Anoche estuve viendo ‘Open Windows’, la última película de Nacho Vigalondo en los Multicines Glóries de Barcelona. Me gusta el cine de Vigalondo, y tras varias películas muy ingeniosas de bajo presupuesto que comenté en su día en este blog (‘Los cronocrímenes’, ‘Extraterrestres’) se ha lanzado a “la aventura americana”, con actrices y actores de aquel país y financiación entre Atresmedia y productoras de EE UU.
‘Open Windows’ es “La ventana indiscreta de la era digital”. Un guión muy rápido, muy bien filmado, con Sasha Grey y Elijah Wood bastante bien. Me ha gustado especialmente cómo Vigalondo trata el morbo en internet (no es que los seres humanos seamos unos malvados, sino que la empatía cognitiva –la meramente intelectual- no puede compararse a la afectiva –la que sientes por las personas que realmente quieres- y la activa, que te impulsa a realizar algo por los demás y depende de tu altruismo), así como el final, inesperado. La cinta es de lo mejor de la cartelera en estos momentos. Ojalá tenga éxito en taquilla, porque lo merece.
Ayer estuve leyendo ‘El cambio que España necesita’, un interesante artículo de Jesús Fernández-Villaverde, miembro del Consejo Asesor del Círculo de Empresarios.
El Sr. Fernández-Villaverde comienza exponiendo que “de 1975 a 2013, el Producto Interior Bruto per capita de España creció un 1’5% al año”, lo que nos sitúa en el puesto 19º de la OCDE. Es más: el PIB per capita de 2013 está al mismo nivel de 2013. Una década perdida.
El crecimiento es una obsesión de los economistas, nos recuerda el autor, porque sin él no puede reducirse el desempleo, la deuda pública ni mantenerse el Estado del Bienestar. Es también prioritario para los directivos, quiero añadir, porque sin crecimiento no hay sostenibilidad de las empresas.
D. Jesús nos habla del ‘Barómetro de los Círculos’ (www.circulodeempresarios.org) en el que, a partir de la premisa de que para crecer hay que emplear los factores productivos (capital humano, capital físico) más y mejor (con mayor eficiencia), se proponen cinco reformas.
La reforma del mercado de trabajo. “Aunque se ha avanzado mucho en la flexibilidad interna de las empresas, aún queda camino por recorrer en temas como la negociación colectiva, la simplificación de las figuras contractuales, moviéndonos hacia un mercado centrado en un contrato de empleo indefinido y un sistema de mochila de costes de despido”. Otras medidas pueden ser el trabajo a tiempo parcial, el alargamiento voluntario de la vida laboral y “repensar la estructura del salario mínimo interprofesional y de las políticas activas de empleo”.
La reforma del sistema educativo, “para formar no solo estudiantes con más conocimientos y habilidades (en especial en idiomas y matemáticas), sino también estudiantes creativos, curiosos y emprendedores con unos conocimientos básicos de finanzas”.
La reforma de la financiación. “Para acumular más capital físico, necesitamos que el crédito fluya a las empresas que van a invertir y conseguir que las familias y las Administraciones públicas ahorren más para financiar esta inversión”.
Reforma de la Administración. “Este avance de la productividad vendrá de una estrategia multidireccional, con énfasis, desde los poderes públicos de la seguridad jurídica, en una Administración de justicia rápida y predecible, en una desregulación generalizada de los mercados, en la eliminación de las barreras a la creación y entrada de nuevas empresas, en una vigorosa política de defensa de la competencia y en facilitar la adopción e innovación tecnológica”.
El autor deja para el final “una mejora de la calidad de la gestión empresarial”, que por supuesto circunscribe a las pequeñas y medianas empresas y a los emprendedores.
Admiro la labor del Círculo de Empresarios y la considero más que necesaria, imprescindible. Por ello, no debemos olvidar que más del 60% de la productividad (que es una lacra para nuestra economía) depende de la Calidad Directiva, y que en ésta (medida por el Foro Económico Mundial de Davos) España ha pasado de la posición 27º en 2007-2008 al 51º actual (y nada menos que ocho puestos en el último año). Sufrimos una “sangría de Liderazgo”.
Si tuviéramos la Calidad Directiva de Alemania (en el podio mundial), pongamos por caso, nuestros directivos se preocuparían menos por cuántos días van a pagar al trabajador cuando le despidan y más por seleccionar eficazmente, por el orgullo de pertenencia (que es la clave de la eficiencia), por generar un clima laboral de satisfacción, rendimiento y desarrollo (que es el 50% de los resultados), por diseñar e implantar estrategias “de océano azul” para ser percibidos como únicos en el mercado… Tendrían entre sus prioridades, de verdad, la gestión y el desarrollo del talento, invirtiendo en aprendizaje individual y colectivo (en el Talentismo, la inversión más rentable), la gestión del desempeño, la meritocracia en la promoción y la sucesión, la desvinculación adecuada (ética, potenciando la marca del empleador como mejor empresa para trabajar). Y por supuesto, aprovecharía mejor la tecnología.
El fracaso escolar (que es la gran causa de nuestro alto índice de desempleo) es similar al fracaso directivo. Es de optimistas afrontar la situación. Lo curioso (no por conocido menos sorprendente) es que los directivos y las empresas que realmente son competitivos (ese 20% paretiano) ya son sensibles a todo esto. El resto, la gran mayoría, malvive de la subvención y el oligopolio, de frivolizar la formación y el desarrollo, de seleccionar de cualquier manera y de desatender el rendimiento y el potencial de sus profesionales. Una lástima. D. Antonio Machado decía que tenemos los gobernantes que nos merecemos. Resulta evidente que el cambio que España necesita pasa por la mejora de la Calidad Directiva, tanto en el ámbito público como el privado. No nos queda otra si no queremos pasar otra década perdida en términos de productividad.
Mi gratitud a Nacho Vigalondo y a su equipo de la película.