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Alicia en el país de la Neurociencia

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Dos días en Andalucía, hoy en Sevilla y mañana en Almería, en reuniones con clientes y presentaciones en la Universidad.
Hace unos días, en Oxford, mi hija Zoe y un servidor estuvimos en “la tienda de Alicia”. Como sabes, la historia de Alicia en el país de las maravillas (y Alicia a través del espejo) está dedicada por Lewis Carroll (Charles Dodgson)  a Alicia Lidell (1852-1934), hija del deán del Christ Church de Oxford durante 36 años. Alicia era originariamente un cuento que Charles le regaló en las navidades de 1863.
El pasado domingo 5 de abril David Robson escribía en BBC Future sobre ‘Alice in Wonderland’ y lo que nos enseña sobre nuestro cerebro. Sus personajes pueden ser verdaderos iconos para la Neurociencia:
- La sonrisa del gato de Cheshire. Ya sabes: “cualquier camino te vale, si no sabes a dónde ir”. La sonrisa se mantiene aunque el gato haya desaparecido. Como en los sueños. Esa pregunta: “¿A dónde vas?” puede ser perfectamente lenguaje onírico. El cerebro consolida la memoria mientras dormimos.
- El bebedizo. “Bébeme” para menguar (y medir 25 cm). En 1955 el psiquiatra John Todd llamó “síndrome de Alicia en el país de las maravillas” (AIWS) a la micropsia o percepción visual que hace que todo “se alargue como un telescopio”. Puede ser que Lewis Carroll, que sufría de migrañas (algo que puede desencadenar en este síndrome) lo viviera de primera mano. Se trata de una actividad anormal de los lóbulos parietales, con pérdida de la perspectiva. Una ilusión tan molesta como inofensiva, que no tiene nada que ver con la locura.
- La Duquesa y el bebé llorón. En brazos de Alicia, se le juntan los ojos, su nariz es más respingona y parece un cerdito. De nuevo, un paisaje onírico.
- Humpty Dumpty y el Jabberwocky. El nombre de Humpty Dumpty evoca la forma que tiene (de huevo). Los neurólogos utilizan “frases Jabberwocky” (sin sentido) durante los escáneres cerebrales para demostrar que el significado y la gramática se procesan de forma separada en nuestro cerebro. Si bien hasta ahora se pensaba que las palabras eran arbitrarias, la neurociencia estima que hay términos que pudieran ser “fósiles lingüísticos”.
- La Reina Blanca. Con ella, Alicia mantiene una serie de diálogos muy curiosos, porque la monarca cuenta con una extraña capacidad de previsión. Entre ellos, el de la memoria pobre (“Es un tipo de memoria muy pobre la que sólo funciona hacia atrás”, sostiene la Reina Blanca). "Desde mediados del año 2000 los neurocientíficos comenzaron a darse cuenta de que la memoria no sólo tiene que ver con el pasado, sino que también ayuda a actuar de forma apropiada en el futuro", dice Eleanor Maguire, del University College de Londres, quien con frecuencia se refiere a la Reina Blanca para ilustrar la idea. Parece ser que imaginamos el futuro tirando de nuestros recuerdos y uniéndolos en un montaje que podría representar un nuevo escenario. De esta forma, la memoria y la anticipación utilizan el mismo tipo de viaje mental en idénticas áreas del cerebro. La Dra. Maguire ha analizado a pacientes con el hipocampo dañado, lo que explica que no pueden recordar su pasado. Lo sorprendente es que también tienen problemas para pensar en el futuro. Por ejemplo, imaginar que se encuentran con un amigo la semana que viene o un viaje a la playa el próximo mes es algo que no pueden hacer. Están “atrapados en un eterno presente”.
Otro descubrimiento que nos propone la Reina Blanca es pensar en cosas imposibles. “No sirve de nada intentarlo. No se puede creer en cosas imposibles”, señala Alicia dándoselas de realista. La Reina le responde: “Me atrevería a decir que no tienes mucha práctica. Cuando tenía tu edad lo hacía durante media hora al día. A veces creía hasta en seis cosas imposibles antes del desayuno”. Alison Gopnik, filósofa, psicóloga y  experta en construcción de la imaginación, ha demostrado que l@s niñ@s que juegan a creer en lo imposible desarrollan mayor capacidad cognitiva, entienden mejor las hipótesis y también empatizan más y mejor, porque tienden a entender mejor los intereses y las motivaciones de los demás.
El “estado de libre asociación” infantil provoca que el cerebro sea más flexible y nos hace más creativ@s. En opinión de la Dra. Gopnik, “leer es sin duda la forma más segura de hacer retroceder el reloj y ver el mundo desde una nueva perspectiva”. Lástima que más de la mitad de los españoles reconozca abiertamente y sin pudor que no lee absolutamente nada.
La Neurociencia le da cada vez más la razón a Lewis Carroll, que escribió: “Tantas cosas fuera de lo común le habían ocurrido últimamente, que Alicia había comenzado a pensar que muy pocas cosas en verdad eran realmente imposibles”.

