Inicio de la semana en Diamante, Calabria, un sitio muy especial frente al Mar Tirreno.
La lectura de hoy ha sido ‘Ricostituente. La potenza commerciale e l’impotenza istituzionale’ (Reconstituyente: La potencia comercial y la impotencia institucional), de Davide Giacalone. La tesis del autor es que Italia, una de las grandes potencias económicas, con un poder exportador sobresaliente, posee una Constitución que, a pesar de sus fallidos intentos de reforma, no funciona políticamente.
Italia es el octavo exportador mundial (por un volumen de 447.000 M €), el quinto por saldo manufacturero (sólo superado por China, Alemania, Corea del Sur y Japón), en el podio por superávit comercial en 844 tipos de producto, con 51.600 M € de superávit comercial en 2016 (19.400 M € positivo con la Unión Europea). Sin embargo, el déficit público es equivalente al PIB anual.
Los italianos han sufrido diversos intentos de reforma constitucional desde la izquierda y la derecha. En 2001, para la reforma del título quinto (federalimo): votó el 52,46% del censo electoral, con un triunfo del No con el 61,29% de los votos. En 2016, fue Matteo Renzi quien propuso el referéndum: votó el 65,48% y ganó el No con el 59,12%.
El libro repasa las distintas presidencias de la República Italiana desde el final de la II Guerra Mundial: el monárquico Enrico De Nicola (1946-48), Luigi Eunaidi (1948-55), Giovanni Gronchi (1955-1962), Antonio Sengui (1962-1964), Giuseppe Saragat (1964-1971), Giovanni Leone (1971-1978), Sandro Pertini (1978-1985), Francesco Cossiga (1985-92), Óscar Luigi Scalfaro (1992-1999), Carlo azeglio Ciami (1999-2006), Giorgio Napolitano (2006-2015) y el actual Sergio Mattarella, desde hace tres años. En ese mismo periodo de tiempo, más de 40 gobiernos dstintos, desde el de De Gasperi (1945-53), Amintoree Fanfani (en tres ocasiones), Pella, Segni (dos veces), Giovanni Leone (otras dos), Giulio Andreotti, Aldo Moro (asesinado por la Brigadas Rojas), Cossiga, Spadolini, Bettino Craxi, Silvio Berlusconi (1994-5, 2001-2006, 2008-2011), Romano Prodi (1996-8 y 2006-8), Mario Monti (2011-2013), Enrico Letta (2013-2014), Matteo Renzi (2014-2016) y el actual de Paolo Gentiloni desde hace dos años. Gobiernos bianuales en el mejor de los casos, presidencias por septenatos.
Davide Giacalone lo llama “urnacracia, urnalatría”, con un sistema bipolar, a diferencia del francés, el alemán y el de los Estados Unidos. Un sistema creado por dos grandes bloques (el de la Democracia Cristiana, el del Partido Comunista) con un nexo común: la aversión al beneficio. Y que precisamente ha promovido empresas profesionalizadas, competitivas, con gran poder exportador, y una convivencia política inestable.
Es curioso, porque The Economist ha repasado estos días las cuatro décadas de democracia española. El nuestro es un gran lugar para vivir, que ha superado de forma admirable la crisis del euro y que tiene en su debe el enorme desempleo juvenil, la baja integración de los inmigrantes, la debilidad del sistema educativo, la inestabilidad política y la tensión en Cataluña. Este semanario británico que se publica desde 1843 indica que en términos de Estado del Bienestar España “se siente más escandinava que del sur de Europa” y considera que el gobierno de Pedro Sánchez (con 84 diputados) no puede llegar muy lejos, por lo que debería convocar elecciones anticipadas.
Da qué pensar la relación, aparentemente inversa en el caso transalpino, entre la potencia empresarial y la escasa potencia política. Como si la inestabilidad internacional no hubiera sido un obstáculo (o más bien hubiera potenciado) la Calidad Directiva en Italia. En España, si bien el vigor exportador es notable para la salida de la crisis, no estoy muy seguro de si se ha debido a la mejora de la calidad directiva (las estadísticas indican lo contrario) o a bajos precios, bajos salarios, alto desempleo juvenil, baja cualificación profesional, sobrecualificación en buena parte de la población laboral. Un modelo que no puede sostenerse mucho tiempo.
Un ejemplo. En Italia, hay 269 playas con bandera azul, gestionadas por 85 ayuntamientos con 30.000 “establecimientos balnearios” (obviamente, privados), a diferencia de España o Francia. Se trata del 40% del litorial. Los ayuntamientos ofrecen concesiones a los hoteles, que cobran entre 5 y 30 euros diarios a los veraneantes por la sombrilla, silla o hamaca. Por ello, las playas están maravillosamente cuidadas. Por ley, hay algunas llamadas “libres”, que se pueden utilizar por la población. 117 ayuntamientos no utilizan sistemas adecuados de depuración de agua. En 2016, la ley de concesiones se prorrogó hasta 2020 (un volumen de negocio de unos 15.000 M €). La cuestión es la manzana de la discordia entre las asociaciones de consumidores, que lamentan la privatización de un bien común, y las de empresarios, que alegan que se trata prácticamente de una tradición en el país que debe ser protegida.
El presidente de Confturismo, Luca Patanè, celebró en un comunicado la decisión de prorrogar las concesiones, que en su opinión protege “las legítimas expectativas a intereses de las decenas de miles de trabajadores de los establecimientos”.”Evitar soluciones bruscas de continuidad dando certezas, al menos en el plazo inmediato, a quien opera o ha invertido en estas áreas, ocupándose de su conservación, mantenimiento y valorización, era el primer objetivo que se debía perseguir”.Por su parte el presidente del SIB, Riccardo Borgo, dijo que la medida es “un paso importante” para el sector porque “confiere un mínimo de estabilidad a las empresas y permite afrontar la segunda parte del verano con mayor optimismo”. El número uno de “Federalberghi”, Bernabò Bocca, consideró que la enmienda “permitirá a los concesionarios hacer frente a la temporada estival con un mínimo de tranquilidad”.
Por el contrario, las asociaciones de usuarios y las ecologistas han puesto el grito en el cielo y, el presidente de “Adiconsum”, Stefano Salvetti, lamentó que el Gobierno dé prioridad al “potente grupo de presión” de los balnearios. Salvetti dijo no ser contrario al modelo de los establecimientos pero denunció que “son demasiados” y que ocupan las mejores playas y las más accesibles.
La canción de hoy es una de las candidatas a canción del verano 2018, ‘Clandestino’, de Shakira y Maluma:
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