Domingo 24. Un día especial. Paciencia sin límites y de exquisita delicadeza.
El 46º presidente de los Estados Unidos de América, el segundo católico tras John Fitzgerald Kennedy, juró el pasado miércoles sobre una Biblia propiedad de su familia desde 1893 (con ella ha jurado todos los cargos de su carrera política, desde que fue elegido Senador a los 30 años), una Biblia que mide 13 centímetros de ancho, decorada con una cruz celta, traducción al inglés del siglo XVI, y finalizó con la fórmula: “Así que Dios, ayúdame”. De las poco más de 2.500 palabras que utilizó en su discurso, mencionó a Dios en cinco ocasiones.
El momento álgido para expresar la unidad social que pretende en su mandato es cuando citó a San Agustín. “Hace muchos siglos San Agustín, un santo de mi Iglesia, escribió que un pueblo es una multitud definida por los objetos comunes de su amor”. “¿Cuáles son los objetos comunes que amamos y que nos definen como estadounidenses? Creo que lo sé: oportunidad, seguridad, libertad, dignidad, respeto, honor y, sí, la verdad”.
La definición de Agustín de Hipona (354-430) sobre los que es una comunidad humana es maravillosa: “conjunto multitudinario de seres racionales asociados en virtud de una participación concorde en unos intereses comunes” (La Ciudad de Dios, libro 19, capítulo 24). Somos seres racionales (no lo olvidemos, en estos tiempos en los que el relato emocional se vuelve irracional), asociados en virtud (valores vividos, no simplemente enunciados) que participan (la libertad) en coherencia con intereses comunes (es mucho más lo que nos une que lo que nos divide). Para esos siete valores: oportunidad, seguridad, libertad, dignidad, respeto, honor y verdad, la filosofía agustiniana viene como anillo al dedo. Así triunfa la democracia, así se une a la nación, así se acaba con la polarización extrema y violenta.
En una entrevista de 1997, Isabel San Sebastián le pregunta al premio Nobel Camilo José Cela (1916-2002) qué le preocupa más: ETA, el GAL, el Decreto sobre Humanidades, el medicamentazo o el grupo que le ha tocado a la selección española de fútbol. “Probablemente el de las Humanidades”. Preclaro.
Un buen ejemplo de este mundo que en general desconoce las Humanidades es ignorar la aportación de San Agustín en nuestro pensamiento. Cuando San Agustín muere en Hipona (en la actual Argelia) en 430, los bárbaros están a las puertas de la ciudad. Por tanto, se trata del último de los pensadores clásicos, desde Platón a Quintiliano, y el primero de los medievales. Ha marcado el pensamiento cristiano del último milenio y medio, tanto el de la Edad Media de Bernardo de Claraval y Tomás de Aquino como el humanista de Erasmo y Luis Vives. No olvidemos que Martín Lutero (La ética protestante y el espíritu del capitalismo) pertenecía a la orden de San Agustín.
Agustín nace en Tagaste en el 354, hijo de un bereber romanizado (Patricio) y una cristiana convencida (Mónica). Por entonces, tanto el sur de Europa como el norte de África formaban una unidad en torno al mare nostrum. Estudia en Madaure y en Cartago, marcha a Roma (donde enseña oratoria) y a Milán, donde se ve influido por el obispo Ambrosio. Pasa de maniqueo a neoplatónico, y se convierte al cristianismo en agosto el 387, a los 33 años.
Leyendo el estupendo texto de Oriol Ponsatí-Murlà, Doctor en Filosofía por la Universitat de Girona, sobre San Agustín (Comprender la Filosofía, 2019) nos percatamos de que el pensamiento agustiniano es plenamente actual en cinco claves:
- COMPRENDER PARA CREER, CREER PARA COMPRENDER. San Agustín es el primer pensador que concilia Fe y Razón. La razón conduce a la Fe (“Procura con toda tu alma comprender mediante la inteligencia”) y viceversa: “La Fe busca, el intelecto encuentra”. En ambas está el conocimiento, del que tan necesitad@s estamos en nuestros días. La Fe orienta a la Verdad; la razón la esclarece. No se trata sólo de creer, sino de reconocer.