Siguiendo con la Neurociencia, Francisco Mora (Granada, 1945) ha publicado un libro titulado ‘NeuroEducación’, en el que revela cómo se comporta el cerebro ante el aprendizaje. El Dr. Mora, doctor en Neurociencia por la Universidad de Oxford y catedrático de Fisiología de la Universidad Complutense, sintetiza las últimas aportaciones de la misma en el desarrollo del talento.
- La alegría es la base del aprendizaje. “Los niños hoy aprenden, desde muy pronto, conceptos abstractos en habitaciones con ventanales sin mucha luz o luz artificial, con el rigor y la seriedad de maestros que se aleja de aquel “juego” primitivo que generaba aprender y memorizar de lo sensorial directo, “con alegría”, base de la atención y el despertar de la curiosidad”. ¿Y si volviéramos a ligar el aprendizaje al juego, a la diversión, a la naturaleza, a pasarlo bien”. Francisco Mora señala que “la neurociencia cognitiva ya nos indica, a través del estudio de la actividad de las diferentes áreas del cerebro y sus funciones, que solo puede ser verdaderamente aprendido aquello que te dice algo, aquello que llama la atención y genera emoción, aquello que es diferente y sobresale de la monotonía”. Al cerebro le atrae la novedad, y por supuesto el placer. Es más, “la atención, ventana del conocimiento, despierta cuando hay algo nuevo en el entorno. Ese ‘algo nuevo’ apela, como hace millones de años, a la supervivencia como último significado. La atención nace de algo que puede significar recompensa (placer) o castigo (peligro) y que por tanto tiene que ver con nuestra propia vida”.  Por ello, en palabras del Dr. Mora, “aprender y memorizar son mecanismos que los hemos llevado a unos niveles tan abstractos y de tan alto calado social que escapan y se han venido alejando de las raíces inviolables, genéticas y evolutivas, de aquella alegría que en su origen significó verdaderamente aprender y memorizar”.
En este cambio de era (del Capitalismo al Talentismo), la enseñanza necesita reinventarse. Para ello están instituciones como el Centro de Neurociencia para la Educación de la Universidad de Cambridge o la International Mind-Brain and Education Society con su revista ‘Mind, Brain and Education’. Hasta ahora no ha sido nada fácil transferir los hallazgos de la Neurociencia a los profesores, por lo que textos como el de Francisco Mora son tan bienvenidos.
En la educación, en el desarrollo del talento, destaca el papel de la emoción. En palabras del Dr. Mora, “Sin emoción no hay curiosidad, no hay atención, no hay aprendizaje, no hay memoria”.
Mi gratitud a Francisco Mora, a Lewis Carroll y a nuestra María García de ManpowerGroup, perfecta anfitriona hoy en Sevilla con nuestros clientes.

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