Tras un tiempo soleado, el dios de la lluvia llora sobre Madrid y sus terrazas. Nada es eterno.
Esta tarde a partir de las 7 en Instagram Directo el profesor Roberto Luna (Universidad de Valencia) y su editor, Roger Domingo, conversarán sobre el libro LIDERAR EL TALENTO, comentado en este blog. Bob Moon (como me gusta llamar a mi amigo Roberto) es una de los académicos que más sabe sobre el Talento y su gestión en nuestro país (su manual es imprescindible) y mi también amigo Roger uno de los mejores editores. Aprenderemos mucho de este diálogo.
El Panóptico de José Antonio Marina que comenté ayer (nº 30) sobre ¡Política ancestral y política ilustrada’ me recordó su libro ‘La lucha por la dignidad: teoría de la felicidad política’, coescrito con la profesora María de la Válgoma.
“El anhelo de felicidad es común a todo ser humano, pero sólo podemos alcanzarla integrados en una sociedad más justa que nos permita desarrollar nuestras posibilidades, es decir, alcanzando la felicidad política. La inteligencia crea el Derecho para librarse de la ley del más fuerte, y las normas morales para dirigir la conducta y organizar la convivencia; pero, además, sobre la identidad biológica recibida, inventa una nueva posibilidad, la de constituirnos como especie dotada de dignidad, es decir, de derechos. Éste es el gran proyecto de la inteligencia creadora, que le permite conciliar ambas metas, la personal y la social. El mundo occidental, instalado en la modorra y la comodidad de sus derechos adquiridos, olvida que éste es un proyecto inconcluso que hay que continuar realizando, manteniendo y ampliando, por eso es necesario recordar con cuanto esfuerzo y dolor se han alcanzado los derechos de los que disfrutamos y la precariedad y el alcance limitado de lo conseguido (…) La inteligencia humana descubre que sólo afirmando el valor intrínseco de cada ser humano podemos luchar eficazmente contra las lacras que nos asolan- discriminación, intolerancia, arbitrariedad, tiranía, violencia, guerras, miseria… Ése valor es la dignidad, de la que penden los derechos y las obligaciones del ser humano. Y, en nuestro proceso de construcción de una nueva Humanidad, necesitamos ir más allá y elaborar una Constitución Universal, que lleve nuestros anhelos y exigencias a su plenitud.”
Me interesa mucho el tema de la DIGNIDAD humana, tanto a nivel social como personal, y por ello he estado leyendo: ‘Dignidad. Su papel esencial para resolver conflictos’, de la Dra. Donna Hicks, profesora de asuntos internacionales de la Universidad de Harvard, con prólogo del arzobispo sudafricano Desmond Tutu y publicado por Yale University Press en 2011.
También hace diez años, la Dra, Hicks publicaba un artículo en ‘Psychology Today’ sobre la importancia de la Dignidad. Todo el mundo coincide en lo esencial que es, pero la mayoría de la gente no sabría explicar bien por qué.
La dignidad es la clave de toda interacción. La experiencia de Donna Hicks en resolución de conflictos (Oriente Medio, Irlanda del Norte, Colombia) le ha llevado a tener muy claro que muchos conflictos se abordan sin tener en cuenta el conflicto subterráneo existente entre las partes, lo que condiciona fuertemente el diálogo. Se trata de las heridas emocionales recibidas por la otra parte. Heridas de las que no se habla en público, y sin embargo, “resulta crucial para que pueda haber entendimiento”. Su acierto como mediadora consiste en saber plantear este conflicto subterráneo en términos que permiten un diálogo honesto: “Resulta más eficaz preguntar a las partes en litigio que hablen sobre las heridas que ha sufrido su propia dignidad personal”. Abordar en estos términos el problema permite desbloquear el diálogo. Cada parte puede tomar consciencia de su responsabilidad moral al escuchar de qué modo ha herido emocionalmente al otro. Para la Dra. Hicks, “el concepto de dignidad proporciona un lenguaje común porque se trata de una realidad universal”. El hallazgo principal de esta investigadora se basa en la distinción entre dignidad, “que todos compartimos por tratarse de una realidad inherente e innata”, y respeto, “que puede ganarse o perderse según nuestro comportamiento con los demás”.
En la misma publicación electrónica, la psicóloga australiana Ahona Guha escribía el 30 de mayo de este año sobre la gestión del auto sabotaje. El primer paso es reconocer que nos estamos autosaboteando (la causa suele ser el miedo a conseguir logros especiales, por nuestra historia personal), ser conscientes de que está ocurriendo, y a partir de ahí:
- Identificar las pautas, lo que se repite.
- Considerar los costes.
- Clarificar nuestros valores y objetivos.
- Comportatnos de forma opuesta a como lo hemos hecho en el pasado.
Es cuestión de cognición (pensamiento), de introspección (conócete a ti mism@) y de inteligencia emocional. Podemos romper el “círculo vicioso”. La relación entre autosabotaje y baja autoestima genera una hydra bicéfala: la falta de autoconfianza (que es precisamente el sumatorio de autoestima y autodignidad) provoca que esa voz que nos anula crezca considerablemente. De ambos, sabotaje y baja autoestima, surge una infravaloración excesiva que mina nuestros avances y se convierte en una profecía autocumplida (en sentido negativo).
“Ninguna persona puede sentirse cómoda sin su propia aprobación” (Mark Twain).
¿Hay esperanza? Sí, claro que sí, Desde el Amor, el que te tengan las personas que más te quieren y que animan a que te quieras más a ti mism@.
La entrada La política de la dignidad y el coste del autosabotaje se publicó primero en HABLEMOS DE TECNO TALENTO.