Disfruté mucho anoche de la cenita, en cierto modo de cumpleaños, entre amigos con Enrique y Jesús en el restaurante ‘Fuente de la Fama’ (c/ Atocha, 68). Dos excelentes directivos, dos de las mejores personas que conozco, un privilegio contar con su amistad. Muchísimas gracias por ser como sois.
Ayer leí un artículo de Miguel Ayuso en La Razón (gracias a Alexia Acosta, de Comunicación de ManpowerGroup, por la referencia) titulado ‘Los equipos que se llevan demasiado bien fracasan: tres claves para generar tensión’.
www.lainformacion.com/management/los-equipos-que-se-llevan-demasiado-bien-fracasan-3-claves-para-generar-tension/6351552
Según el autor, distintos estudios avalan la tesis de que la creatividad y la innovación aumentan cuando se reduce la armonía en un grupo.
Miguel Ayuso cita los casos de Miles Davis y John Coltrane en el jazz, de Martín Berasategui y Andoni Luis Adúriz en la gastronomía, de Steve Jobs y Wozniak en la informática o Shaquille O’Neal y Kobe Bryant en los deportes. Y sentencia: “La existencia de un buen clima laboral es importante para el funcionamiento de un grupo de trabajo, pero muchas veces confundimos el respeto y el compañerismo con el buenrollismo. Y no son sinónimos”.
El periodista cita a Tomás Chamorro-Premuzic (Director Científico de Talento de ManpowerGroup) y Darko Lovric, que publicaron un artículo en la Harvard Business Review: los equipos suelen ser más creativos cuando cuentan con menos recursos (tiempo, dinero, personas) que cuando disponen de más recursos, cuando tienen “conflictos innovadores” y sufren disruptores de la armonía como la diversidad y la incertidumbre en la tarea. “La complacencia y la inacción son los peores enemigos de la empresa”, subraya Miquel Ayuso. Y pone como ejemplos de destrucción a Kodak, Blackberry, Blockbuster, Nokia… Tomás y Darko escriben: “Cualquier innovación significativa en la historia de la civilización fue producto de mentes insatisfechas: personas que no estaban contentas con el orden actual de las cosas y buscaban interrumpir la armonía existente”. En la tensión saludable, tres consejos: Objetivos alcanzables pero exigentes (Ley de Yerkes-Dodson: pico de tensión productiva), un nivel positivo de estrés (eustrés), con sensación de control y un nivel de conflicto saludable (escuchar algunas críticas).
Gracias a Miguel Ayuso, a Darko Lovric (World Economic Forum) y a nuestro compañero Tomás Chamorro-Premuzic por sus ideas. Tuve el honor de entrevistarme con él en la Talent Tower recientemente: www.estudiomanpowergroup.es/del_directivo_tradicional_al_lider_digital
Mi coach favorito, Aristóteles de Estagira, se reiría ante esta macedonia de ideas y confusión de conceptos, proponiendo, como hacía con Alejandro Magno, la “mesotés”, el justo medio en el que está la virtud.
Con ánimo meramente aclaratorio, me gustaría recordar lo siguiente:
– Un equipo es un grupo humano que genera sinergias, que suma, cuyo resultado colectivo es mayor que el de cada uno por separado (de hecho, en los grandes equipos digitales buscamos “megasinergias”: 1+1=10). Para ello, el equilibrio entre la orientación a la tarea (metas) y a las personas (cohesión) resulta imprescindible. El “buenrollismo” es el exceso de integración que impide la sana ambición.
– La clave está en la diferencia entre lealtad y fidelidad. Los equipos de verdad cuentan con profesionales leales, con criterio, que se atreven a liderar y por ello le dicen al que manda, elegantemente, lo que piensan. Si sólo son fieles, obedientes, se pierde la capacidad autocrítica del equipo y se convierte en un grupo de lacayos. Un equipo sin disonancias, sin expresiones libres, se encamina a la decadencia, se dirige al precipicio. No hay equipos reales sin libertad de expresión.
– Todo equipo ha de contar con una visión compartida, con objetivos retadores. Por ello, debe desafíar el status quo: la complacencia es más que peligrosa. El DAFO (Fortalezas y Debilidades, Oportunidades y Amenazas) es una herramienta vital para el equipo. Todo equipo debe recordar, especialmente en la cima, que es mortal.
– Un equipo debe “llevarse bien” en términos de confianza (que, como nos enseñó Covey, es una cuenta corriente emocional, con sus depósitos y sus reintegros) y compromiso (con reglas claras, aceptadas, asumidas). Si llevarse “demasiado bien” quiere decir el aborregamiento, la adhesión inquebrantable, esto no es propio de adultos responsables. En lo positivo (la felicidad, la amistad, el amor) no hay “demasiado”. El exceso sería perder el alma.
– Frente a la tendencia humana de la estabilidad y la comodidad (el cerebro tiende a ser eficiente en su consumo de oxígeno y glucosa), el imperativo de la “Learnability” (Aprendiblidad). Todo equipo debe aprender al ritmo del entorno para sobrevivir, y más que el entorno para triunfar (ley de la sociedad del aprendizaje de José Antonio Marina).
– ¿Diversidad? Por supuesto, de género, de generaciones, de aprovechamiento tecnológico, de años en la empresa. Sin mestizaje no hay éxito. Lo difícil es que las culturas corporativas integren a l@s diferentes, a quienes aportan valor desde otra aproximación. La gestión de la diversidad debe hacerse desde la empatía, la escucha atenta, el reconocimiento y la gratitud. Cuando las personas piensan más en “encajar” que en “aportar”, en no cometer errores que en crear, el equipo tiene un serio problema.
Estamos, como diría Xavier Marcet, no en tiempos complicados (las soluciones son sencillas) sino complejos (muchas variables). El éxito está en el camino, en seguir probando y aprendiendo. El fracaso asegurado está en hacer las cosas como siempre se han hecho.
Me sigue sorprendiendo, francamente, la gran cantidad de equipos, especialmente comités de dirección, que no se preparan, no se entrenan, para ser un equipo de alto rendimiento. El coste de oportunidad para la empresa es enorme.
Quedémonos con la esperanza de que hay ganadores y perdedores (es un proceso de selección natural, darwiniano) y que el éxito, en la vida como en la empresa, nunca es casual sino causal.
La palabra “armonía” proviene del griego “amoniá”, de “armós” (hombros, juntar). En la cuarta acepción de la Real Academia, “amistad y buena correspondencia entre personas”. La Amistad, que es una virtud, un potencial (Areté), según Aristóteles. La Amistad, como la armonía, no conoce excesos.
Por cierto, cada día tengo más claro que “no hay equipo sin líder ni líder sin equipo” y que la unidad mínima de Liderazgo es el tándem.
La canción que se me ocurre hoy es ‘Someone like you’, por Adéle en el Royal Albert Hall:
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La entrada ¿Fracasan los equipos que se llevan “demasiado bien”? se publicó primero en HABLEMOS DE TALENTO.