La semana comienza con un precioso día de primavera, que invita a vivir y a soñar.
Ayer Zoe me enseñó el YouTube de un joven llamado Jaime Altozano, sobre el musical ‘Hamilton’, que se representa en Broadway y Londres. Fue la sensación de 2015. Lin-Manuel Miranda dedicó 6 años al proyecto de un inmigrante caribeño que se convirtió en el primer Secretario del Tesoro con el presidente George Washington; un personaje hasta ahora desconocido cuya figura está en los billetes de 10$. Un musical apoyado por Barack Obama y denigrado por su sucesor Donald Trump. “Hamilton. ¿Por qué ha sido una revolución?”
Love 4 Musicals, presentado por Paco Dolz, te cuenta ‘Hamilton’ con todo lujo de detalles:
Estas son las 10 mejores canciones de Hamilton:
Más allá de la ingeniosa mezcla entre rap, soul y ópera, de la interpretación del exitoso youtuber me ha gustado cómo incide en el concepto de “leitmotiv” (palabra que procede del alemán: “leiten”, guiar, liderar y “motiv”, motivo), motivo para liderar, similar al japonés “ikigai” (propósito de vida). Los expertos en las óperas de Wagner encontraron un tema recurrente en sus personajes. Por ejemplo, en Rigoletto (así me llama mi amigo José Manuel, Lohengrín), la cuarta ópera de Wagner. También hay leitmotiv en la pintura (colores característicos), en la literatura (desde el teatro de Aristófanes al de Beckett o Ionesco), en las bandas sonoras (desde 1933 con King Kong; en Tiburón, El puente sobre el río Kwai, James Bond, El mago de Oz, 2001: Una odisea en el espacio o una de mis preferidas, Laura).
¿Cuál es tu leitmotiv? En Hamilton (Alexander Hamilton), es “Just you wait” y sobre todo “I am not gonna waste my shot” (No voy a desperdiciar mi oportunidad). Toda una declaración de vida, una profecía que se autocumplió.
En mi caso, acorde con los valores por los que lucho (Humanismo, Generosidad, Iniciativa, Equipo, Servicio y Educación), el leitmotiv es “The Best is Yet to Come”: LO MEJOR ESTÁ POR LLEGAR. Como en la preciosa canción de Grover Washington Jr. con Patty Labelle. “Love will set us free”. Ahí es nada.
También hay una canción con este título, cantada por Frank Sinatra, Tony Benett o Michael Bublé:
“You aint seen nothing yet” (Todavía no has visto nada).
De la prensa de ayer, me quedo con la trilogía de los “3 Reyes Magos”: Rosa Montero, José Antonio Marina y Moisés Naïm.
De la gran Rosa Montero, ‘Sociología coronaria‘. “Falta una enormidad para saber cuidar de verdad el bien común, para ser socialmente respetuosos”. La Montero es lo contrario a un misántropo (es decir, se precia de ser sociable). Un servidor considera que el antídoto del egoísmo, la insolidaridad, la mala educación es precisamente eso: la educación, más allá de la instrucción. Ayer mi hija Zoe me contó lo que para ella es ser “un/a buen/a ciudadan@” en tres niveles, desde lo básico a la excelencia (la areté aristotélica) y me quedé con una satisfactoria sensación de que al menos los centenials (menores de 20 años) van por buen camino.
Moisés Naïm escribía sobre ‘La pandemia: reacciones, exageraciones y confusiones‘ en cinco puntos:
- La exageración del impacto de la crisis.
- La (mala) reacción de los gobiernos tuvo más impacto que el evento que produjo la crisis.
- Las crisis no son globales. En la de 2008 China sacó tajada.
- La rutinaria exigencia de reformas que nunca existen. La ONU, FMI, OTAN, Banco Mundial o el sector privado.
- Lo que creíamos permanente resultó transitorio y viceversa. El rescate a los bancos, el populismo, el ultranacionalismo.
“Un factor común en todas las grandes crisis es la proliferación de teorías conspirativas para explicar lo que está pasando y el creciente rol de charlatanes que se aprovechan del temor y la confusión de sus seguidores para venderles malas ideas o productos fraudulentos. Como hemos visto de sobra en las noticias, esta pandemia no es inmune a los impactos de los charlatanes que juegan a ser presidentes” (Moisés Naïm). Permíteme que insista: a los charlatanes que juegan a presidentes o VP se les combate con educación: con pensamiento sanamente crítico, con reflexión, con soluciones.
El maestro José Antonio Marina, en su Holograma nº 52, se refería a la “Dictadura constitucional”. Así ha llamado en nuestro país el líder de la oposición (que todavía lo es, lo ejerza o no) al gobierno de la nación. “La política de improperios devalúa las palabras” (JAM). No puedo estar más de acuerdo. O precisión o confusión.
