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Análisis psicosocial del ascenso de Donald Trump

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Esta mañana de sábado ya tocaba ir a la FNAC. A mi hija Zoe le encanta y para mí, más allá de las ventajas del libro electrónico, encontrarme físicamente con las novedades editoriales me encanta. Anoche, después del Tommy Mel’s (somos animales de costumbres), nos sorprendimos en Movistar+ con una película deliciosa, una comedia romántica llamada ‘Ciudad Delirio’. Dirigida por Chus Gutiérrez (Granada, 1962), es la historia de un médico español que va a un congreso a Cali, Colombia, y queda prendado de la belleza del lugar y la alegría de su gente. Carolina Ramírez, Julián Villagrán, Ingrid Rubio y Jorge Herrera nos hicieron pasar un rato estupendo. ¡Cali es Cali, lo demás es loma!

Este verano, mi amigo John Carlin escribía una historia de política-ficción: ‘Agosto 2020’ http://internacional.elpais.com/internacional/2015/08/09/actualidad/1439154299_756780.htmlEl presidente de EEUU invade México y Vladimir Putin convoca una reunión con sus aliados, el primer ministro español Pablo Iglesias, el mandatario griego Yanis Varoufakis y el líder del gobierno británico Jeremy Corbyn (de la izquierda chavista del laborismo). Se celebra en el peñón de Gibraltar, devuelto a España por el anticolonialista Corbyn. Resulta que el presidente de EEUU es Donald Trump.
He seguido a Trump desde que publicara su primer libro, ‘El arte del acuerdo’, hace más de una década (evidentemente no lo escribió él, sino Tony Schwartz). Lo fascinante es por qué está logrando tanto apoyo entre los votantes republicanos.
El Dr. Gregg Henriques publicó ayer viernes en su blog ‘Theory of knowledge’ (Teoría del conocimiento) sobre “Trump: un análisis psicosocial” www.psychologytoday.com/blog/theory-knowledge/201509/trump-psychosocial-analysis

