Suelo empezar estos días viendo los Juegos de Tokio 2020. Tenemos sendos equipos de waterpolo formidables. Nunca en la historia tanto los chicos como las chicas han estado en semifinales. Una maravilla. Mi enhorabuena a ambas selecciones y a sus entrenadores por su éxito.
No deja de sorprenderme la doble perspectiva de los Juegos Olímpicos (este verano, los de Tokio 2020 celebrados sin público un año después). De una parte, es una Guerra Mundial sin armas y sin víctimas mortales. A fecha de ayer, China domina el medallero con 33 oros (69 medallas en total), seguida de Estados Unidos, con 24 oros (73 preseas), Japón con 19 oros (36), Australia con 14 (33) y Rusia con 13 (52). España es nº 32, con un oro y 9 medallas en total. En este “conflicto bélico incruento”, ¿qué pasaría si nos sintiéramos plenamente europeos? Sumaríamos los 13 oros de Gran Bretaña, los 8 de Alemania, los 6 de Francia y de Países Bajos, los 5 de Italia, los 4 de Hungría y de la República Checa, los 3 de Suiza y Croacia, los 2 de Suecia, Polonia, Dinamarca, Eslovenia, más los oros de España, Rumanía, Eslovaquia, Austria, Serbia, Bélgica, Irlanda, Estonia y Letonia (un total de 69 oros, más del doble que China; 254 medallas, 3’5 veces lo que ha ganado Estados Unidos). De otra, la belleza de las reinas y reyes del deporte: en atletismo, natación, gimnasia, etc.
En otro orden de cosas, me preocupa cómo estamos asumiendo, en esta cuádruple crisis (sanitaria, medioambiental, económica y social) estamos perdiendo con naturalidad aspectos esenciales de nuestra vida, como parte de muestra libertad. Entre ellos, los abrazos en particular y las caricias en general.
Ayer, la Dra. Nicole K. McNichols, profesora de la Universidad de Washington en Seattle y autora de ‘La Diversidad en la Sexualidad’., escribió en la web de Psychology Today sobre ‘El impacto emocional y psicológico de las caricias humanas‘, La pandemia, el confinamiento, las mascarillas y la distancia social no han favorecido precisamente las caricias entre las personas, los abrazos y el contacto directo. ¿Hasta qué punto eso es importante?
Hay toda una ciencia del tacto humano, que repasa la Dra. McNichols. Se ha investigado concienzudamente el impacto en los recién nacidos durante la primera hora en vida en el contacto piel con piel: regula la temperatura corporal, el ritmo cardiaco, la respiración y reduce el llanto (Ferber, Feldman, & Makhoul, 2008), además de elevar la oxitocina, la hormona del cariño. En un famoso estudio de Carlson & Earls, con niños de orfanatos de Rumanía, se demostró que éstos tenían menores niveles de desarrollo por falta de caricias.
Los experimentos de Harry Harlow con monos y “madres artificiales” en 1965 revelan el enorme impacto de las caricias en los mamíferos. La privación del tacto genera ansiedad, depresión y estrés. El tacto calma los centros nerviosos, reduce el ritmo cardiaco y la presión sanguínea, así como el cortisol.
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Necesitamos caricias en nuestras vidas. Lindgren, Jacobsson y Lamas demostraron en 2014 que el masaje reduce la depresión. Young y su equipo revelaron en 2020 por quienes tienen mascotas que las caricias son fundamentales para el sistema inmune, más necesario hoy que nunca.
La Dra. McNichols explica finalmente la importancia del consentimiento. No vale que nos abrace cualquiera. Necesitamos que nos abracen, acaricien y besen la persona a la que queremos. Tal es la conexión entre lo emocional, lo mental y lo íisico respecto a las caricias. Que
Anoche estuve viendo en YouTube el documental de DW ‘El misterio de “La última cena” de Leonardo da Vinci. Fascinante.
Como sabes, sólo el 20% de esta maravillosa pintura, una de las obras maestras del arte universal, permanece intacta. Sin embargo, como el rey Luis XII de Francia quedó embelesado cuando la vio en Santa María de la Gracia en Milán, pidió una copia a Leonardo da Vinci. Jean-Pierre Isbouts y Christopher Heath Brown han seguido el rastro de este lienzo hasta la remota abadía de Tongerlo, a una hora de Amberes.
EL lienzo fue pinto por Andrea Solario, discípulo de Leonardo que trabajó para el monarca francés. Al parecer, el propio Leonardo pintó a Jesucristo y San Juan (puesto que no hay bocetos debajo de la pintura, como se ha podido ver por rayos X).
Al parecer, hay otra copia, liderada por Giampetrino (1508-1549) y Giovanni Antonio Boltraffio (1467 – 1516), que está en la Royal Academy de Londres y por la que se pagó una fortuna (600 guineas en 1821).
También estuve viendo “El mejor monólogo de 2020”, por Leo Harlem. En el Congreso Nacional de Abogacía de Valladolid, su ciudad natal.
La canción de hoy, ‘Abrázame’ en la versión mexicana de Alejandro Fernández.
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