Domingo caluroso como corresponde a la estación. Tiempo de reflexión de cara a la nueva temporada, que llegará antes de lo que pensamos. Aguardamos con ilusión las vacaciones estivales, tan necesarias, y luego pasan muy rápidamente. El tiempo es subjetivo: cuando fluye, es veloz.
He estado leyendo en Psychology Today varios artículos interesantes.
‘La Ciencia de la Atracción‘, del Dr. Mark Travers. Este psicólogo estadounidense considera que aprovechar mejor la seducción es más fácil de lo que creemos.
El autor comparte tres técnicas contrastadas por la investigación para resultar más atractiv@s desde la belleza natural:
- Ser profesionales en la gestión del maquillaje. Los profesores Alex Jones (Universidad de Bangor, Reino Unido), Robin Kramer (Universidad de Aberdeen, UK) y Robin Ward (Bangor, UK) han probado que demasiado maquillaje disminuye la atractividad. En sus palabras: “La investigación demuestra que la percepción de atractividad basada en la cosmética es una forma de ignorancia plural. La percepción de la mujer maquillada puede no coincidir con la percepción de quienes la ven”. En castellano existe la expresión, “ir pintada como una puerta”. Otro estudio de Nancy L Etcoff , Shannon Stock, Lauren E Haley, Sarah A Vickery, David M House insiste en la misma línea: la cosmética debe modular la percepción de las señales faciales, pero no cambiarla.
2. No te pases en seducir. Una investigación de Silke Anders, Roos de Jong, Christian Beck y Thomas Ethofer (2016) revela que hay una conexión neuronal entre la comprensión afectiva y la atracción efectiva. En otras palabras: a más autenticidad, mayor seducción. Lo que no comprendemos no nos atrae. La confusión de señales manda a nuestro cerebro un mensaje nada positivo. Una comunicación (no verbal) honesta y genuina ayuda.
3. Que el flirteo sea casual y directo. Maryanne Fisher, Sarah Coughlin y Joel Wade han examinado la efectividad del flirteo (2020) y llegado a la conclusión de que, a partir de un punto, lo directo funciona mejor. En palabras de Peret, el rey de la rumba catalana, “de los cobardes no se ha escrito nada”. La fortuna ayuda a los audaces, también en la seducción.
En conclusión: si bien toda percepción es subjetiva, hay Ciencia en la seducción. Una Ciencia ligada al poder de la imagen (y la imagen del poder), a la comunicación, al equilibrio, a la espontaneidad y a la naturalidad. Como no podía ser de otra manera.
En otro artículo de esta revista de Psicología, la Dra. Pamela Rutledge reflexionaba ayer, Dia de San Juan, sobre cómo las redes sociales han convertido la tragedia del Titán en un espectáculo. La compasión, entendida como forma elevada de empatía, ha brillado por su ausencia. La necesitamos.
Los desastres capturan nuestra atención y éste del Titán en Terranova tenía todos los ingredientes de una película de Hollywood: la excentricidad de cinco millonarios que quieren ver el Titanic de cerca, haciendo turismo en un minúsculo submarino de menos de siete metros.
En lugar de compasión, puro entretenimiento, en un mundo “multivérsico” en el que la realidad y la ficción se confunden. Desde Platón sabemos que los seres humanos somos “cuentacuentos” (storytellers) y que, habiendo ricos de por medio (un cuarto de millón de dólares por una plaza en el minisubmarino) y la centenaria tragedia del Titanic (el buque que ni la divinidad podía sumergir), el espectáculo en las redes (y en los informativos) estaba servido.
Ingredientes principales del drama:
- el misterio. El sumergible perdió la comunicación durante horas, luego días. En realidad, la tragedia fue previa al intento de rescate. La atención es una forma de poder. Conocimos las personalidades de los cinco integrantes, como protas de una película, así como los posibles escenarios del desenlace, desde los esperanzados a los más dramáticos. Los profesores Gizem Ceylan (Universidad de Yale), Ian Anderson y Wendy Wood (ambos, de la Universidad del Sur de California) han demostrado (2023) que desgraciadamente el hecho de que una información sea falsa no impide que se extienda como la pólvora (“no dejes que la verdad te estropee un buen reportaje”,), Proceedings of the National Academy of Sciences, 120. En una investigación, el 40% de las noticias falsas las propagaron el 15% de los 2.476 participantes (en cuatro estudios) más por hábito que por otra cosa. Aunque la desinformación cree confusión y distorsión, se comparte. Además existe el razonamiento motivado: “las personas están motivadas para evaluar los titulares de noticias de manera sesgada que respalda su propia identidad”. En definitiva, quienes tienen hábitos fuertes comparten un porcentaje similar de noticias falsas y verdaderas: 38% y 43% respectivamente. Quienes poseen hábitos más débiles comparten 2’5 veces más titulares de noticias verdaderas (15%) que falsas (6%) por exigencia. Las personas con hábitos más débiles fueron 3,9 veces más exigentes sobre la veracidad a la hora de compartir que aquellas con hábitos más fuertes.
