Último día completo en Roma de este viaje, el primero de Zoe a la Ciudad Eterna. Ayer visitamos los Museos Vaticanos y los Museos Capitolinos, volvimos al Panteón y a la Piazza Navona. Hoy, Galeria Borghese y Villa Borghese, para descender a la Piazza del Popolo. No ha hecho demasiado calor (como suele ocurrir en “ferragosto”) y, a los ojos de una preadolescente de 13 años, Roma es una capital fascinante.
Hablando de ojos, he estado leyendo ‘El arte de leer los rostros’, del neozelandés afincado en Estados Unidos Richard Webster. El autor parte de la medicina tradicional china y su división en cinco elementos (madera, fuego, metal, agua y tierra) para presentarnos cinco tipos de rostros: rectangulares (optimistas, entusiastas), triangulares (valientes, apasionadas), cuadrados (pacientes, metódicos), ovalados (sensibles, idealistas) y redondos (comprensivos, emotivos). Mi hija dice que la mía es entre redonda y ovalada, cónica (personas creativas y alegres). La suya es, creo, triangular y cuadrada (propia de las personas pragmáticas).
Las caras, que pueden ser anchas (ambicios@s) o estrechas (autocontrolad@s), se dividen en tres zonas: analítica (del pelo a las cejas), de la ambición (de las cejas a la nariz) y práctica (de la nariz a la barbilla). La parte más voluminosa en mi caso es la analítica y en el de mi hija, la de la ambición. La frente representa la carrera profesional.
La orejas pueden ser grandes (longevidad) o pequeñas; altas, bajas, alargadas, inclinadas, desiguales. La oreja se divide en hélix (parte periférica), que puede ser redondeado o cuadrado, grueso o fino; trago (prominencia cartiloginosa); lóbulos (base), pegados o separados de la cabeza, largos o cortos, pequeños o carnosos. “Cuanto más gordo el lóbulo, más gordo el monedero”, dice el proverbio chino. Mi hélix es grueso (personas sensuales), concha poco prominente (resiliencia), de lóbulo pequeño (viven el presente).
Hay cejas pobladas o finas, altas o bajas, largas o cortas, curvadas, rectas o inclinadas hacia arriba, muy juntas. Las mías son pobladas (ingenio), bajas (ambicion), ni cortas ni largas, inclinadas hacia arriba (intuición), separadas (éxito).
Los ojos, que pueden ser abiertos o entrecerrados, grandes o pequeños, con brillo o sin brillo, de disposición normal, juntos o separados, hundidos o saltones, con los ángulos exteriores curvados hacia arriba o hacia abajo, con extremos puntiagudos o redondos. A decir de Zoe, mis ojos son abiertos (personas receptivas, emotivas y expresivas), grandes (inteligentes, imaginativas y libres), con brillo (energía, divertidas), de disposición normal, con los ángulos curvados hacia arriba (capacidad de trabajo, buen humor, digno de confianza), con extremos puntiagudos (intuición). “La mirada es el espejo del alma”.
Las pestañas, superiores e inferiores, lisas y curvas. Las superiores curvas significan ilusión, motivación y las inferiores lisas, personas que se dan a las demás y se corre el riesgo de que se aprovechen de ellas.
La nariz puede ser larga o corta, romana o aguileña, griega, recta, puntiaguda, ancha. La de un servidor es más bien corta (trabajador incansable), recta (lealtad), ni griega ni ancha. La punta puede ser hacia abajo (generosas) o hacia arriba (astutas), huesuda (ascetas) o carnosa (sensuales). La mía es la punta carnosa, “la punta del gourmet”.
La boca puede ser grande, pequeña o estándar, ancha o estrecha. La mía es, siguiendo con el caso, grande (generosidad, perdonar con facilidad). Los labios carnosos (sensualidad, sociabilidad) y el de abajo mayor que el de arriba (impetuos@s, decidid@s). La boca hacia arriba denota optimismo y positividad. El surco subnasal largo significa sentido del humor; si es profundo, carácter familiar.
La frente prominente (tipo Albert Einstein) es signo de energía e imaginación. Una frente ancha, multitud de intereses. Una frente alta, inteligencia y voluntad de aprender. La frente inclinada (Zoe dice “como Nicholas Cage”), que sobresale más a la altura de las cejas que en la línea del cabellos significa tener ideas únicas para solucionar problemas. Mi línea en el entrecejo es propia de personas obstinadas y tenaces.
La mejillas pueden ser con pómulos altos y prominentes, carnosas, con curvas o planas, caídas, hundidas. Las mías son carnosas y con curvas (personas decididas, ambiciosas). Las curvas debajo de los ojos significa perseguir objetivos.
La mandíbula puede ser marcada, prominente, estrecha o ancha. La redonda es de personas sensibles y generosas, y la puntiaguda, de gente divertida. La papada, según Aristóteles, muestra predisposición pacifica y según la cultura china, felicidad en la etapa final de la vida.
Finalmente, el cabello puede ser largo o corto, liso o rizado, de línea capilar gruesa o sutil, curva, recta, en forma de M o de “pico de viuda” (por el sombrero en forma de triángulo que llevaban antaño). El pelo rizado es de personas extrovertidas, sociables, sensuales.
Finalmente, la moleosofía (el estudio de los lunares) indica que tener lunares en ambas mejillas es signo de personas de gran corazón.
“Una cara bonita es un elogio silencioso”, escribió Francis Bacon. La fisonomía es una “ciencia” divertida, de tradición en China y en la griega clásica, practicada por Aristóteles, Alberto Magno, Cardano, Gian Battista della Porta, John Evelyn, Lavater, Balzac, Dickens, Wilde, Poe, Darwin…
Aprovechando este tiempo en Roma, he tratado de “leer” los rostros de cinco obras del Renacimiento y el Barroco que están en la Ciudad Eterna: de Miguel Ángel Buonarrotti, el “David” (hay una excelente exposición sobre su obra en los Museos Capitolinos y una escultura idéntica a la de Florencia de 1504), la “Piedad” (1499, en la Basílica de San Pedro del Vaticano) y el “Moisés” (1509, en San Pietro in Vincoli). De su mejor sucesor, Bernini, “Apolo y Dafne” (1625, en la Galería Borghese) y “el éxtasis de Santa Teresa” (1651, en Santa María de la Victoria). Es admirable cómo, deteniéndonos en los rostros de estos personajes eternos, no solo podemos analizar sus emociones (serenidad, ira, éxtasis, amor), sino su personalidad. David, decidido y confiado, antes de enfrentarse a Goliat, una Virgen María joven y bella, serenamente recogiendo a su hijo, Jesús de Nazaret; Moisés tras haber recogido los Diez Mandamientos, sabedor de la idolatría de su pueblo; Dafne en su transformación como laurel, perseguido por Apolo herido de Amor; Teresa de Jesús en plena transverberación, en una mezcla única de dolor y placer.
“Después de cierta edad, cada persona es responsable de su cara” (Albert Camus).