Anoche disfrutamos de un “Clásico” de los que hacen época. Más allá de las tensiones políticas que nada tienen que ver con el deporte, vivimos un espectáculo de fútbol con un planteamiento valiente (el de Zidane), con un equipo compacto, intenso, que supo sobreponerse a las circunstancias. Liderazgo Zidane en estado puro. No faltaron las polémicas arbitrales, la falta de VAR, la pasión por uno y otro equipo. Sin embargo, el legado tiene más que ver con el talento colectivo y con no perderle la cara al partido. Noté un entrenador cansado con lo que hace y otro con ganas de atreverse, de vivir y de avanzar: una lección poderosa sobre nuestras elecciones en la vida. Mi gratitud a Zidane y Valverde, así como a sus equipos, por esta experiencia como aficionado.
Esta mañana, varias reuniones con líderes empresariales que son de lo mejor. He tenido el honor de ser el coach de cada uno de ellos, de vivir muy de cerca el éxito de sus organizaciones, de estar con ellos en un giro estratégico de sus fantásticas carreras profesionales. Les debo un profundo agradecimiento, convencido de que lo mejor (para ellos y para los suyos) está por venir. Y esta tarde, con mi hijaa Zoe, que tanto me enseña, al estreno de ‘The rise of the Skywalker” (el ascenso de Skywalker), la novena y última entrega de Star Wars. una saga que se inició hace 42 años, en 1977. Siendo menor de edad, la comencé con mi padre, la concluyo con mi hija. Gracias a George Lucas y Steven Spielberg, a Carrie Fisher, Harrison Ford y Mark Hamil por los grandes momentos que nos han hecho vivir.
Precisamente la primera película de la triple trilogía (el episodio IV) se llamaba “Una nueva esperanza”. Me he encontrado (nada es casual) en Psychology Today con un interesante artículo de la Dra. Susan Krauss Whitbourne (profesora emérita de la Universidad de Massachussets en Amherst y autora del libro ‘En busca de la plenitud’). “6 formas de medir tu barómetro de la esperanza y encontrar la felicidad“. Nada menos.
La Dra. Krauss Whitbourne parte de una evidencia científica. La Esperanza es la clave de la Felicidad y las personas que se sienten deprimidas comparten la característica de no mostrar esperanza ante el futuro. Sobre la virtud (valor vivido) de la esperanza, hay expertos que consideran que forma parte de nuestro temperamento (por tanto, es innata) y otros que señalan que aprendemos a vivir con esperanza o sin ella.
Según un estudio de Andreas Krafft y sus colegas de la Universidad de Saint Gallen, Suiza (publicado este año 2019 en la revista ‘Assesment’) la esperanza debe separarse de conceptos cercanos como el optimismo inteligente (Martin Seligman) , la maestría (Daniel Pink) o la autoeficacia (Bandura). La esperanza, como disposición personal (una mentalidad de tipo cognitivo, de pensamiento) incluye dos componentes: la fuerza de voluntad (willpower) y los caminos (pathways). O, dicho de otro modo, “la sana creencia en tus propias capacidades para crear rutas alternativas que superen los obstáculos de la vida”. Krafft, Martin-Krumm y Fenouillet lo llaman “way-power” (poder de paso).
Una persona esperanzada, siempre según estos científicos, conecta con su éxito sean cuales sean las circunstancias. Un individuo desesperanzado, por el contrario, cree que no puede salir adelante. Krafft y compañía no ven la esperanza como algo innato, sino desarrollable, que se puede y se debe aprender (mejor con un/a coach, me atrevo a añadir).