- la incertidumbre engancha. Los premios Nobel de Economía Daniel Kahneman y Amos Tversky analizaron científicamente el impacto de la incertidumbre en la incomodidad y el criterio en la toma de decisiones. ¿Jugamos a detectives? ¿Emitimos un juicio inquisitorial sobre unos incautos que no saben dónde se meten, por mucho dinero que tengan (o precisamente por ello)?
- la mitología dota de significado. Titanic, la catástrofe por excelencia, en plena “Belle Époque” revisitada por James Cameron en la película más taquillera de la Historia (1997). Tenía que ser precisamente Cameron, que ha bajado 33 veces a acercarse al buque hundido, el que emitiera el juicio final de la “implosión” (él, al parecer, lo sabía desde el principio). No le ha venido mal tras el fracasillo de ‘Avatar 2’ (necesitaba 2.000 M $ en taquilla y ha hecho un poco más), con un guion tan “low cost” como las ventanas del Titán.
- Los rescates son románticos. Se trataba de encontrar el equivalente a un autobús en toda la provincia de Sevilla, con el Océano Atlántico como gran desconocido. La cuenta atrás nos la daba el oxígeno disponible. Un “escape room” global y en directo. Como demostraron Bradshaw y Storm (2013), la pasión de los humanos por los arquetipos es infinita. Al parecer TikTok se ha llenado de comentarios durante la búsqueda.
- ¿Dónde están la responsabilidad y la compasión? Más que pensar en los cinco tripulantes y sus familias, las redes han ejercido de “tribunal popular”. Plataformas que han de servir para compartir información muestran su lado oscuro: el de la falta de compasión, de valores humanos, de pensamiento sanamente crítico. Los cinco “especialistas en misiones” firmaron un contrato que eximía a Oceangate de toda responsabilidad (ocho días en un espacio de menos de siete metros fabricado en fibra de vidrio) para evitar demandas judiciales por neligencia.
“Normalizar la falta de empatía nos hiere a todos”, concluye la Dra. Rutleger, profesora de la Universidad de Fielding y Directora de su Centro de Investigación en Psicología. Es cierto. Mi gratitud a ella y al doctor Travers por sus reflexiones, tan actuales.
“We all live in a yellow submarine”, cantaban los Beatles a mediados de los 60. En verano de 1966, se puso de moda en Nueva York una droga, el Nembutal, cuyas pastillas eran amarillas, alargadas y terminadas en punta redonda, como submarinos. Aunque el cuarteto de Liverpool no le hacía ascos precisamente a los estupefacientes, Sir Paul McCartney, tan políticamente correcto él, ha preferido contar que el submarino amarillo es una metáfora psicodélica de la guerra y el sumergible una especie de prisión militar. Da igual. Lo importante es el mensaje escapista de la canción.
Es muy probable que en esta sociedad del espectáculo vivamos en un submarino “sólo para ricos” (los que se lo pueden permitir: el 1% de los mas ricos tiene más de la mitad de la riqueza mundial) con materiales baratujos. El casco se hizo más largo para que hubiera más espacio para los clientes. El Titán no estaba homologado y el casco no era de titanio, sino “low cost” de cinco pulgadas, incapaz de resistir las presiones de una inmersión tan profunda (el Titanic yace hundido a 3.821 m de profundidad). El nombre del CEO de Oceangate, propietaria del Titán, era Stockton Rush (su frase favorita era: “el beneficio es la única forma de que salgan las cosas”). Rush significa “correr a toda velocidad para capturar o atacar”. Correr como pollo sin cabeza; como la vida actual, tan estresada. Por cierto, “rush” también es. un término del fútbol americano para una jugada en carrera. Sin encomendarse a Dios ni al diablo.
Titanic, Titán, titanio. En la mitología griega, los titanes (Τιτᾶνες) eran unas poderosas deidades que dirigieron el mundo antes de Zeus y el Olimpo. Antes de la Edad de Oro, antes de lo racional. “La historia no se repite, pero rima” (Mark Twain). Interminablemente.
DEP los pasajeros del Titán. Ojalá la tragedia nos sirviera para distinguir el “low cost” de los “knowcosters“: consume como piensas, “vota” como cliente y apuesta por las empresas que fomentan el empleo digno y sostenible, el aprendizaje (la educación es el único ascensor social), la diversidad, equidad e inclusión, el bienestar y el equilibrio, el compromiso social. Hay un coste en la lucha contra la desigualdad y por el cuidado del planeta, que tenemos que asumir responsablemente.
Pero ya tenemos nuevo espectáculo para este verano. Los mercenarios de Wagner (¿pagados por quién?) frente al invasor de Ucrania Vladimir Putin: una historia de guerra civil. Una rebelión de bárbaros tipo Atila frente al sanguinario dictador al que le sale el tiro por la culata. No sé si dará para una serie de Netflix, porque parece que está acabando pronto. Mucha información repetida (cierta o no), ningún análisis de la situación. “No confundas visión con desesperación” (Phil Knight, CEO de Nike).
La entrada La Ciencia de la Atracción y el drama del Titán como espectáculo estival se publicó primero en HABLEMOS DE TALENTO.