Domingo de descanso. Ayer estuve viendo los partidos de Liga del Atleti y del Madrid (victorias por la mínima, sensaciones opuestas). Esta mañana he disfrutado en Netflix, por fin, de ‘100 días con la Tata’, documental de Miguel Ángel Muñoz (Madrid, 1983) galardonado con el Premio Forqué al Mejor documental. Una preciosidad, un Amor que la pandemia no pudo confinar, entre el actor y la hermana de su bisabuela (97 años en la actualidad). “¿Cómo vas a estar preparado para que se muera la persona a la que más quieres?”. “Todo el mundo sueña con encontrar en su vida a una persona que la mire como la Tata te mira a ti o como tú miras a la Tata”. Enhorabuena, Miguel Ángel, por esta obra de arte desde la autenticidad.
Mañana, viaje a Asturias para volver el mismo día y el miércoles, Fiesta Nacional.
He estado leyendo ‘EL AMOR TE HARÁ INMORTAL. Música, memoria y vida’, del comunicador musical Ramón Gener (Barcelona, 1967), autor de los programas de TV ‘This is Opera’ y ‘This is Art’. Licenciado en Humanidades y en Ciencias Empresariales, colabora en ‘Hoy por Hoy’ (cadena SER) y en ‘Versió RAC1’.
Su padre murió dos veces: la primera, cuando el Alzheimer se apoderó de su mente (maldita enfermedad) y la segunda, tres días antes de la Navidad de 2013, cuando se transformó en el Bolero de Maurices Ravel.
Mi admirado Ramón Gener, al que no tengo el gusto de conocer todavía, encontró consuelo en el proceso de duelo de Elizabeth Kúbler-Ross, basado en su enorme experiencia con personas prestas a pasar al siguiente plano. En este texto, que había regalado y todavía no me había atrevido a leer (mi padre murió hace 4 años), el autor recorre la historia de la música buscando emociones similares.
EL AISLAMIENTO DE NADIE (1841). Verdi compone Nabucco en un cuchitril, con una “extraña firmeza”. Se había cambiado de casa tras el fallecimiento de su mujer. En “las lamentaciones de Jeremías” vio la luz a través del túnel.
LOS SUEÑOS DE MORFEO (1977). María Callas había dejado la ópera por Aristóteles Onassis. ¿Cuál es el significado de los sueños?
LOS LAMENTOS DE AFRODITA (1951). Arturo Toscanini y la pianista Ada Colleoni, de quien siempre llevaba una foto en sus conciertos. “Cuando fallece un ser querido, nos lamentamos de todas las cosas que nos gustaría haber dicho o haber hecho”. Toscanini, de exquisita sensibilidad, era incapaz de mostrar sus sentimientos.
EL RESENTIMIENTO DEL MONSTRUO (1756). Farinelli, las arias para Felipe V y Riccardo, su creador.
EL ALIVIO CULPABLE DE DIDO Y ENEAS (1856). Clara Schumann y Johannes Brahms. Conocimiento y admiración. “Un amor que empieza por la apreciación de la belleza física, sigue por la belleza espiritual, del carácter y del alma, hasta llamar, por último, a la apreciación total de la belleza del arte del otro”.
LAS LÁGRIMAS DE EOS (1834). María Malibrán, la cantante más grande del siglo XIX, llora desconsolada la muerte de su padre.
LA FANTASÍA FANTÁSTICA DE LAS MUSAS (1864). A Berlioz, como a Ramón Gener, también su padre le dio la música.
EL CASTIGO DE SÍSIFO (1939). La creación del ‘Concierto de Aranjuez’ por el maestro Rodrigo. El lugar de su luna de miel, el niño que él y su amada Vicky perdieron. Un lamento inolvidable.
EL JUEGO DE ROL DE VENUS (1891). Richard Wagner y Cosima.
EL ARCO DE IRIS (1909). Puccini y Elvira.
Amor inmortal, más allá de la muerte. Un libro bellísimo que repasa el poder de la inspiración. Gracias, Ramón, por tu capacidad divulgativa y tu sensibilidad.
‘Oda al Amor’, de Pablo Neruda
Amor, hagamos cuentas.
A mi edad
no es posible
engañar o engañarnos.
Fui ladrón de caminos,
tal vez,
no me arrepiento.
Un minuto profundo,
una magnolia rota
por mis dientes
y la luz de la luna
celestina.
Muy bien, pero, el balance?
La soledad mantuvo
su red entretejida
de fríos jazmineros
y entonces
la que llegó a mis brazos
fue la reina rosada
de las islas.
Amor,
con una gota,
aunque caiga
durante toda y toda
la nocturna
primavera
no se forma el océano
y me quedé desnudo,
solitario, esperando.
Pero, he aquí que aquella
que pasó por mis brazos
como una ola
aquella
que sólo fue un sabor
de fruta vespertina,
de pronto
parpadeó como estrella,
ardió como paloma
y la encontré en mi piel
desenlazándose
como la cabellera de una hoguera.
Amor, desde aquel día
todo fue más sencillo.
Obedecí las órdenes
que mi olvidado corazón me daba
y apreté su cintura
y reclamé su boca
con todo el poderío
de mis besos,
como un rey que arrebata
con un ejército desesperado
una pequeña torre donde crece
la azucena salvaje de su infancia.
Por eso, Amor, yo creo
que enmarañado y duro
puede ser tu camino,
pero que vuelves
de tu cacería
y cuando enciendes
otra vez el fuego,
como el pan en la mesa,
así, con sencillez,
debe estar lo que amamos.
Amor, eso me diste.
Cuando por vez primera
ella llegó a mis brazos
pasó como las aguas
en una despeñada primavera.
Hoy
la recojo.
Son angostas mis manos pequeñas
las cuencas de mis ojos
para que ellas reciban
su tesoro,
la cascada
de interminable luz, el hilo de oro,
el pan de su fragancia
que son sencillamente, Amor, mi vida.
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