Aprovecho el verano para volver a leer el Lazarillo de Tormes, en la cuidada edición del profesor Francisco Rico (Cátedra), a quien tuve el honor de conocer en la UIMP, cursos de español para extranjeros, en los 80. El Lazarillo, escrito por el gran Alfonso de Valdés, Secretario de Cartas Latinas del Emperador Carlos V, uno de los principales erasmistas y por tanto eminente humanista (así lo demostró la profesora Rosa Navarro Durán), crea una obra de ficción hasta entonces de tipo desconocido, que inaugura la novela moderna (que España haya creado el Lazarillo y el Quijote es algo único).
Si pensamos en Lázaro de Tormes (nacido en un molino junto al río que pasa por Salamanca) desde el punto de vista de la Empleabilidad y hacemos un paralelismo con la actualidad, este joven ingenuo se tiene que “poner a trabajar”, al servicio de una serie de amos, hasta nueve (la obra perfecta). La novela se cierra con la entrada del Emperador Carlos V en Toledo y se publica en 1554. ¿Cómo son estas nueve “empresas” y los “jefes” para los que Lázaro trabaja?
- El ciego. Un tipo astuto (que gana en un mes lo que 100 como él en un año) y absolutamente tacaño. Lázaro aprende con él las malas artes de los negocios. El de Tormes abandona a este “jefe tóxico” por lo mal que lo trata y por lo avaricioso que es (cuando se “reparten” las uvas, el ciego las come dos a dos).
- El clérigo. Después de estar “sin jefe” (freelance, autónomo, emprendedor), en realidad de mendigo, comienza a trabajar para un clérigo, de mayor posición social que el ciego. Sin embargo, Lázaro pasa más hambre que con su jefe anterior. Lo que “aprende” es la hipocresía y la corrupción. El clérigo predica bondad y austeridad (los temas “manstream”, como ahora) y sin embargo hace todo lo contrario, especialmente con su personal. Lázaro huye de la situación y decide marchar a Toledo.
- El escudero. Lázaro llega a Toledo malherido, por las palizas que le ha propinado su amo anterior, y trata de vivir “de nuevo como emprendedor”. Le ofrece trabajo un escudero, del que aprende que las apariencias engañan. Su nuevo jefe se viste y se comporta como si estuviera forrado y no tiene dónde caerse muerto. Como muchas empresas en riesgo de desaparición que se comportan de forma soberbia.
- El fraile de la merced. El cuarto amo de Lázaro es el fraile de la Merced, un hombre religioso y andariego de quien aprende la promiscuidad. Es ek fraile el que le regala el primer par de zapatos. Cansado de caminar y caminar sin propósito, Lázaro se despide de él.
- El buldero. La quinta “empresa por cuenta ajena” del de Tormes es un encargado de vender bulas a los feligreses. Un ejemplo de codicia que, denunciado por Martín Lutero, trajo como consecuencia la separación de los protestantes. Tras cuatro meses con él, Lázaro está harto de su falta de honestidad.
- El pintor y el capellán. El autor escribe sobre ambos amos en el mismo tratado. El sexto amo es un “artista” sin talento comercial y que forma parte de un mundo opuesto al lazarillo. El capellán, el séptimo amo, es un explotador profesional y un oportunista. Lázaro lo sufre durante cuatro años hasta que ha ahorrado lo suficiente para tener algo de ropa y salir pitando.
- El alguacil y el arcipreste de San Salvador. El último tratado está dedicado al octavo y noveno amos: un alguacil cuyos pensamientos y acciones están demasiado cercanos a la muerte y un arcipreste, que le presenta a una de sus criadas, para que sea su mujer. Con ella encuentra la estabilidad y la felicidad de las que hasta entonces carecía.