- TIEMPO Y ETERNIDAD. “¿Qué es el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé. Si tengo que explicarlo, ya no lo sé”. La creación es temporal, aunque Dios tenga una naturaleza eterna. El tiempo es asimétrico: pasado (fundamentado en la memoria), presente (lo actual) y futuro (expectativas). Frente a Aristóteles (“el tiempo es el número del movimiento”), para San Agustín el tiempo es duración y tiene lugar en nuestro interior (se anticipa a la relatividad de Einstein).
- DOCTRINA DE LA GRACIA. El papel de la Libertad. “Las buenas obras siguen al que recibe la gracia; no producen ellas la gracia, antes bien son fruto de la gracia”. San Agustín cree en el libre albedrío (el ser humano puede obrar bien o mal), en tanto que Martín Lutero preconiza la predestinación: sólo la gracia salva y Dios decide a quién se la da. Es la diferencia entre las creencias de Joe Biden como católico y las de los evangélicos y los “cristianos renacidos”, tan seguidores de Trump.
- FILOSOFÍA CRISTIANA DE LA HISTORIA. Es la definición de comunidad, de pueblo, a la que se refirió el presidente Biden en su toma de posesión. “Donde no hay verdadera justicia no puede haber un pueblo” (Cicerón). De lo terreno (sed de poder, de conquista, de persecución de lo material, de veneración de falsos dioses) a la “Ciudad de Dios” (Amor, comunidad, fieles). El Amor como motor del ser humano para actuar. La Paz (tan necesaria en tiempos de “guerra incivil” es el punto de encuentro entre las dos ciudades, la terrenal y la divina.
- EL CONOCIMIENTO ES ILUMINACIÓN. En su Teoría del Conocimiento, San Agustín parte de las sensaciones (los cinco sentidos) para llegar a lo intelectual. Dios posee razones eternas; los animales, razones seminales; los seres humanos, razón inferior (Ciencia, conocimiento del mundo sensible) y razón superior (Sabiduría). Del Big Data a la Iluminación.
San Agustín publicó más de de 100 libros en 43 años, desde el 386 al 430. Obras autobiográficas como las Confesiones y las Retractaciones, filosóficas y pedagógicas como Contra los académicos, Sobre la vida feliz o Sobre la inmortalidad del alma, apologéticas como La Ciudad de Dios o Sobre la Trinidad, polémicas contra las herejías y exegéticas, en las que comenta textos bíblicos como los Salmos o el Evangelio de Juan.
En la mencionada inauguración, Joe Biden citó las Sagradas Escrituras: “El llanto puede durar toda la noche, pero a la mañana vendrá el grito de alegría” (Salmo 30, del rey David). El fin de la pandemia y una nueva esperanza. E invitó a un momento de oración silenciosa en el que mostró su Fe.
Dos apuntes adicionales: el Jefe de gabinete de Joe Biden, Steven J. Ricchetti, que ha llevado la campaña electoral del actual POTUS. Nacido en Ohio, sirvió en la Casa Blanca de la administración Clinton de 1993 a 1997, fue Jefe de gabinete de operaciones del Presidente Bill Clinton de 1998 a 2001, lobbista y Jefe de Gabinete del VP Biden (administración Obama) de 2013 a 2017. Es miembro del Consejo Asesor de la Universidad de Indiana.
Y la historia de amor de Kamala Harris y su marido, Doug Emhoff, el “segundo caballero” de EE UU. La actual VP se casó con él, divorciado y con dos hijos, con más de 40 años. En 2014 se casaron en una ceremonia civil en Santa Bárbara, California. Así lo cuenta Kamala en su libro ‘The Truths We Hold” (Las verdades que mantenemos), comentado en este Blog. Ella pensaba que nunca caminaría del brazo de un hombre si no fuera “the one” (el único). “Amo a mi marido. Es divertido. Es bueno. Es paciente. Le gusta cómo cocino. Es un gran hombre”. Sus hijastros, Cole y Ella (en honor a Cole Porter y Ella Fitgerald), veinteañeros, le llaman “Momala” (de Mother y Kamala). Para ella es un “cargo” más importante que el de Vicepresidenta.
Ayer por la tarde volví a ver en Telemadrid la deliciosa ‘El amor tiene dos caras’ (1996) de Barbra Streisand y Jeff Bridges. ‘I finally found someone’, que canta la Streisand con Bryan Adams en la escena final.
‘Higher love’ (Un amor más elevado) por Whitney Houston y Kygo. “Bring me a higher love”.
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