La edición nº 35 de los Goya emitida anoche en televisión es un magnífico ejemplo de las ventajas y los límites de la tecnología. Nuestra gratitud a Antonio Banderas, que asumió el Liderazgo y tiró de sus amigos de Hollywood, incluida su ex, Melanie Griffith. Sin embargo, con toda la buena voluntad del mundo y el deseo de generar espectáculo, tener a los nominados por Zoom no tiene nada que ver con ediciones presenciales. No lo olvidemos cuando podamos volver a estar juntos. El contacto humano es insustituible, y por lo ello más eficiente si medimos los intangibles (cuidado con los financieros de vieja escuela). Mariano Barroso, excelente director (3 Goyas), presidente de la Academia, debería mejorar
‘ÉTICA PARA TIEMPOS OSCUROS. VALORES UNIVERSALES `PARA EL SIGLO XXI’ es el nuevo libro de Markus Gabriel, el filósofo más mediático de Alemania. En sus palabras, “nuestra sociedad científica y ultramoderna del siglo XXI ha producido, sobre la base del avance tecnológico y científico, sistemas que bloquean el progreso moral por cuanto las noticias falsas, la vigilancia digital, la propaganda y la ciberguerra hacen que perdamos la confianza en la verdad, el conocimiento, la realdad y nuestra conciencia. Tal es la pandemia de nuestro tiempo, Tal es la paradoja de nuestro tiempo. Para corregir este problema, resulta urgente y necesario situar en el centro de la reflexión moral una imagen de nosotros mismos, los seres humanos, como seres vivos y reflexivos. Esta nueva ilustración requiere, en consecuencia, situar la idea del progreso moral en la cima de la estructura de objetivos de nuestra sociedad en su conjunto, y orientar a esta luz los sistemas parciales de la ciencia, la economía, la política y la sociedad civil. Va siendo hora, pues, de ser ciudadanos del mundo, y no de un Estado: cosmopolitas, y no consumidores egoñistas. Cualquier otra cosa nos aniquilará”.
Una crisis de valores (valores éticos de validez universal) agravada por el coronavirus. “Políticos nacionalistas como Orban, Xi Jiping, Putin y Trump aprovechan la marea favorable para imponer, con la excusa de combatir la pandemia, objetivos políticos que antes habrían resultado inconcebibles”. El profesor Gabriel (que dirige el Centro Internacional de Filosofía de la Universidad de Bonn y es catedrático de Epistemología en esa institución académica) parte acertadamente del realismo moral: existen hechos morales que son independientes de las opiniones personales, cognoscibles (humanismo) y válidos para todos los tiempos (universalismo). No existen algoritmos morales, respecto a la Ética nos podemos equivocar pero eso no significa que no haya una senda de progreso moral. Existe lo moralmente aconsejable, lo moralmente permitido y lo moralmente reprobable, como el acoso sexual o laboral, por ejemplo.
La legitimidad democrática se encuadra dentro de un código de valores y por tanto difiere de la mera legalidad. La moral pesa más que la mayoría. Frente al relativismo cultural (que es “la ley del más fuerte”), hemos de reivindicar el realismo y diferenciar “valores judeocristianos” de la Ética universal: “Por naturaleza, la intolerancia se rebela contra la tolerancia e intenta destruirla”. Cuidado con el pluralismo de los valores, con el nihilismo de los valores, con la abominable confusión de Nietzsche (las personas han inventado el valor de los valores), Los hechos morales existen; los dilemas éticos, no. El Universalismo no es eurocéntrico. Un error no es lo mismo que una mentira (algo falso presentado como cierto a sabiendas de que no es verdadero). El imperativo categórico de Kant es un factor esencial de cohesión social. Con o sin Dios, estamos en el reino de los fines: pegar a los niños es tan detestable hoy como hace 150 años.
El segundo bloque del libro Markus Gabriel lo dedica a la IDENTIDAD SOCIAL. Por qué el racismo, la xenofobia o la misoginia siempre han sido malos. Todos los recursos son escasos; también los simbólicos. Pasar de la política de la identidad a la política de la diferencia es levantar el velo de la deshumanización. Cuidado con el higienismo, que puede alimentar el Covid-19. Frente al relativismo de la “incapacidad culpable”, un hecho es una verdad. El Brexit, los nacionalismos, los populismos son ejemplos de políticas identitarias confusas. La política de la indiferencia nos lleva al daltonismo.
Progreso moral en el siglo XXI. Consiste en reconocer y difundir hechos morales. Es la nueva Ilustración. “El ser humano es el creador de su vida en tanto que vida humana; somete las circunstancias a su voluntad y necesidades y, salvo ante la muerte, siempre tiene una solución” (Hans Jonas). Ninguna concepción del ser humano justifica la esclavitud. O progresamos moralmente o retrocedemos (aunque sea por “imperativo virológico”), O altruismo o egoísmo. Ética para todos: “Necesitamos una estructura económica moral, sistemáticamente sostenible, cuya creación de valor añadido se vincule sistemáticamente al ideal de progreso social para todos los seres humanos; una economía humana de mercado que no se centre en el crecimiento ilimitado”. No podemos vivir una buena vida como analfabetos éticos.
Un manual filosófico de enorme éxito en Alemania (cinco ediciones en tres meses, en lo más alto de los best.sellers de ensayo), que plantea de una forma clara e innovadora cómo deben cooperar la Filosofía, la Economía, la Política y la Ciencia para arrojar luz en tiempos tan oscuros.
La canción de hoy, de Nil Moliner en acústico: “Déjame escapar”.
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