Estoy disfrutando mucho este verano con la filmografía de Phillip Seymour Hoffman. Ayer vi en DVD ‘La familia Savages’ (2007) y hoy he visto de nuevo ‘El talento de Mr. Ripley’ (1999).
‘La familia Savages’, escrita y dirigida por Tamara Jenkins, la protagonizan PSH y Laura Linney. Es la historia de dos hermanos que deben recoger a su anciano padre (que vive en Sun City, Arizona, con su pareja, que fallece al inicio de la cinta). Jon y Wendy Savage ven como su acomodada vida (él es profesor universitario, ella escribe obras de teatro mientras busca empleo y pide una beca Guggenheim) se transforma cuando han de llevar a su padre al asilo. Una reflexión nada correcta políticamente sobre la vida, el amor y la muerte. Me ha gustado, aunque entiendo que este cine independiente (independiente de verdad), no es nada comercial. La película se presentó en Sundance, Toronto y Londres en 2007 y fue nominada al Óscar al mejor guión original y a la mejor actriz (Laura Linney está soberbia; sin embargo, para mí su mejor interpretación es en ‘La vida de David Gale’, con Kevin Spacey).
‘El talento de Mr. Ripley’ es una delicatesen basada en la novela de Patricia Highsmith, con guión y dirección de Anthony Minguella, inolvidable música de Gabriel Yared y un quinteto de actores/actrices en estado de gracia: Matt Damon, Gwnett Paltrow, Jude Law, Cate Blanchett y Phillip Seymour Hoffman. 5 nominaciones a los Óscar y otras 5 al Globo de Oro. La historia de un chico humilde que, porque lleva una americana de Princeton y simula haber estudiado en esa universidad, es contratado por un naviero para que convenza a su hijo (supuesto compañero) de que vuelva de Italia, donde se dedica a la buena vida, es fascinante. Todos tenemos (al menos) un talento, y el de Tom Ripley es mentir, falsificar e imitar voces.
El argumento me ha hecho pensar en el ascenso de Podemos en la política española. Los dos partidos dominantes, dueños de la situación, se entretienen con el recién llegado, lo tientan, pero nunca le consideran uno de ellos. Ripley se da la buena vida cuando acaba con Dickie (en este caso, sería con la izquierda que hasta ahora ha representado el PSOE) y le suplanta. Freddie (Phillip Seymour Hoffman), que sería el poder económico, trata de desenmascararle. Y con su muerte aparece la policía (las fuerzas de orden público). Al final, Ripley encuentra nuevos amigos y oficialmente Dickie se ha “suicidado”. “¿No coges el pasado y lo pones en el sótano para siempre? Es lo que yo hago”. “La culpa es de los demás, siempre”, dice el padre de Dickie, el poder económico de toda la vida. Entre el padre de Dickie y el detective que se trae evitan el deshonor de Dickie y dan honorabilidad de Ripley. Marge (el PP) sabe que fue él, pero no puede probarlo. Fascinante.
He estado leyendo ‘Lo que importa es el por qué. Los motivos económicos ocultos de nuestras acciones’ (The Why Axis), de Uri Gneezy y John A. List. Uri es un economista israelí que da clases en la UCSD (San Diego). John procede de Wisconsin y da clases en Chicago. El libro está avalado por los premios Nobel Gary Becker y Alvin Roth, por el economista conductual Dan Ariely y por Steven D. Levitt, coautor de ‘Freakonomics’.
Los autores tratan de llegar al núcleo de la motivación humana a través de experimentos de campo controlados. Distinguen entre causalidad (que tiene un sentido profundo) y correlación: por ejemplo, nos presentan un gráfico en el que hay una fuerte correlación entre anuncios de un producto y ventas, pero también otro de fuerte correlación entre ahogamientos y helados (ambos suelen crecer en verano). “Es difícil encontrar causalidades auténticas y verdaderas”.
Uri y John proponen el uso de incentivos para reducir el fracaso en el sistema educativo o la discriminación. Creen, como Larry Summers (el que fuera Rector de Harvard) que las mujeres son menos competitivas (un servidor, por el contrario, cree que el Talento Fememino y el Liderazgo Femenino son más aptos que el masculino en el Talentismo, en esta era en la que el talento es más escaso que el capital). Las mujeres son más empáticas (integradoras), intuitivas, imaginativas e inspiradoras que los hombres.
Sí, para cambiar el mundo, la vida es un laboratorio. Sin embargo, como nos han enseñado maestros como Daniel Pink y José Antonio Marina, la motivación no es extrínseca (incentivos, por simples o sofisticados que sean), sino intrínseca. A los seres humanos nos mueve, nos emociona, nos motiva principalmente el propósito (dar un sentido a nuestras vidas), la autonomía (la libertad, amigo Sancho) y el aprendizaje (para alcanzar la maestría). Creo firmemente que “nadie motiva a nadie” y que la clave está en encontrar los estímulos adecuados. La respuesta siempre es voluntaria, y por tanto libre.