Ayer un servidor escribía sobre Chiquito de la Calzada. Hoy la gran Rosa Montero (su página ‘Maneras de vivir’ es una de las seguras de mi lectura dominical) lo hacía sobre la trapecista Pinito del Oro en su artículo ‘Volar’. http://elpaissemanal.elpais.com/columna/rosa-montero-pinito-del-oro/ “Pocos se acuerdan de ella, pero la recién fallecida trapecista Pinito del Oro fue una estrella mundial en una sociedad machista”.
Rosa Montero declara su amor al circo (desde pequeña; “en una sociedad desabrida y oscura”, en el circo lo imposible era la norma). Ahora sigue yendo al Price, disfrutando de compañías como Circa o Les 7 Doigts de la Main. “Los trapecistas eran los príncipes del circo, los artistas más importantes del espectáculo”. Pinito sobrecogía, porque actuaba sin red y sin cable de seguridad (su marido, Juan, se pasaba la actuación en la pista, para “recogerla” si caía, y se partió varias veces los brazos salvándole la vida). A los 17 años se partió el cráneo (varios días en coma) y tuvo otras caídas muy graves. Juan y Pinito se separaron (“las relaciones sentimentales son tortuosas, ya se sabe”, escribe Rosa). La sonrisa de Pinito, en el Price, “fue mi primer y fulminante amor” (la Montero tenía 5 años).
Rosa Montero cuenta que tuvo el placer de entrevistar a Pinito del Oro, y la gran trapecista le explicó que “al caer y ver que el golpe era ya inevitable, siempre perdía el sentido, porque el cerebro desconectaba para no sufrir”. Esa capacidad de la mente para evitar el dolor le resultó a Rosa, y aún le resulta, consoladora. “Como entonces no le conté que había sido mi heroína, creo que debería decírselo ahora. En aquella sociedad machista y primitiva, ella me ofreció un modelo de mujer que refulgía y volaba”. Muchas gracias, Rosa, una vez más, por invitarnos elegantemente a reflexionar y a sentirnos más vivos.
María Cristina Segura Gómez nació en Las Palmas un 6 de noviembre de 1931. Nació en el circo de su padre (Hermanos Segura), en el barrio de Guanarteme, la última de los siete hijos que vivieron (de los 19 que tuvieron sus padres). “Ésta, que no sea artista; ésta me la guardas para mí”, le dijo su madre a su padre. Al fallecer su hermana Esther, aunque el padre no creía en su talento, la puso en el trapecio. Durante unas navidades en Valencia (1950), el representante del circo Ringling la vio actuar y la quiso contratar; al ser menor de edad, se casó (con el mencionado Juan) y se fue a América 99 años de gira por los Estados Unidos). En 1960 logró el Óscar del Trapecio. Cecil B. DeMille trató de que actuara en una película suya, pero como no quería incluirla en los títulos de crédito (el director era un racista), ella se negó. Dobló a la protagonista en ‘Trapecio’ (Burt Lancaster y Tony Curtis). Regresó a España como una estrella. Las tres caídas mortales fueron la de Huelva (a los 17 años), Suecia y Laredo. Dos veces se rompió el cráneo, tres veces las manos y tuvieron que erguirle los dedos de los pies de tanto puntear en el trapecio, a 12-16 metros. Se retiró en 1961, volvió a reaparecer en 1968 (precisamente en el circo Price) y lo dejó definitivamente en 1970 (Mary Santpere le cortó la coleta). Además de ser trapecistas, escribía novelas. En 1990 recibió el Premio Nacional del Circo y en 2017 la Medalla de Oro de Canarias. Al recibir ese premio de su región, hizo balance: “Sólo me he sentido feliz en el trapecio. En lo artístico he triunfado; en lo personal, el balance no es tan positivo”. Factor Wallenda. Su apodo era por el fervor de los suyos a la Virgen del Pino (falta le hacía) y aunque empezó como “la Shirley Temple del trapecio”, había una estrella “Rita de Plata” y de ahí la mención al metal dorado.
Menuda, de conversación suave y pausada, mi padre (que estuvo en la organización de “los seis días de Madrid”, ciclismo en pista, 1960-1986) me ha contado que Pinito nunca pasó por allí. Una estrella reservada a la que no le gustaba más espectáculo que el suyo. Se separó de Juan, atlético y fortachón, cuando se enteró de que éste le engañaba con otra. Cortó por lo sano. Tenían un hotelito en la playa de las Canteras, con recuerdos y trajes de la trapecista. Se ocupó de sus hijos y encontró un joven amor en La Laguna (Tenerife). Falleció el pasado 25 de octubre.
Así somos los españoles. De Pinito del Oro no hay libro, no hay serie, no hay película. Si hubiera sido francesa, inglesa o estadounidense, todos conoceríamos su biografía y admiraríamos sus logros. De nuestr@s “quijotes” no suele escribir nadie.
Mujeres que vuelan, que han volado. He estado leyendo el libro de Sandra Barreda ‘Hablarán de nosotras’ sobre la vida de 17 mujeres poderosas, que “pecaron” para ser libres:
I. Avaricia: Hillary Clinton, Madonna, Jackie Kennedy.
II. Superbia: Edith Piaf, Cleopatra, Bette Davis.
III. Gula: Oprah Winfrey, Ava Gardner, Chavela Vargas.
IV. Luxuria: Ana Bolena, Marléne Dietrich.
V. Pigritia: María Antonieta, Virginia Wolf.
VI. Invidia: Marilyn Monroe, María Callas.
VII. Ira: Janis Joplin, Frida Kahlo.
“La que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”. Una investigación muy interesante la de Sandra sobre mujeres decididas, valientes, visionarias, dueñas de sus destinos. Féminas que nos han señalado el camino.
Zoe me ha recomendado una preciosa canción, ‘Just another girl’, de The Killers www.youtube.com/watch?v=3BwzP1laWkQ“don’t let her stick to your heart so hard”. Ojalá.