Hoy es el cumple de mi hija Zoe. 14 años. Una edad estupenda que hemos celebrado paseando juntos por Madrid (desayuno en Starbucks, Juguetrónica y otras tiendas, los bulevares, Princesa) y con un almuerzo familiar en el Tommy Mel's de Las Tablas.
No por casualidad, he estado leyendo 'El complejo de Telémaco. Padres e hijos tras el ocaso del progenitor' del psicoanalista Massimo Recalcati (1959), que enseña en la Universidad de Pavía psicopatología del comportamiento alimentario. En este texto de 2014 muestra la caída de la autoridad paterna como un fenómeno esencial de nuestra cultura contemporánea, tanto en su sentido simbólico (el padre como la encarnación de la ley) como en la configuración de las relaciones familiares: los padres jugamos un rol amistoso y cómplice en lugar de autoritario.
El complejo de Telémaco, nos explica el autor, supone un giro de 180 grados respecto al freudiano de Edipo (el padre es un rival, un obstáculo en el camino). El riesgo de Telémaco es la melancolía, la nostalgia por el padre glorioso, el rey de Ítaca, el héroe de Troya. "Las nuevas generaciones observan el mar aguardando a que algo del padre regrese".
Recalcati nos recuerda dos escenas de películas de Nani Moretti, 'Habemus papam' (el Sumo Pontífice no aparece en el balcón de San Pedro) y 'Palombella Rossa' (el líder del PCI se muestra confundido hasta perder la memoria), que ejemplifican la ausencia del padre. Frente a la Ley de la palabra, la nada. El siglo XX conoció los totalitarismos. "El fascismo, el nacismo, el estalinismo han reavivado el fantasma delirante y titánico de un Padre enloquecido y ávido de sangre". Hoy se disocia libertad de responsabilidad y se convierte en "capricho". "En nuestra época, el infierno ya no mana de las llamaradas enloquecidas de la ideología. Nos hallamos frente a una nueva versión -soft- del totalitarismo". Es el deseo insaciable la nueva esclavitud. En el centro, el trabajo ("apetito contenido", Hegel) como centro del discurso del sujeto en condiciones de gran precariedad. El trabajo como posibilidad de redención. "La vida se humaniza a través del reconocimiento, por parte de la propia familia y del cuerpo social al que pertenece, como vida humana". El propio Marx otorgaba al trabajo humano una dignidad fundamental e insustituible.
"La violencia de esta crisis económica ha producido una comprensible y difusa desconfianza hacia todo lo que actúa en nombre de la vida pública, hacia todo lo que escapa del control directo del ciudadano". "La revolución acaba siempre llevando a su punto de partida, trae consigo un nuevo amo (Massimo Recalcati pone como ejemplo al Movimiento 5 Stelle de Beppe Grillo, que un servidor trataba en 'Del Capitalismo al Talentismo'). Confusión entre generaciones, obstinada inmadurez (como caso reciente, el del comandante Schettino, del Costa Concordia). "A un adulto no se le debe pedir que represente el ideal de la llamada vida moral, y mucho menos de una vida realizada, sino que dé peso a su propia palabra, lo que significa en primer lugar asumir todas las consecuencias de sus actos. Un adulto no está obligado a encarnar ideal de perfección alguno, pero sí está obligado a dar peso simbólico a su propia palabra. Y esto significa mostrarse ante sus hijos como dependiente a su vez de una Ley -la Ley de la palabra- que está por encima de él". Por desgracia, explica Recalcati, la política, que para Aristóteles era "la más alta y la más noble de las artes, la única con capacidad para recomponer las diferencias particulares por el bien común de la polis, se ha transformado en una frenética fiesta de adolescentes".
Depresión juvenil, erotismo bisoño, objetos tecnológicos. "Sin alternancia de conexión y desconexión no hay sujeto".
De Edipo a Telémaco. Hay cuatro figuras: el hijo-Edipo (como "complejo nuclear" de la neurosis; el 68). "Edipo no sabe ser hijo"; el hijo-antiEdipo (Deleuze y Guattari, 1972), la crítica del psicoanálisis desde la izquierda -"¿Por qué combaten los hombres por su servidumbre como si se tratase de su salvación", Spinoza; el hijo-Narciso ("la relación con su propia imagen", con su "selfi", diríamos hoy); el hijo-Telémaco ("Es el rostro de Penélope mancillado por el tiempo, es la vida de su hijo y de su comunidad lo que valen más que la inmortalidad y la gloria personal").
La transmisión del deseo de una generación a otra se produce con tres palabras: acto, fe y promesa. Como ejemplo del acto en el proceso de filiación simbólica, nos propone el personaje de Totò en 'Cinema Paradiso' (la pasión por el cine que nos transmite Alfredo). La fe es "el más profundo regalo de la paternidad". Y la promesa es que "exista una satisfacción alternativa a la del goce mortífero".
