Ayer tuve la ocasión de visitar, junto con varias directivas de una de las principales fundaciones de nuestro país, el colegio Trilema El Pilar. La Fundación Trilema, que lidera Carmen Pellicer, sirve al propósito de la excelencia educativa para los alumnos más vulnerables. No hay mejor inversión para una sociedad. Es el único ascensor social y la única esperanza de futuro. La buena noticia es que las Escuelas Trilema son el ejemplo de la Educación que necesitamos.
He estado leyendo ‘LA CASA DEL AHORCADO. Cómo el tabú asfixia la democracia occidental’, del periodista Juan Soto Ivars, que parte de una cita de El Quijote: “¿Dónde hallaste vos ser bueno el nombrar la soga en la casa del ahorcado?” Para el autor, uno de los mayores peligros de nuestra sociedad es la fractura tribal del identarismo, que se manifiesta en los tabúes.
¿Qué son los tabúes? Estructuras de pensamiento tribal que en su sentido positivo contribuyen al correcto funcionamiento de las comunidades, por su valor simbólicos. Cuando una sociedad está dominada por moralistas que vigilan, juzgan y se dedican a condenar las opiniones de sus vecinos, sus integrantes acaban ocultando sus pensamientos por miedo a que se les cuelguen una etiqueta que destroce su reputación. Las opiniones “políticamente poco correctas”, presentes en la izquierda y la derecha, se van convirtiendo en tabúes y algunas verdades quedan ocultas a la luz pública.
Para Juan Soto Ivars, existen dos clases de tabú: los que mantienen la unidad social y los que la dividen. Por ello, en este segundo grupo existe la llamada “cultura de la cancelación”, con campañas de censura que atacan a quienes han cometido el único error de hacer o decir algo que molesta a una determinada minoría cultural (como ejemplo, la actriz Scarlett Johansson, que tuvo que renunciar a interpretar un personaje transexual, Dante ‘Tex’ Gill, en la película ‘Rub & Tug’. por la presión de esa minoría).
La corrección política como señal de tráfico moral que se ha convertido en uno de los mayores generadores de tabúes de la sociedad contemporánea. Para Juan Soto Ivars, hay una innegable guerra de tribus. Ciertas personas defienden su identidad desde la ira y el resentimiento, evitando cualquier pluralidad posible. No defienden sus propias ideas sino que atacan las de sus enemigos, en plan “Juego de Tronos”. Una nueva forma de censura contra los símbolos del otro.
Entrevistado hace unas semanas por Alberto Olmos para ‘El Confidencial‘, confesaba que su misión era contemplar la degeneración de los valores clásicos, denunciarlo y asumir las consecuencias. En la solapa, Juan Soto Ivars afirma que “desde que tiene un hijo, todo lo demás le da igual”. Una valiente forma de diferenciar entre escribir un libro y tener un vástago (algo que, por cierto, un servidor le pudo escuchar a la gran Ana Mª Matute en el Palacio de la Magdalena hace años). “Un libro lo puede escribir cualquiera; criar un hijo es otro cantar”.
Los niños son personas sometidas por completo a la ley del tabú, en opinión de Juan Soto Ivars. “A los niños se les impide decir esto, tocar eso, hacer aquello que los adultos pueden decir, tocar y hacer. Pero, además, en esta sociedad, dominada por un sistema que confunde la emancipación y el empoderamiento con estar solo, no necesitar a nadie y que nadie te necesite, creo que la mera idea de tener hijos opera como tabú. Por ejemplo, una mujer de treinta y pico años que tiene cuatro hijos es poco menos que una apestada. Para la mujer es peligroso decir que renuncia a su carrera porque prefiere quedarse con los críos. En cambio, un hombre así queda hoy muy bien. Vemos un tabú que ha migrado de un sexo a otro…”
“El tabú es infinitamente más complejo y escurridizo que la censura o las cosas prohibidas. Es una figura simbólica que opera en prohibiciones, pero también en cosas que no lo son, por ejemplo en lo que no podemos ni pensar, como la posibilidad, hace un año, de que una pandemia dejara el supermercado sin papel higiénico en Occidente. ¿Estaba prohibido decir que eso podía pasar? En absoluto. Pero para muchos (y me incluyo) esta idea era tabú. Uno de los tabúes de las sociedades capitalistas es que la cosa se acaba. ¿Está prohibido decirlo? De nuevo, no. Pero la incredulidad es un muro, pese a todas esas películas apocalípticas que nos gusta ver.” Por eso en el libro cita a Wilhelm Wundt, que definía el tabú como la persona, lugar o cosa “donde la impureza y la santidad no están diferenciadas”. La ambigüedad es central en todo tabú. “El tabú es, más que bueno o malo, inevitable.”
Esta claro que a Juan Soto Ivars le encanta provocar; por eso, en el citado librado combina la actualidad con el asesinato de James Cook en Hawai en 1779, utiliza los diarios de juventud de Goebbles para hablar de la soledad en nuestro tiempo que lleva a los identitarismos más extremos o evoca la Ginebra de Calvino para hablar de grupos oprimidos como Black Lives Matter, o de la bomba atómica para compararla con cómo Silicon Valley produce una tecnología que toma sus propias decisiones sin contacto con la ética. “Creo que nuestro pecado capital es el adanismo, creernos los primeros habitantes del Edén”. Narcisismo, Soberbia y Decadencia. El tribalismo acaba con cualquier sociedad abierta.
¿Hay esperanza? Cuando un@ contempla “la buena educación” de l@s alumn@s de Trilema, en los que se fomenta el pensamiento crítico, los valores vividos (virtudes) y el compañerismo, sabemos que. como centauros, van a emplear las últimas tecnologías con una cabeza y un corazón bien amueblados.
El tema musical de hoy, ‘Higher Power’. El regreso de una gran banda.
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