Marina nos recuerda que la “dictadura” era un procedimiento del Senado Romano para otorgar plenos poderes a un magistrado. José Antonio pone dos ejemplos históricos tremendos: la implantación del Terror en la Revolución francesa (“En defensa de la humanidad, seamos inhumanos”) y el art. 48 de la Constitución del Weimar que otorgaba plenos poderes al ejecutivo y derivó en el nazismo (una vez que Hitler ganó las elecciones en 1933) y en la II Guerra Mundial.
Parece que no hemos aprendido mucho. “El Estado de Derecho tiene medidas suficientes para controlar si el estado de alarma es el más adecuado o no durante la pandemia”, aclara el profesor Marina. Nos estamos acostumbrando a que quien tiene el poder evita los contrapesos constitucionales, que se puede apesebrar descaradamente a los medios de comunicación y que (y esto es terrible) el fin justifica los medios, sea contratar amiguetes como asesores, inflar ministerios, ganar elecciones o implantar el chavismo a este lado del Atlántico. Tan fascinante como peligroso.
JAM cita al Dr. Carlos Ruiz Miguel, catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Santiago de Compostela, en El Economista el pasado 6 de mayo. De momento estamos en una “dictadura comisaria” (suspender la Constitución para preservarla) y vamos, si nada lo remedia, a una “dictadura constitucional” (nuevas reglas del juego).
El catedrático Francisco Javier Conde (1908-1974), discípulo de Carl Shmitt (Ensayos sobre la Dictadura) escribió su “Teoría del Caudillaje”. Ay, cómo nos gusta el Caudillaje a los españoles, desde Don Pelayo y el Cid hasta la “marca Franco” que precisamente diseñó el Dr. Conde desde el Instituto de Estudios Políticos: “Acaudillar es, ante todo, mandar legítimamente. No son necesarias elecciones, sino el sentir unánime del pueblo. Acaudillar no es dictar. No es sinónimo, sino contrapunto de dictadura. La dictadura en un modo de ejercer el poder que hay, mientras que el caudillaje funda un nuevo poder. Para crear un nuevo Estado, se necesita un fundador excepcional revestido de todo tipo de virtudes”. Y si no las tiene, se hace un relato de ellas. Como me contó sotto vocce uno de los principales sindicalistas de nuestro país hace algún tiempo: “Los españoles somos cesaristas”. Prometo leer ‘Carl Shmitt, pensador español‘ de Miguel Saralegui (2016) como recomienda José Antonio Marina, así como ‘El lado oscuro de Podemos‘ de Booth y Baert (2018) y el artículo ‘Carl Shmitt y el nacionalismo catalán‘ de Juan Francisco Martín Seco (2014). Socios de gobierno.
Todas estas profundas reflexiones me han recordado el famoso “síndrome de La Moncloa” (título de un libro de Pilar Cernuda). Desde que Adolfo Suárez se trasladara allí, lo han sufrido el propio político abulense, Leopoldo Calvo Sotelo (menos por su corta estancia y porque su esposa, Pilar Ibáñez, estaba más que acostumbrada al poder), Felipe González (que definió el Palacio como “una tarta de nata montada con toques de purpurina”), José María Aznar (su esposa, Ana Botella, dijo que “es un lugar inhabitable para una familia normal”), José Luis Rodríguez Zapatero (que acabó convirtiéndose en un personaje esperpéntico que negó una crisis profunda), Mariano Rajoy (que dio una espantada con motivo de la moción de censura) y ahora Pedro Sánchez.
“El síndrome se manifiesta porque los ocupantes del palacio dejan de escuchar a sus colaboradores y a la gente de la calle, ya que piensan que no les comprenden, entre otras razones porque no disponen de su información. Esta soledad enfermiza sobrevenida les vuelve arrogantes e incluso déspotas. El neurólogo lord David Owen, después de su paso por la política, fue de los primeros en describirla” (Márius Carol, 2011). David Owen nos pidió que no subestimáramos a Boris Johnson y no le hicimos caso. TCV, si al menos el próximo presidente de gobierno dejara de aislarse en el Palacio de la Moncloa habríamos ganado algo. El aislamiento es perjudicial para la salud mental, y ya afecta al 46% de los españoles (UOC, 11 de mayo de 2020); gente triste, deprimida o desesperada.
Por si quieres algo más de buena música, “Street life”. Until you play your life away. Más calle y menos aislamiento con higiene para superar estos tiempos de crisis sanitaria, económica y medioambiental.
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