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El Cesarismo como talón de Aquiles: receta para el ridículo

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Más allá de las pasiones que levanta, me gusta analizar el fútbol como hemos hecho durante los últimos 15 años como laboratorio de la empresa y la vida. En 2007, la Dra. Leonor Gallardo y un servidor ganamos el Premio Éveris de Ensayo con ‘Liderazgo, Empresa y Deporte’ y desde entonces escribimos la trilogía de La Roja (2008-2010-2012), la de Pep Guardiola, Código Mourinho, sobre Messi y Cristiano, Liderazgo Zidane o un servidor directamente con Unai Émery y Pacheta. El próximo 11 de enero publicamos Leonor y yo ‘Nadalízate’, para aprender en la práctica del mejor deportista de la Historia.

El desastre de Qatar ha sido sonoro. España es la única de las favoritas que no ha alcanzado los cuartos. La película ya la hemos visto varias veces: en la empresa, en el deporte, en la política.

Como homenaje y análisis, he vuelto a ver (en Movistar+) ‘El Buen Patrón’ (2021), la película de León de Aranoa que ganó 6 Goyas, entre otros galardones. Una reflexión sobre un mal jefe que se cree “il capo perfetto” (éste es su título en italiano).

Te propongo once paralelismos de “El Buen Patrón”, una alineación, entre el personaje que interpreta Javier Bardem en la citada película y el todavía seleccionador nacional Luis Enrique Martínez:

  • Ambos “heredan” su situación. El dueño de Básculas Blanco, de su padre; Luis Enrique, de haber sido segundo de Pep Guardiola en los años dorados del Barça. Mucho nos tememos que nunca habrían llegado por sí mismos, como emprendedores reales. “De él heredé la pasión por el trabajo, la pasión por las balanzas y la pasión por la fidelidad”. Pep cobra en el Manchester City 20 veces lo que percibe el que fuera su colaborador de 2088 a 2011; por algo será. El de Santpedor lleva 32 títulos ganados, en España, Alemania e Inglaterra. Luis Enrique, más allá de sus tres años en el FC Barcelona, ha pasado sin pena ni gloria por la Roma, el Celta o la selección. La arrogancia sin logros destacados no tiene nada de divertido; es simple bravuconería.
  • Los dos confunden, por ignorancia más que por mala fe, su cargo (ser el jefe) con un liderazgo real, que debe ganarse humildemente día a día. Quien dice “el entrenador es el líder” es que no tiene la menor idea de Liderazgo. El Liderazgo como Talento para influir decisivamente en los demás desde la credibilidad, la autoridad moral y el ejemplo. De auténticos líderes no tienen nada. ¡Qué diferencia con el Mundial de Sudáfrica, en el que el seleccionador, los capitanes y el presidente de la RFEF asumían cada uno su rol!
  • Les gusta la comunicación directa, espontánea, de uno a muchos. Una comunicación “leninista”, sin intermediarios. Como en la primera escena de la mencionada película o el Twitch al que Luis Enrique ha dedicado demasiado tiempo. Se creen geniales transmitiendo y, simplemente, no lo son en absoluto. Incluso maleducados respecto a preguntas de ciertos medios (como cuando responde: ¿Has visto el partido?).
  • “Excelencia. ¿No os gusta cómo suena esa palabra? Ay, qué bonita es”. Básculas Blanco aspira a un premio del gobierno regional; La Roja, al Mundial. Creen que lo van a conseguir aplauso a aplauso, sin método ni estrategia. “El Sr. Blanco es como un padre (…) si a vosotros os va bien, a mí me va bien”. Ellos se ocupan de todo, de hacer de paraguas ante el mundo. No cuidan, miman, como superhéroes.
  • Hijos pródigos. “A veces toca tomar decisiones difíciles, por el conjunto de la familia”. José, el despedido, monta un lío frente a la fábrica; Sergio Ramos, no convocado, comparte el bailecito del pingüino con su compañero del PSG, líder del equipo marroquí, que marcó el último penalti. “Las despedidas son muy difíciles”.
- Talento y sucedáneos. "Las relaciones que creamos aquí van más allá de lo que pone en los contratos". El tiki-taka actual de 1.000 pases y dos tiros a puerta (3 de Marruecos) palidece ante la versión original, de hace una docena de años, con Xabi y Xavi, con Iniesta y Cesc, con Puyol, Piqué, Ramos, Capdevila, Marchena, o Albiol, con el Guaje Villa y el Niño Torres, con Iker Casillas en la portería. Eran un equipo, no tan valioso de inicio como Alemania, Argentina, Brasil u Holanda, pero más compacto y sinérgico. Elegidos para la Gloria, no como subordinados. 

