El Talento es dinámico (mentalidad de crecimiento) y la mayor parte de las veces se echa a perder porque no dejan que florezca, que se cultive.
Ayer fuimos a ver una excelente película francesa, ‘Envidia sana’, protagonizada por Bénérice Bejo (la inolvidable protagonista de ‘The artist’), Vincent Cassel (‘Cisne negro’, ‘Especiales’), Florence Foresti (Asterix, ‘Ant Bully’) y François Damiens (‘Los seductores’, ‘La delicadeza’). El título original es “Le bonheur des uns”, en alusión al refrán “le bonheur des uns fait le malheur des autres” (la desgracias de unos provoca la felicidad de otros).
Léa es una dependienta de tienda en un centro comercial, con un jefe que apenas la valora, y que tiene una pareja, Marc (el ex de Mónica Belluci), mando intermedio en una fábrica de aluminio, que decide por ella porque la cree incompetente. Una buena chica queriendo complacer siempre a los demás. Su mejor amiga, Karine, es una egocéntrica y el marido de ésta, Francis, un vendedor inmobiliario con supuesto éxito en la vida (pero a quien Karine considera un bobo) que le gustaría ser artista y se frustra con facilidad. En la primera escena de la película, Léa se queda sin el postre que quería (una ‘isla flotante’, título de la obra de teatro del propio Daniel Cohen, que adapta al cine) porque los demás no le secundan. La armonía de este “grupo de amigos”, en realidad un entono machista y asfixiante, se rompe cuando la pobrecita, gran observadora y con talento literario, es reconocida como tal por un gran escritor y una editorial de primer nivel que convierte su primer libro en un gran éxito. Entonces se muestran las miserias humanas, porque la “envidia sana” de amigas y pareja no es tal, sino “envidia cochina” de su propia incapacidad.
La “isla flotante”, postre típicamente francés, es un merengue que reposa sobre una crema inglesa. Hay que ejecutar bien el merengue y evitar que se corte la crema inglesa (natillas, pero casi sin fécula). Una estupenda metáfora del Talento. O flota, o se hunde en la mediocridad.
Por la noche, estuve viendo el último episodio de la Segunda Temporada de El Cid (Amazon Prime Video). Fernando I de Castilla repartió sus reino al fallecer (1065): a Sancho le otorgó Castilla, a Alfonso León y a García, Galicia (a Elvira, Toro y a Urraca, Zamora). Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid Campeador sirvió al rey de Castilla, que venció a su hermano en las batallas de Llantada y Golpejera, y `persigue a la hermana de ambos, Urraca, hasta Zamora. Los zamoranos la defienden y aceptan el asedio. El Cid, por su honor, se niega a esa locura y deja a su rey (en ese momento, en el que Rodrigo está ante la tumba de su padre, acaba la temporada).
La historia nos cuenta que el asedio a la ciudad de Zamora duró siete meses y seis días (de ahí el dicho “Zamora no se ganó en una hora”), y finalizó con la traición de Vellido Dolfos, que asesinó al rey Sancho a los pies de la muralla el 6 de octubre de 1072. La consecuencia fue la “Jura de Santa Gadea”, en la que el rey Alfonso VI el Bravo quiso demostrar que no había participado en ese regicidio. Más allá de los Cantares de Gesta, la Jura no se celebró en Santa Gadea, Burgos, sino en la iglesia de Santiago de los Caballeros de Zamora, donde se había armado caballero a Rodrigo y en la que el propio Alfonso y el Cid asistían a misa de niños.
La historia del Campeador y la ficción de ‘Envidia Sana’, de la que se podría hacer un magnífico Cine Fórum, nos animan a reflexionar sobre el poder del Contexto. El Talento es “capacidad por compromiso” (la definición de Dave Ulrich), a lo que hemos de añadir, “en el contexto adecuado”. Porque ciertos contextos provincianos ahogan el talento, lo dejan sin respiración. Es fácil acostumbrarse a una vida mediocre y supuestamente tranquila, desconociendo el enorme coste de oportunidad de no liberar la pasión y convertirla, a través de la misión personal, en una profesión destacada.
Para “profesar” (seguir tu Fe) hay que “desafiar” (bajarte de la Fe de los demás), como hizo Ruy con el rey al que servía. Porque la lealtad no es servilismo. Las personas serviles se abandonan a los deseos de los demás, casi siempre egoístas (como la “amiga” Karine, que compite con Léa y la considera poca cosa, hasta el punto de criticar su libro de forma inmisericorde, o su pareja Marc, que no puede soportar su éxito). La Lealtad es el respeto y fidelidad, con criterio, a los propios principios morales. Quien desprecia tu talento no merece que le sigas.
¿”Quien bien te quiere te hará llorar”? No. Quien bien te quiere, te hará brillar. Despuntar, alzar el vuelo, lograr tus sueños. El Talento va de dentro hacia fuera (como Léa, que disfruta escribiendo a pesar de las circunstancias adversas, y no sus supuestos amigos, que desean triunfar en la literatura, la música, la escultura o la gastronomía por el hecho de ser ricos y famosos) y suelen impedirlo los contextos sofocantes, opresivos, demoledores. Necesitas respirar, descubrir el aire fresco…
Tenemos que pasar al siguiente nivel, al del Talento (poner en valor, de verdad, lo que sabemos, queremos y podemos hacer) y la Magia, una forma muy especial de comunicación y por tanto de imagen. Liderazgo de Campeador/a (el/la que desafía el campo de batalla con acciones señaladas, que no teme al combate por lo que cree que es justo).
En la nueva temporada que se avecina tras agosto, apuesta por tu Talento. Impide que te lo arrebaten sutilmente.
“Tocada por el fuego, y que el mundo me vea arder” es la canción de hoy. Así es nuestro indómito espíritu.
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