Sábado otoñal de descanso en Madrid, tras tanto trajín de proyectos y propuestas.
Ayer fui en primera sesión (16 horas) a ver ‘Regresión’, la última película de Alejandro Amenábar. AA es uno de nuestros mejores directores (Tesis, Los Otros, Mar adentro, Ágora). Antes de entrar en la sala, leí la crítica de Carlos Boyero en El País (‘Amenábar competente, no excepcional) y la de Guía del Ocio (bastante coincidentes). Me sumo a ambos. El comentario de CB es el siguiente:
“Alejandro Amenábar debe de tener cuarenta y pocos años y una filmografía limitada a seis películas, pero tengo la sensación de que es un director con el que estoy familiarizado desde hace infinito tiempo, que su cine es de toda la vida. Disponiendo de un notable crédito comercial y artístico, pudiendo rodar lo que quiera y en cualquier momento, aborda sus proyectos con calma. Y está claro que hace lo que le apetece, que no acepta encargos lujosos, que se involucra solo lo justo en la promoción publicitaria de sus películas, que no se tira el rollo, que va a su bola.
“Alejandro Amenábar debe de tener cuarenta y pocos años y una filmografía limitada a seis películas, pero tengo la sensación de que es un director con el que estoy familiarizado desde hace infinito tiempo, que su cine es de toda la vida. Disponiendo de un notable crédito comercial y artístico, pudiendo rodar lo que quiera y en cualquier momento, aborda sus proyectos con calma. Y está claro que hace lo que le apetece, que no acepta encargos lujosos, que se involucra solo lo justo en la promoción publicitaria de sus películas, que no se tira el rollo, que va a su bola.
Siendo una persona discreta y educada, alguien que afortunadamente se comporta con normalidad aunque su obra esté asociada permanentemente al éxito, sabe que cada nueva película que dirige posee el aura de los acontecimientos, que se espera mucho de él, que independientemente de la temática que aborde y de que le salga mejor o peor siempre imprime su poderosa firma. Y en Regresión yo no percibo esa autoría.
Es una película bien contada, dotada de clima y tensión, que ves y escuchas con atención y en el caso de algunos espectadores con verdadero acojone, pero que en mi caso no me deja poso. Podría haberla creado cualquier director sólido y respetable del cine norteamericano. Lo cual me parece bien, pero sin huellas de ese concepto tan prestigiado (tal vez excesivamente) de la autoría, de reconocer la personalidad, el estilo narrativo, las obsesiones de su creador. No creyendo ni en Dios ni en Satanás, siento estremecimientos y mal rollo ante el cine (a condición de que sea bueno) protagonizado por el segundo y sus acólitos terrenales. No hace falta que estos sean perversos, sádicos y tenebrosos.
Los pintorescos y excéntricos viejecitos que vivían al lado de la pobre, violada y acorralada Rosemary en el siniestro edificio Dakota me siguen provocando escalofríos y la angustiosa imagen de esta mujer embarazada huyendo, sudando y suplicando ayuda por las calles de Nueva York en La semilla del diablo me provocan más miedo que el aquelarre más realista y feroz.
Amenábar no abusa del efectismo ni de los sustos (aunque tal vez le sobren planos de esos encapuchados que aparecen en las pesadillas), y te transmite la inquietud, la incertidumbre y el pavor en el que está inmerso un grupo de gente que investiga el mal, con el cerebro en estado de vértigo y la amenaza real o presunta que sienten. El demonio parece haberse instalado junto a su humano ejército en un pueblo en el que nunca ocurría nada extraordinario. Los monstruos existen o los crea la mente, el pánico, la histeria colectiva. Al frente de esa investigación está un policía atípico, tan vulnerable como cualquiera, tembloroso, alucinado, solo, muy creíble.
Hay espectadores que me cuentan que a los diez minutos ya saben la resolución del misterio. Y culpan a Amenábar. Bendita sea su perspicacia. Yo, que soy muy inocente, no puedo prever el desenlace. Regresión me entretiene y me desasosiega, algo que agradezco, pero se desvanecerá pronto de mi memoria. Algo que no me ocurre con Tesis y Mar adentro.También imagino que dispondrá de mucho público, como todo el cine de Amenábar. Tele 5 se preocupará de que nos encontremos con ella hasta en la sopa, el cine de terror dispone de numerosa demanda y el talento de Amenábar siempre ha sido incuestionable. Pero el estado de gracia es algo que viene y va. Y hablo de los más dotados.”
Efectivamente, ‘Ágora’ (2009) era una gran película (7 Goyas), pero costó 53’7 M € y, a pesar de ser la 2ª más taquillera del año en España, perdió unos 24 M € (el tope nacional está en 30 M, por lo que si no funciona el mercado internacional, las pérdidas son seguras). ‘Regresión’ no tiene su calidad, pero ha costado la tercera parte (18 M €) y seguro que será más rentable que su predecesora (el terror tiene su público, no da miedo y Mediaset la promocionará a tope). ‘Los otros’ costó 13 M € y recaudó 161 M y ‘El orfanato’ de Jota Bayona costó 3’8 M € y consiguió más de 60 M.
Ya en casa, disfruté de lo lindo del primer episodio de la 5ª Temporada de ‘Scandal’ (mi serie favorita, sin duda). Fabulosa. Trata de una princesa que muere (¿asesinada?) en un túnel, dentro de un coche que iba a toda velocidad… y cómo resuelve el caso Olivia Pope. El libro ‘Escándalo’ de Judy Smith (la experta en crisis que inspira la serie y colabora con la “show runner” Shonda Rhimes) es uno de los mejores del año. Si no lo has leído, te lo recomiendo encarecidamente.
En otro orden de cosas, gracias a Teresa Samaniego, que está en todas, he visto en su Facebook que ya se ha publicado en la red el Informe de Competitividad del Foro Económico de Davos 2015-2016. En “uso eficiente del talento”, España es el país nº 69, por detrás de Suiza, EE UU, Noruega, Canadá, Singapur, GB, Finlandia, Ruanda, Suecia y Holanda (Top 10), Alemania (11), Dinamarca (12), Irlanda (14), Bélgica (19), Australia (20), China (26), Francia (29), Japón (40), Portugal (48), Rusia (50), Chile (60), Perú (62). En Calidad Directiva (“Reliance on Profesional Management”), los 49º. En Profesionalidad de la empresa (“Business sophistication”), los 31º. En capacidad de innovar, los 55º. En calidad de la educación, los 85º. En capacidad de delegar, los 95º. En salarios ligados a productividad, los 115º. En selección y desvinculación (“hiring and firing practices”), los 121º, bajando cinco puestos. En fin, los datos hablan por sí solos: la economía española es la 33ª en competitividad y la 92ª en la eficiencia del mercado laboral. Lo pagamos con un nivel desaforado de desempleo, de economía sumergida, de desajuste de talento y de fuga al exterior.