Uno de los propósitos de este breve y estival viaje a Roma es aprender de Gian Lorenzo Bernini (1598-1680), sucesor de Miguel Ángel, el mejor escultor del barroco y arquitecto que transformó el seicento romano, además de retratista y dramaturgo. Trabajó durante más de seis décadas para ocho pontífices distintos.
Nacido en el Nápoles español, hijo de un escultor florentino, Pietro Bernini, y una dama de nombre precioso: Angélica Galante. Con siete años, su familia marchó a Roma bajo la protección del Cardenal Scipione Borghese. El niño fue presentado al Papa Pablo V (pontífice de 1605 a 1621). Con un boceto de la cabeza de San Pedro, ese chaval de ocho años demostró ser un más que digno sucesor de Miguel Ángel Buonarroti. Aprendió en el taller de su padre y a los 16 años esculpió Martirio de San Lorenzo y Júpiter y la cabra Amaltea. Impresionante la transformación del mármol en “carne” y la expresión de los sentimientos (el dolor en San Lorenzo, la broma del diosecillo) que ya están presentes en esas obras de adolescencia.
En su talento, Bernini se parecía al virtuoso Rafael: abstemio, concienzudo, vocacional, trabajador infatigable, seguro de sí mismo y con una profunda mirada con la que conseguiría lo que se propusiera. En cualquiera de sus proyectos se planteaba un “concetto” prácticamente imposible (para lograrlo, sus modelos hablaban o se movían). Fue en la escultura barroca lo que Caravaggio a la pintura: clarooscuro, expresión extrema, tridimensionalidad.
Entre 1620 y 1621 creó para el prelado español Pedro de Boix las Ánima damnata y Ánima beata, hoy en la Academia de España.
Borghese fue su primer mecenas. Para él esculpió Eneas, Anquises y Ascanio; Rapto de Proserpina; David y Apolo y Dafne, hasta 1625. La acción petrificada.
En 1623 el cardenal Matteo Barberini, elevado al trono de San Pedro con el nombre de Papa Urbano VIII (lo fue hasta 1624), encargó a Bernini la restauración del Hermafrodito durmiendo de Policles, el Baldaquino de San Pedro (1623-1634), así como el Busto de Monseñor Francesco Barberini.
Bernini tuvo un rival de gran altura: Francesco Borromini (1599-1667), pariente del arquitecto del papado Carlo Maderno. Cuando Maderno fallece en 1629, parece que el sucesor natural sería Borromini, pero el talento de Bernini es insuperable. Ramon Gener nos explica esta “pelea de gallos” entre Bernini y Borromini. Juntos trabajaran en las obras del Palazzo Barberini.
El taller de Bernini era un avispero: elaboró el proyecto para la tumba de Urbano VIII (1627), la remodelación de la Fontana di Trevi (1629)
las estatuas de San Longinos (1629-1638), el busto del Cardenal Scipione Borghese (1632).
En 1633 Bernini se enamoró perdidamente de Constanza Buonarelli, esposa de su asistente. No paró hasta lograr su amor. Llevaron su relación en la sombra durante cuatro años. Su busto, de 1635, es la misma imagen del deseo. En 1637 Costanza le traición con el hermano de Gian Lorenzo, Luigi, y éste casi le mata. Su concentración flaqueó y algunos proyectos se torcieron.
Quedaban por realizar sus mejores obras, el Éxtasis de Santa Teresa (1647-1652), un gemido contenido que escandalizó a Roma y podemos disfrutar en la iglesia de Santa María de la Victoria. Basado en el ‘Libro de la Vida’ de la Santa, representa el momento de la “transverberación”, el instante místico de unión entre ella y el amado.
En la Piazza Navona, mi plaza favorita de la ciudad eterna (con I Sogni, una de las mejores tiendas de peluches del mundo), podemos disfrutar de la Fuente de los cuatro ríos (1651): el Ganges, el Nilo, el Danubio y el río de la Plata. Una idea de Borromini que Bernini emprendió en cuanto el Papa Inocencio X (Borromini fue compensado con el diseño de la iglesia del Sant’Agnese in Agone, en la misma plaza).
Además hemos visto de Bernini el espectacular Puente de Sant’Angelo en la Ciudad del Vaticano,
la fuente de la Barcaza en la Plaza de España, iniciada por su padre, Pietro
la basílica de Santa María del Popolo
su Medusa en los Museos Capitolinos (Sala de los Gansos)
las fuentes del Tritón y de las Abejas en la Piazza Barbebrini. En el Palacio Barberini hay un busto de Urbano VIII.
Frente a la iglesia de Santa María sopra Minerva, el elefante y el obelisco (uno de los once de Roma). Dentro de la iglesia, el busto de Giovanni Vigevano, en su tumba-
Además, en la iglesia de San Franceso a Ripa (Trastevere), el Éxtasis de la beata Ludovica Albertoni (1671-1674), una de sus últimas esculturas.
En la Galería Doria-Pmaphili, donde se encuentra el famoso retrato de Inocencio X de Velázquez, el busto del mismo pontífice por Bernini.
En Santa Maria Nuova (Basílica de Santa Francesca Romana), iglesia romana junto al Foro Romano, un espectacular conesionario y en la iglesia de San Agustín, una capilla y el altar mayor.
Conceptualizar, dotar de una identidad y un estilo propio, saber competir desde la exigencia, trascender. El Talento de Bernini ha dejado un legado imperecedero.
La música de hoy, ‘Remember the TIME’, de Michael Jackson.
Do you remember the time
when we fell in love?
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