. En Psychology Today, John Schuster preconiza ‘Vivir nuestro destino como Zelensky en nuestra propia vida’. El presidente de Ucrania se está comportando como un “buen griego” de hace 2.500 años. En su ‘Política’, Aristóteles nos enseña el concepto de “Hamartía”, el error trágico, el fallo, que el héroe trata de hacer y no puede hacerse. Es “no dar en la diana”, como Edipo matando a su padre. La “Moira”, la personificación femenina del destino, debía cumplirse, aunque fuera trágico. El autor recuerda a Abraham Lincoln en la Guerra civil de EE UU (prestar atención a nuestra luz), a Carl Jung (“cuando una situación interna no emerge, se hace presente externamente como destino”) y a Pat Conroy en ‘El Príncipe de las Mareas’: “hum the melodies of those dark anthems that send us resolutely toward our appointments with a remorseless (fate)” (tararea las melodías de esos himnos oscuros que nos envían resolutivamente a esa cita con el destino).
Te propongo un verbo: “Zelenskiar”. Se trata de actuar con coraje y determinación ante las circunstancias adversas. Hacerlo con honor (es la responsabilidad que acompaña a la libertad), por el bien común, en dignidad y respeto. La unión de Sócrates y Confucio. Parafraseando al franciscano Richard Rohr, si no nos transformamos nos volvemos cómplices.
He aprendido del gran maestro José Antonio Marina a lo largo de estos últimos 30 años, cuando nos conocimos en un Congreso de AIESEC en el País Vasco, que la ética es el modo más inteligente de vivir (ahora, más que nunca) y que la gran culminación de la inteligencia, y por tanto del talento, es la bondad.
‘Es por ti’, de Cómplices, es el tema musical que me evocan estas reflexiones. “Es por ti que soy un duende/ Cómplice del viento/ Que se escapa de madrugada/ Para colarse por tu ventana”.
La entrada Talento, Previsibilidad, Globalización y Zelenskiar se publicó primero en HABLEMOS DE TALENTO.