Este equipo suizo de investigadores nos proponen para medir la esperanza la ADHS (en inglés, Escala de Disposición a la Esperanza en Adultos), que combina tanto la agencia (voluntad, querer ser el agente) como los caminos para activarla. Este “barómetro de la esperanza” se sitúa entre aquellas mediciones que cuentan hasta con 56 items y otras tan simples que sólo tienen uno: “me siento esperanzad@ respecto al futuro”. En el equilibrio está la virtud. “Durante años, las investigaciones sobre la esperanza han tratado de crear un indicador de cómo las personas se sienten de esperanzadas en su vida cotidiana más allá del constructo teórico definido por los invetigadores”. Krafft y compañía han trabajado con la OMS (Organización Mundial de la Salud) en el WHOQOL-SRPB (en inglés, siglas de Cuestionario de Calidad de Vida, Espiritualidad, Religión y Creencias Personales), en el que se incluye la PHS (Escala de Esperanza Percibida), que han testado durante muchos años con más de 17.500 personas y que conecta con otros indicadores de autoeficacia, resiliencia, gratitud, fe, creencias espirituales, depresión, ansiedad o legado, para establecer correlaciones.
¿Cuál sería el “barómetro de la esperanza”? Un instrumento muy simple, de 6 preguntas, que podemos puntuar sinceramente del (totalmente en desacuerdo) al 5 (totalmente de acuerdo). Te animo a hacerlo.
- En mi vida, la esperanza sobrepasa a la ansiedad.
- Mis esperanzas suelen cumplirse.
- Me siento esperanzad@.
- La esperanza mejora mi calidad de vida.
- Soy una persona plena de Esperanza en relación a mi vida.
- Incluso en tiempos difíciles, me siento con mucha esperanza.
Te deseo para esta navidad que tu puntuación se acerque a los 30 puntos. En caso contrario, que le pongas remedio (un/a coach puede resultar de enorme utilidad). La muestra da 21 puntos (la mayoría de las personas está entre 14 y 26 puntos). Tras analizar la consistencia interna y la validez de la Escala, los autores concluyen que el PHS funciona mejor que el ADHS, especialmente por su correlación negativa con la depresión y la ansiedad.
Krafft y sus compañeros de investigación dan a las oportunidades laborales el peso que merece en relación a la Esperanza. Es decir, hay una conexión profunda entre Esperanza y Empleabilidad. La Fe, la Espritualidad, los motivos altruistas (ser generos@, ayudar a los demás) refuerza el sentido esperanzado de la vida.
Susan Krauss Whitbourne coincide con Krafft et al que la Esperanza es un estado psicológico multifacético que incluye creencias y caminos, trascendencia y utilización plena de nuestros poderosos recursos internos. De igual forma que no es el éxito el que lleva a la felicidad sino al revés (la felicidad nos lleva al éxito), no es el éxito el que nos vuelve esperanzados sino, de nuestro interior al exterior, la Esperanza la que nos hace, si perseveramos, conseguir lo que nos proponemos.
Gracias, admirada Susan, así como a los profesores Andreas M. Krafft (Universidad de Saint Gallen), Charles Martin-Klumm (Universidad de Lucerna) y Fabien Fenouillet (Universidad de Lorriane, Metz, Francia). Os recomiendo este artículo de ellos sobre la Utilidad Predictiva de la medición de la Esperanza.
En tiempos de enfriamiento y de tentaciones de avaricia, recortes mezquinos y cinismo que tanto dañan el cerebro y la salud, hemos de educarnos y ayudar a educar a los demás en la Esperanza. Eso de “la esperanza es lo último que se pierde” nunca me ha gustado demasiado. Carlomagno nos enseñó que la Esperanza es el sueño de quienes soñamos despiertos (por una buena razón). Marcel Proust, que siempre hemos de mantener un trozo de cielo azul sobre nuestras cabezas. Y Cervantes, siempre nuestro Cervantes, que “cuando una puerta se cierra, otra se abre”. “You may say I’m a dreamer, but I’m not the only one” (John Lennon).
George Michael, de actualidad por la película ‘Last Christmas’, cantó así Freedom en el ‘Concierto de la Esperanza’ (1993).
Freedom! (I won’t let you down)
Freedom! (So please don’t give me up)
Freedom! (‘Cause I would really, really love to stick around)
You’ve gotta give for what you take
Y por supuesto, el maravilloso ‘Color Esperanza’ de Diego Torres (2001). Creer que se puede, Saber que se puede…
Convéncete de que lo mejor está por llegar y hemos de exprimir la vida al máximo, con cada bocanada de aire fresco.