Desde el planteamiento erasmista (una corriente que formó parte de la corte de Carlos V y que traté en ‘El triunfo del Humanismo en la empresa’), un país que vive del capital exterior (sea el oro de América, el turismo o los fondos europeos) suele adolecer de estos males: avaricia, corrupción, lucha por la supervivencia, individualismo, egoísmo, apariencias que engañan. El pícaro, que cuenta su triste vida, no es un “héroe” que sigue su camino, sino más bien un “antihéroe” que aprende a buscarse la vida porque no le queda otra. Hoy como hace casi 500 años, una víctima de un “Estado fallido” del que se aprovechan unos pocos, sin la educación como “ascensor social” en el que campa la picaresca (pícaro: astuto, bajo, ruín, del francés picard, el que picaba).
Te recomiendo la versión cinematográfica del año 2000, dirigida por Fernando Fernán-Gómez, con lo mejor de nuestros actores, desde “El Brujo” a Juan Luis Galiardo, pasando por Paco Rabal, Manuel Alexandre, Francisco Algora, Álvaro de Luna, Karra Elejalde, Emilio Laguna, José Lifante o Agustín González.
David Asensio, autor de ‘Liderazgo Canalla’ y ‘Mofeta Branding’, escribió el mes pasado el artículo ‘5 ideas para que la creatividad explote en el país de la picaresca’. En primer lugar critica, con más razón que un santo, que queramos ser “nación emprendedora”, como Israel, sin compromiso real ni sociedad civil, en lo que llama “estilo Tupperware”: seguir las modas, decir pero no hacer, tratar de favorecer el emprendimiento con eslóganes y subvenciones. Sí, somos el país de Picasso, Goya y Dalí, de Cervantes, Lope y Quevedo, de una karateka de Talavera que les gana la medalla a los nipones en su propia casa (Sandra es la nueva “Karate Kid”), pero son Quijotes, oasis valiosísimos de talento, esfuerzo y superación en un desierto de pereza, ignorancia y trampas. “Queremos comer caviar con el dinero de los demás”, opina David. ¡Qué razón tiene!
Asensio nos propone, desde la responsabilidad individual y colectiva:
- Empoderar a todo el mundo. Otro nombre para la libertad. “Una sociedad que valore esa seguridad individual y poder transformador de sus ciudadanos es mucho más resistente y tiene un poder en sus manos inmejorable para forjar su futuro.”
- Crear las condiciones para que todo el mundo pueda desarrollarse sin limitaciones. Instituciones no extractivas (de aprovechados) sino inclusivas: abiertas y ágiles. “Las burocracias matan la creatividad, la adormecen, nos acomodan, nos desmotivan.” No aportan valor, lo reducen.
- Cuando crees en ti, tú vas en búsqueda de tus oportunidades, no esperas que el Gobierno te las dé. Como ejemplos, la publicidad o el cine argentinos.
- Borrar del diccionario popular el concepto de fracaso. Lo saben muy bien los mejores del deporte (donde España ha vivido una etapa dorada, gracias a grandes entrenadores): el error es una fuente de aprendizaje, el fracaso te hunde y mina tu autoestima. Una cultura obsesionada con el fracaso es una cultura aversa al riesgo.
- Creer en el futuro, y por tanto en la creatividad. La picaresca es “regate en corto”, “pan para hoy y hambre para mañana”, “el que venga que arree”. La creatividad exige perspectiva, paciencia, persistencia, perseverancia. Pensar en una visión compartida de verdad, en el futuro que nos gustaría.
Gracias, David, por estas reflexiones. Así se vence a Goliat, al conformismo, a los molinos de la inoperancia.
Te animo a releer el Lazarillo, no como obligación escolar, sino para “mirar los males de la patria mía”. En septiembre viene una temporada decisiva. O cambiamos de modelo, desde el Liderazgo Saludable, o vamos a sufrir una decadencia muy poco agradable, fruto de la Globalización, la Tecnología, la sofisticación de los Clientes y la escasez de Talento. Nos toca decidir…y actuar.
‘Libertad’, de Nil Moliner, creo que es la canción que toca. “En busca de la estrella caída”.
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