  • No tienen el menor interés ni capacidad en seleccionar talento. Como demuestra el Sr. Blanco al elegir becaria o directora de marketing o Luis Enrique con su desdichada “lista”. Con un solo delantero centro, sin defensas centrales experimentados, con un mediocampo “de Europa League”.
  • “De lo sublime a lo ridículo sólo hay un paso” (Napoleón Bonaparte). Blanco y Luis Enrique se creen muy graciosos con sus ocurrencias que molestan: “No sé quién es el nº 8 de Marruecos, hemos tenido 5 minutos de locos contra Japón, no sabía que durante unos minutos estábamos eliminados”. El despiste del poderoso que deben aguantarle los lacayos. “Por favor, no me entendáis mal, lo digo con todo el cariño del mundo”.
  • No hay líder sin equipo, ni equipo sin líder. ¿Por qué Luis Enrique no llevó al Mundial a Canales, Iago Aspas, Mikel Merino, Sergio Ramos o Piqué? Porque son futbolistas con personalidad. Le gustan dóciles, que no sean protagonistas en sus clubes, que no tengan criterio ni opinión, sin pensamiento crítico (“algo habremos hecho”, decían al final del partido con Marruecos). Como el personal alrededor de “el buen patrón”, empezando por el de Recursos Humanos. “Yo quiero hablar con el Papa y no me coge el teléfono”.
  • Entrenar. Por ejemplo respecto a los penaltis, Luis Enrique ha declarado que le había pedido a sus jugadores que durante un año se prepararan en sus clubes lanzando 1.000 penaltis (“seguramente no lo han hecho”, añadió jocosamente). Según el todavía seleccionador, aunque acaba contrato, “consensua los penaltis”. Dictó quiénes lanzarían los tres primeros, sin conexión con el grupo. Los fallaron los tres. Los líderes humildes entrenan; los soberbios creen que ya lo tienen todo.
  • “Se ha debido descompensar”, le dice el guarda al patrón a la entrada de la fábrica, respecto a la balanza. Incapacidad de reaccionar. Como la selección española frente a Alemania, frente a Japón, frente a Marruecos. Una única idea y morir con ella aunque no funcione. Cuando no se aprende, es la crónica de un desastre anunciado. Una y otra vez.

El Cesarismo, según el DRAE, es el régimen en el que una persona gobierna con poder total. En las empresas, en el deporte o en la política. Frente a las siete mandatarias que mejor gestionaron la pandemia (en Nueva Zelanda y Taiwán, Alemania y cuatro países nórdicos), los “machos alfa” que no contaron con expertos, que tomaron decisiones a su antojo, que nos aburrieron con discursos interminables y que se vieron superados por la situación, más allá de su testosterona.

Cayo Julio César (100 a C – 44 a C) fue un Emperador romano nacido en una familia patricia de escasa fortuna, que supo gestionar su carrera profesional como Procónsul de la Galia. adentrándose en Britania y Germania. Cruzó el Rubicón (“alea jacta est”, la suerte está echada) e inició una Guerra Civil contra los partidarios de Pompeyo. Se hizo nombrar dictador perpetuo (46 a C). Dos años después, un grupo de senadores le asesinó durante los idus de marzo. La gloria culminó en tragedia.

Parafraseando aquella película de Ozores de hace 40 años, ‘Que vienen los Cesaristas’.

Nada que ver con los auténticos líderes, humildes de verdad, que inspiran a los suyos o a un país entero, que hacen equipo (un grupo humano que genera sinergias mediante la confianza mutua y el compromiso con un proyecto ilusionante), que practican la innovación y la mejora continua.

Cuídate de los Cesaristas, que suelen acabar como Cayo Julio en la Torre Argentina en marzo del 44 a C. Traicionado por los suyos, como Cayo Casio, Marco Junio Bruto y Décimo Junio Bruto (en la conspiración participaron más de 60 personalidades), hartos de su personalidad de autócrata.

‘El tema que te propongo hoy es ‘Dance monkey’ de Tons and I. El mono que danza.

La entrada El Cesarismo como talón de Aquiles: receta para el ridículo se publicó primero en HABLEMOS DE TALENTO.


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