Ayer fui a ver en los cines Verdi ‘Las ilusiones perdidas’, de Xavier Giannolli, basada en la novela homónima de Honoré de Balzac. “Una obra maestra de nuestro tiempo” (Dani Jiménez). La historia del joven poeta de Angulema Lucien de Rubempré (o Chardon), enamorado de una aristócrata, que marcha a París y se inicia como periodista tras no conseguir el triunfo en la literatura. En la capital conoce el mundo del teatro, el cinismo de la prensa como negocio y, sí, la política. La sociedad del espectáculo, los intereses creados y las “fake news” ya dominaban en los años 30 del siglo XIX, tras la Revolución francesa y el Imperio napoleónico.
Como señaló un crítico cinematográfico que asistió a su presentación en el Festival de Venecia, “la estrategia del director es la transparencia. Se trata de enseñar el escenario del drama sin ocultar ni los andamios que lo sostienen ni cada una de las dudas que mantienen en pie a los personajes. Y siempre con una fe ciega en la capacidad del espectador para abrirse camino por un drama universal que, de repente, se descubre la más aguda lectura de las miserias de nuestro tiempo.” El paralelismo con el mundo actual, mucho más globalizado y tecnológico, realmente asusta.
Desde el punto de vista del talento, entendido como “poner en valor lo que sabemos, queremos y podemos hacer”, la obra de Balzac (pocos como el escritor francés han conocido mejor la naturaleza humana) nos establece quién y cómo se establece el valor, y pocas veces es desde el auténtico mérito. Suelo decir que “valor es lo que el cliente espera de ti” (John Quelch).
Ya sabes, que el Valor es el gran tema de la economía. Valor de uso, valor de cambio (¿por qué el agua cuesta menos que los diamantes?). “Para superar el capitalismo, el valor de uso debe superar el valor de cambio” (David Harvey).
El paradigma de la economía clásica, como seres perfectamente racionales y con toda la información, debe cambiar, también respecto a la teoría del valor, hacia la economía conductual, la economía del talento. ¿Y si combinamos el valor con el modelo de sociedad inclusivas y extrayentes de Acemoglu y Robinson, el de ‘Por qué fracasan los países’? Te animo a releer mi entrada en este Blog ‘Por qué fracasan los países… y las empresas‘ de 21 de agosto de 2012. “La clave es la meritocracia frente al nepotismo, el sentido frente a la
arbitrariedad, la equidad frente a la desigualdad salvaje… Las empresas sobreviven porque son sistemas abiertos que aprenden rápido e incorporan el talento que quieren y necesitan; y fracasan, desaparecen, cuando se dejan llevar por la soberbia (soberbia es, por ejemplo, promueven no en función de un perfil de talento claro, difundido y entendido sino de su “olfato”, o cuando dedican a la formación y al desarrollo del liderazgo menos que sus rivales).”
Balzac describe con una pluma conmovedora la sociedad postnapoleónica, que había perdido las ilusiones revolucionarias de libertad, igualdad y fraternidad. La película de Giannolli nos demuestra que hemos evolucionado muy poco: reglas del juego amañadas con una prensa comprada, unos “expertos” que se aprovechan y un poder intrínsecamente interesado y corrupto, que falsea el mérito de los artistas y de los ciudadanos. Una sociedad sin autenticidad. Thomas Piketty, el famoso economista francés, denuncia una y otra vez que estamos a punto de una “nueva revolución francesa”. Muy probablemente.
A título personal, ¿Cómo recuperar la ilusión? La comunicóloga mexicana Aline Beatriz Suárez del Real Islas nos da cinco consejos para salir del estancamiento y volver a la automotivación:
- Expresa lo que sientes, abiertamente. ¿Ante quién? Ante quien lo merezca, porque está dispuest@ de verdad a escucharte con atención. “La vida es demasiado larga si estás sol@” (Mad Men). https://www.youtube.com/watch?v=fjg5TuXV09U
- Reflexiona sobre las causas de lo que sientes. La vida es equilibrio entre lo emocional y lo racional, entre lo racional y lo emocional. Balance. “Una vida sin análisis no merece ser vivida” (Sócrates). Sin diagnóstico no puede haber transformación.
- Busca apoyo. La autosuficiencia extrema es tóxica. Recuerda que la unidad mínima de Liderazgo (personal, de equipo o social) no es el individuo sino el tándem. Para eliminar la desolación, “somos mucho más que dos” (Mario Benedetti).
- Encuentra los aspectos positivos de la vida. Un ejercicio imprescindible. Hagamos una lista, por escrito (“for your eyes only”) de hijos, padres, trabajo, amigos, salud, etc. Hacer este repaso nos ayuda a la felicidad desde la gratitud.
- Planifica el futuro. “El verbo de la ilusión es desvivirse” (Julián Marías).
Si seguimos estos cinco consejos, es cuestión de tiempo que recuperemos la ilusión. Paciencia (la ciencia de la Paz), perspectiva, persistencia, perseverancia.
‘Star’, de Serge Lama (1976) es el tema musical que te propongo hoy.
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