He estado leyendo este domingo de catarro y Frenadol el número de febrero de ‘Philosophie magazine’- En portada: “En política, en el trabajo, en la vida… ¿preferimos el orden o el desorden?”. Una pregunta filosóficamente compleja.
Una sociedad perfectamente ordenada aleja la libertad. En ‘pequeños arreglos con el caos’, Alexandre Lacroix señala que “El orden es una victoria precaria”, provisional, en tanto que el desorden es fecundo. “En política, el discurso del orden produce los efectos del desorden”.
“Lo que cuenta durante el delirio es la rigidez de la idea”, explica la psiquiatra Astrid Chevance, especializada en depresión. “No podemos definir una patología sin definir qué es normal”.
“Lo mejor está en el interior”, Thomas Clerc, diseñador apasionado del orden.
En el mundo empresarial, donde ahora está de moda el término “disrupción”, las personas muy creativas tienen una ventaja, siempre que no están siempre en las nubes, opina Vincent Calvez, profesor de gestión empresarial.
Jean-Pierre Le Dantec, el famoso jardinista, es un amante del orden en la naturaleza.
Y en política, ¿nos gusta que nos gobiernen… o no? Debaten Catherine Malabou, teórica de la anarquía, y Jean-Claude Monod, gubernamentalista. Los anarquistas odian el abuso de poder; los gobiernos generan un orden establecido.
Además, la revista analiza el pragmatismo de William James, la rebelíón en la selva birmana y el pensamiento de Tim Ingold.
Caos y orden son inimaginables el uno sin el otro, como el yin y el yang. El atractor extraño es el orden en el caos. Crecer significa pasar de un orden a un “nuevo orden” a través del caos.
En la belleza buscamos el orden, a sabiendas de que resulta esquivo. Pues la belleza, como la bondad o la verdad, es efímera.
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