El autor le preguntó a sus alumnos, doctorandos de psicología, tras el primer día de supervisió por qué Donald Trump es un candidato con opciones a la presidencia de EE UU. Confusión general. “A mí es que me cuesta creerlo”, dijo uno de los estudiantes. “He oído que es una conspiración”. El resto también alucinaba del apoyo a alguien tan racista y sexista.
 Gregg insistió en que, como psicólog@s, debían analizar la dinámica psicosocial de los movimientos humanos. Y por ello el caso Trump es fascinante. Sus discípulos seguían escépticos. Cuando las cosas se ponen difíciles y los pacientes se sienten vulnerables, su recomendación es abandonar el ego que impide reflexionar o disculpar.
¿Cuáles son las fuerzas sociales y psicosociales que generan la popularidad de Trump? Según el Dr. Henriques, Trump simboliza la fantasía narcisista y la defensa contra la ansiedad de los TCWM (en inglés, los Varones Blancos Cristianos Tradicionales), especialmente los llamados “desafectados” (con ingresos menores que la media).
Es evidente que hay crecimiento (en realidad, una riada) de ansiedad entre los TCWM, asociada a su pérdida de poder y prestigio. Desde los 60, cambios normativos (igualdad de la mujer, ascenso de las minorías). Gregg menciona el libro ‘Quartet: Orchestrating the Second American Revolution’ de Joseph Ellis. Para los “padres fundadores” de EE UU en el siglo XVIII, la idea de “equidad” entre razas o sexos era anatema que no merecía ni consideración. El patriarcado masculino ha cambiado (y más que debe cambiar); la diversidad se impone. De ahí la ira de los TCWM, que Trump canaliza.
Por otro lado, el talento femenino está triunfando en el rendimiento académico (instituto, universidad). Y la clase media se está destruyendo. Mayor incertidumbre, mayor inseguridad. Siempre según el Dr. Henriques, los roles de género y sexualidad son más amorfos (calidad del esperma y testosterona a niveles más bajos). Trump es la respuesta a la furia de los hombretones blancos de bajos ingresos.
El ascenso de Donald Trump también se explica por su falta de ideología. Es un populista pragmático, y hacia él hay “culto a la personalidad”. Su egoísmo exacerbado, su narcisismo, su éxito. Él ve el mundo como una jerarquía de “machos-alfa” en el que haces lo que te mandan o eres despedido. Por su riqueza e influencia, da la imagen de hacedor, de hombre de éxito. Los demás fallan porque son débiles y estúpidos. Es el poder del vendedor tradicional. 
Si el candidato Trump está en el 1% top de la economía, ¿por qué seduce a quienes menos ganan? Porque es aspiracional. Obama representaba el intelecto, la diversidad, la globalización, lo opuesto a la ignorancia, la bravuconería y la diplomacia del “cow-boy” de W. Bush. Ahora tenemos el candidato anti-Obama.                    
El lema de campaña de Trump, “Hacer América Grande de Nuevo” está marcando a Obama como líder débil que siempre hace concesiones. Sus ataques al lugar de nacimiento de Barack Obama, de que no es “realmente americano”… Reemplazar a Obama por Trump es una reivindicación de los TWCM.
El arquetipo defensivo de los varones blancos tradicionales en Trump se advierte en su retórica anti-inmigración (especialmente contra los hispanos) y su plan de deportar a los “alienígenas” que destruyen la fábrica tradicional de su sociedad. También aparece en cómo trata a la mujer: un ejemplo de masculinidad retrógrada.
Donald es una opción radical que no gusta a los poderes del partido. Uno de ellos ha escrito en el Washington Post: “El fenómeno del volcánico Trump hiere las posibilidades de una presidencia republicana”. La desafección de los TWCM (de los WASP, para entendernos) es contra el gobierno de la nación, que ha generado una enorme desigualdad. Es el capitalismo de Washington y Wall Street. Trump es un empresario “outsider” (foráneo), alejado de las élites de la Finanzas o la Administración.
El narcisismo de Trump (dinero, poder, influencia, acceso a las bellezas) encaja muy bien con el sueño de los nuevos marginados. Su supuesto coraje, claridad de ideas, capacidad de decidir, conecta con quienes le apoyan, que ansían la vuelta a los “good old days” (los viejos tiempos)  en los que un macho era un macho. Es la lógica que Trump simboliza y promete a todos.
El Dr. Henriques no cree que Trump sea finalmente el aspirante republicano ni por supuesto que gane la presidencia. Sería un desastre inconcebible. Esperemos que no. Como escribía también ayer Joana Bonet, Trump es “más blanco, imposible”: seis helicópteros, tres divorcios, un radical que habla de sí mismo en tercera persona, la esencia de la masculinidad trasnochada que critica a Hillary Clinton con frases soeces: “¿Cómo vamos a confiar en ella si no supo satisfacer a su marido, que acabó encontrando la alegría en el vestido azul de una becaria?”. La primacía blanca alimentada por el odio.
Tras el verano, Trump le saca una cómoda ventaja de 10-15 puntos a sus contrincantes Jeb Bush, Ben Carson y Marco Rubio. En 1980, el 88% del electorado era blanco; en 2012, un 72%. Según Latino Decisions, para llegar a la Casa Blanca hace falta al menos un 42% de voto hispano (en las últimas, Obama logró el 72%). De momento, acapara la mitad de la atención de los medios y es la estrella de la política como “reality show”. Ya tuvo su programa de televisión (‘El aprendiz’, que aquí, con el gran Lluis Bassat, no triunfó) y sigue con él. 
Desgraciadamente, Trump no está solo. El húngaro Víktor Orban, el Frente Nacional de Le Pen, Salvini en Italia... Donald Trump, este “tonto irrecuperable e inculto pertinaz” (Mario Vargas Llosa) es un signo de nuestro tiempo, el de los populismos extremos y la sociedad del espectáculo. La parodia del comediante Jimmy Fallon sobre Obama llamando a Trump para darle consejo (www.youtube.com/watch?v=hp3dzTW523Ies una divertida prueba de ello. Donald le pregunta por qué quiere ayudarle: “Porque sería una coña. He sido presidente durante 8 años y necesito diversión. Estoy listo para sentarme, comer palomitas y ver cómo se hunde todo”.              

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