Este último fin de semana de julio, y por tanto de la temporada, he elegido reducir mi conexión de digital -que roza la adicción- y tratar de aprender sobre la Compasión con tres grandes maestros: Desmond Tutu, la madre Teresa de Calcuta y el Dalai Lama.
¿Usar la cabeza para una vida más compasiva cuando se trata de tener un “mejor corazón”? Ese es el reto, me temo.
La Compasión es un sentimiento (está en el “teatro de la mente”, nos enseña el neurólogo Antonio Damasio, a diferencia de las emociones, reacciones neurológicas que están “en el teatro del cuerpo”). Un sentimiento, según el Diccionario de la Real Academia, de pena, de ternura y de identificación con los males de alguien. En hebreo, ra jám es la misericordia, la piedad. Nuestro desafío como seres humanos, más allá de albergar el sentimiento, es convertirlo en comportamiento (o mejor, en comportamiento habitual) para aliviar el sufrimiento de la persona y transformarlo en bienestar.
Sólo las almas grandes convierten la Compasión en un valor vivido, en una guía práctica de actuación en lo personal y social.
El Arzobispo sudafricano Desmond Tutu, premio Nobel de la Paz 1984, fue mucho más allá de la lucha contra el apartheid en la búsqueda de una sociedad mucho más justa y equitativa. “No estoy interesado en recoger las migajas de compasión que arroja de la mesa alguien que se considera mi amo. Quiero el menú completo de derechos”, tiene escrito. A sus 90 años, Desmond Tutu tiene muy claro que la compasión y la orientación al otro siempre prevalecen sobre la maldad y el egoísmo. Fue él quien acuñó la expresión “nación arco iris” como expresión de la diversidad étnica en su país , un concepto que el Liderazgo de Nelson Mandela convirtió en una realidad palpable. Lleva 11 años apartado voluntariamente de la vida pública, pero su legado es intemporal.
Tutu es hijo de maestro y ha llegado a ser Rector. La Madre Teresa de Calcuta (1910-1997) fue una monja de origen albanés, profesora (me gusta la íntima conexión entre docencia y empatía), que durante casi medio siglo atendió a pobres, enfermos, huérfanos y moribundos. Premio Nobel de la Paz en 1979, nos enseñó que la falta de Amor es la mayor pobreza del ser humano. De ella es la frase cardinal, “Ama hasta que te duela; si te duele, es buena señal”. Confiaba tanto o más en la Providencia que en la medicina y practicaba como pocas la escucha atenta y el cuidado. Una “pequeña flor” (así era su nombre, Agnes “Gonxha”) que sufrió sus crisis de Fe y supo tirar adelante.
Para el XIV Dalai Lama, la compasión es la fuente de la Felicidad. Es el sentido de la trascendencia. En su libro ‘El arte de la compasión’, explica la misma como proximidad al dolor de los demás y buena voluntad para aliviar el dolor ajeno. Porque el espíritu humano tiene dones (talento), pero también serias limitaciones, por lo que debemos apelar al amor incondicional. En un diálogo con estudiantes en el MIT, contaba que la salud depende de un estado mental feliz, y éste sólo ocurre cuando nos preocupamos y nos ocupamos de los demás. El afecto, el apego, es imprescindible para la supervivencia. El budismo enseña que, cuando nos vemos invadidos por una emoción negativa, no podemos ver la realidad. Nos nubla. Con la ira, tomamos decisiones equivocadas; la compasión nos da fuerza interior y reduce el miedo.
Camus escribió que “tod@s sufrimos nuestros estragos, nuestros delitos, nuestros lugares de exilio”. Se da la circunstancia de que el arzobispo Tutu, la madre Teresa y el Dalai Lama comparten la personalidad de los ayudadores (los “Dos” del eneagrama), personas emocionales y extrovertidas, con un profundo deseo de ser amados. Ahí reside nuestra herida y nuestro miedo: en sentirnos indignos, indeseados. Por ello, en situaciones de tranquilidad, evolucionamos hacia la creatividad de los auto-alimentados y los emocionalmente conscientes. Pero en situaciones de distrés, de estrés negativo, nos desintegramos en la agresividad visceral para con nosotros y con los demás. Una terrible paradoja. Los ayudadores necesitan relajarse y tomarse tiempo, distancia, perspectiva frente al orgullo insano.
Compasión desde la percepción, el sentimiento, el pensamiento y la acción. Te recomiendo ‘Doce pasos hacia una vida compasiva’, de Karen Armstrong, la especialista británica en religión comparada, premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2017.
Los doce pasos son los siguientes:
- Aprende sobre la compasión
- Mira tu propio mundo
- Ten compasión por ti mism@
- Practica la Empatía.
- Pasa a la Acción.
- Convierte el mindfulness en un hábito.
- Humildad: reconoce lo poco que sabemos
- Comunicación: ¿cómo deberíamos hablarnos unos a otros?
- Muestra interés por todo el mundo.
- Conocimiento.
- Reconocimiento.
- Ama a tus enemigos.
Karen Armstrong nos recuerda que la guerra de Troya no acabó con el abrazo entre Aquiles y Príamo, sino cuando esta preciosa ciudad fue destruida. “El intento de llegar a ser una persona compasiva es un proyecto de por vida. No se logra en una hora ni en un día, ni siquiera en doce pasos. Es una batalla que durará hasta la hora de la muerte. Casi todos los días fracasaremos; pero no podemos abandonar”.
La Compasión nos hace humamos; la falta de ella nos convierte en las peores bestias. Por eso es el pilar del Liderazgo Femenino (que es cultura, no biología). Me he prometido a mí mismo para este verano, además de seguir aprendiendo de Desmond Tutu, la madre Teresa y el Dalai Lama como grandes “ayudadores”, trabajarme la auto-compasión, la relajación y la atención como palancas de la Compasión.
‘I won’t let go’ de Rascal Flatts. No estás sol@.
I will stand by you
I will help you through
When you’ve done all you can do
If you can’t cope
I will dry your eyes
I will fight your fight
I will hold you tight
And I won’t let go.
La entrada Vivir desde la Compasión se publicó primero en HABLEMOS DE TECNO TALENTO.