Lluvioso Viernes Santo en Londres. Hemos estado en el Museo Británico, admirando, además de las 90 salas permanentes, dos exposiciones sobre Momias y sobre el Cuerpo Humano desde el arte griego. Hemos comido en un ‘Pret-a-manger’, una de las cadenas de moda en la ciudad. Hemos disfrutado del Waterstone de Picadilly, visitado la supertienda de M&M, paseado por Covent Garden, Trafalgar (allí hemos visto una representación de la Pasión, en vivo), Marble Arch y Hyde Park, y cenado en Nando’s, una cadena portuguesa. Londres es una ciudad espectacular, si bien le falta, como dice mi hija Zoe, las “4 C” que nos definen a los españoles: Comida, Clima, Cachondeo y Compañerismo. Deberíamos “vender” más lo nuestro, la auténtica Calidad de vida. Probablemente es el sol (“todo bajo el sol”) lo que nos da las 4C, y realmente marca la diferencia.
La lectura de ayer, la de un viejo conocido, el coach ejecutivo más preeminente de Estados Unidos, Marshall Goldsmith (conocí a Marshall precisamente aquí en Londres en una reunión de coaching hace unos 15 años): ‘Triggers. Sparking positive change and making last’ (Gatillos. Lanzando la chispa del cambio positivo y haciendo que se mantenga).
La tesis es que los “gatillos” (preferiblemente, provocado por un/a coach) pueden hacer que seamos lo que realmente queramos ser. ¿Por qué no es así, por qué no somos la mejor versión de nosotr@s mism@s? Marshall las llama “las leyes inmutables del cambio conductual”: el cambio es más duro de lo que parece (porque no lo admitimos, porque no nos damos cuenta del poder de la inercia, porque no sabemos ejecutarlo) y nadie puede hacernos cambiar a no ser que queramos.
Hay “gatillos de creencias” (belief triggers) que nos dificultan, incluso impiden, cambiar a mejor. Hasta 15: Si lo entiendo lo hago, tengo fuerza de voluntad para no caer en la tentación, es porque hoy es hoy, soy mejor que, no necesito ayuda ni estructura, no me voy a cansar ni a perder el entusiasmo, tengo todo el tiempo del mundo, no va a pasar nada inesperado, una “epifanía” de repente va a cambiar mi mundo, mi cambio va a ser permanente, la eliminación de los problemas no va a traer otros nuevos, mis esfuerzos serán recompensados, nadie me presta atención, si cambio seré “inauténtico” y soy tan sabi@ que puedo evaluarme a mi mism@ (el autor ha preguntado a más de 80.000 profesionales sobre su desempeño: el 70% cree que está en el 10% de l@s mejores, el 82% en el 20%; el 98’5% en el 50%). Son creencias limitantes para nuestro desarrollo del talento.
Goldsmith pone el énfasis en la importancia del entorno (realmente determinante) y en identificar nuestros “triggers”, nuestros gatillos, definidos como “el estímulo que impacta en un comportamiento). Pueden ser directos e indirectos, externos o internos, conscientes o inconscientes, anticipados o inesperados, alentadores o desanimadores, productivos o improductivos. El cruce de estas dos últimas categorías proporcionan si es el cambio que queremos y necesitamos, o solo lo queremos o lo necesitamos. Esencial en un proceso de coaching. Goldsmith nos recuerda: “Sean cuales sean las circunstancias, en lo que se refiere al comportamiento, siempre tenemos elección”.
¿Cómo funcionan los “gatillos”? De sus años de doctorado de UCLA, Goldsmith recuerda el ABC (en inglés, Antecedente, Comportamiento, Consecuencias). En ‘El Poder del Hábito’, Charles Duhigg habla de “Indicación –pie-, Rutina, Recompensa”. Entre la A y la C, el autor propone “impulso-consciencia-elección”. Este capítulo de Marshall me ha recordado las sabias palabras de Nelson Mandela: “Entre el estímulo y la respuesta hay un espacio. En ese espacio reside nuestra libertad y nuestro poder para elegir la respuesta. De esa respuesta depende nuestro crecimiento y nuestra felicidad”. Citando su poema favorito, ‘Invictus’: “Soy el dueño de mi destino. Soy el capitán de mi alma”.
Somos mejores planificando que ejecutando. Goldsmith nos habla del “liderazgo situacional” (Dirección, Coaching, Apoyo, Delegación) de su maestro Paul Hersey y de Ken Blanchard, y pone como ejemplo la película ‘Almas en la hoguera’ (1949), esencial para entender el Liderazgo. “Mide tu necesidad y elige tu estilo”.
Debemos pronosticar el entorno, desde la anticipación, la evitación (“la mitad de los líderes que he conocido no tenían que aprender qué hacer, sino qué dejar de hacer”, Peter Drucker) y el ajuste. Y aprovechar “la rueda del cambio”: Crear nuestro futuro, Mantener los elementos positivos, Eliminar los elementos negativos y Aceptar los que hay que dejar (un modelo de Goldsmith que guarda muchas similitudes con la parrilla ERAC de la Estrategia de Océano Azul).
En la segunda parte, Marshall nos habla de “movimientos mágicos”, como pedir disculpas, pedir ayuda, el optimismo (que es una especie de “profecía autocumplida”) y las preguntas activas. Por ejemplo, para obtener compromiso (engagement): ¿por qué se invierte tanto en formación y el compromiso suele ser tan bajo? Porque es cuestión de energía activa y positiva (hay personas comprometidas, profesionales, cínicas y hostiles). Las preguntas que “enganchan” son seis: ¿He dado lo mejor de mí mism@ en los objetivos hoy?, ¿He dado lo mejor en hacer progresos hacia los objetivos?, ¿He dado lo mejor para encontrar un propósito a lo que hago?, ¿He dado lo mejor para ser feliz hoy? ¿Para mantener relaciones positivas?, ¿He dado lo mejor para sentirme realmente implicad@? Ese tipo de cuestiones nos recuerda que el cambio no ocurre de la noche a la mañana, que el éxito es la suma de pequeños esfuerzos y que cada esfuerzo nos hará mejores.
Planificar, Actuar y Capacitar. El/la coach sirve de puente entre el plan y los resultados. Acompaña para obtener mejor rendimiento y más rápidamente, como bien sabes.
En la tercera parte, Goldsmith recuerda la importancia de la Estructura, de un proceso con sentido (normalmente, necesitamos más ayuda cuando menos conscientes somos de necesitarla). Suele haber problemas con el “suficientemente bien”.
Y finalmente, el círculo del “engagement”: gatillo-impulso-consciencia (awareness)-elección-comportamiento.
Un libro interesante, fruto de la experiencia, que nos ayuda a impulsar nuestro talento. Como solemos repetir, el talento que no se aprecia, se deprecia. Gracias, Marshall, por compartir tus conocimientos y reflexiones.