Estupendo libro, ambicioso y claro. En una sociedad de Telémacos, Ulises puede volver si somos coherentes con nuestras conductas (actos), si mostramos fe en nuestros sueños y si formulamos promesas por las que merece la pena ilusionarnos, sea como padres, como ciudadanos o como líderes.
No por casualidad, he estado leyendo 'El complejo de Telémaco. Padres e hijos tras el ocaso del progenitor' del psicoanalista Massimo Recalcati (1959), que enseña en la Universidad de Pavía psicopatología del comportamiento alimentario. En este texto de 2014 muestra la caída de la autoridad paterna como un fenómeno esencial de nuestra cultura contemporánea, tanto en su sentido simbólico (el padre como la encarnación de la ley) como en la configuración de las relaciones familiares: los padres jugamos un rol amistoso y cómplice en lugar de autoritario.
El complejo de Telémaco, nos explica el autor, supone un giro de 180 grados respecto al freudiano de Edipo (el padre es un rival, un obstáculo en el camino). El riesgo de Telémaco es la melancolía, la nostalgia por el padre glorioso, el rey de Ítaca, el héroe de Troya. "Las nuevas generaciones observan el mar aguardando a que algo del padre regrese".
Recalcati nos recuerda dos escenas de películas de Nani Moretti, 'Habemus papam' (el Sumo Pontífice no aparece en el balcón de San Pedro) y 'Palombella Rossa' (el líder del PCI se muestra confundido hasta perder la memoria), que ejemplifican la ausencia del padre. Frente a la Ley de la palabra, la nada. El siglo XX conoció los totalitarismos. "El fascismo, el nacismo, el estalinismo han reavivado el fantasma delirante y titánico de un Padre enloquecido y ávido de sangre". Hoy se disocia libertad de responsabilidad y se convierte en "capricho". "En nuestra época, el infierno ya no mana de las llamaradas enloquecidas de la ideología. Nos hallamos frente a una nueva versión -soft- del totalitarismo". Es el deseo insaciable la nueva esclavitud. En el centro, el trabajo ("apetito contenido", Hegel) como centro del discurso del sujeto en condiciones de gran precariedad. El trabajo como posibilidad de redención. "La vida se humaniza a través del reconocimiento, por parte de la propia familia y del cuerpo social al que pertenece, como vida humana". El propio Marx otorgaba al trabajo humano una dignidad fundamental e insustituible.
"La violencia de esta crisis económica ha producido una comprensible y difusa desconfianza hacia todo lo que actúa en nombre de la vida pública, hacia todo lo que escapa del control directo del ciudadano". "La revolución acaba siempre llevando a su punto de partida, trae consigo un nuevo amo (Massimo Recalcati pone como ejemplo al Movimiento 5 Stelle de Beppe Grillo, que un servidor trataba en 'Del Capitalismo al Talentismo'). Confusión entre generaciones, obstinada inmadurez (como caso reciente, el del comandante Schettino, del Costa Concordia). "A un adulto no se le debe pedir que represente el ideal de la llamada vida moral, y mucho menos de una vida realizada, sino que dé peso a su propia palabra, lo que significa en primer lugar asumir todas las consecuencias de sus actos. Un adulto no está obligado a encarnar ideal de perfección alguno, pero sí está obligado a dar peso simbólico a su propia palabra. Y esto significa mostrarse ante sus hijos como dependiente a su vez de una Ley -la Ley de la palabra- que está por encima de él". Por desgracia, explica Recalcati, la política, que para Aristóteles era "la más alta y la más noble de las artes, la única con capacidad para recomponer las diferencias particulares por el bien común de la polis, se ha transformado en una frenética fiesta de adolescentes".
Depresión juvenil, erotismo bisoño, objetos tecnológicos. "Sin alternancia de conexión y desconexión no hay sujeto".
De Edipo a Telémaco. Hay cuatro figuras: el hijo-Edipo (como "complejo nuclear" de la neurosis; el 68). "Edipo no sabe ser hijo"; el hijo-antiEdipo (Deleuze y Guattari, 1972), la crítica del psicoanálisis desde la izquierda -"¿Por qué combaten los hombres por su servidumbre como si se tratase de su salvación", Spinoza; el hijo-Narciso ("la relación con su propia imagen", con su "selfi", diríamos hoy); el hijo-Telémaco ("Es el rostro de Penélope mancillado por el tiempo, es la vida de su hijo y de su comunidad lo que valen más que la inmortalidad y la gloria personal").
La transmisión del deseo de una generación a otra se produce con tres palabras: acto, fe y promesa. Como ejemplo del acto en el proceso de filiación simbólica, nos propone el personaje de Totò en 'Cinema Paradiso' (la pasión por el cine que nos transmite Alfredo). La fe es "el más profundo regalo de la paternidad". Y la promesa es que "exista una satisfacción alternativa a la del goce mortífero".
Estupendo libro, ambicioso y claro. En una sociedad de Telémacos, Ulises puede volver si somos coherentes con nuestras conductas (actos), si mostramos fe en nuestros sueños y si formulamos promesas por las que merece la pena ilusionarnos, sea como padres, como ciudadanos o como líderes.