Me gustan los Cursos de Verano, un espacio único de cercanía y reflexión. He tenido el placer de participar, y de dirigir, varios de ellos en el Palacio de la Magdalena (Universidad Internacional Menéndez Pelayo) y San Lorenzo del Escorial (Universidad Complutense) y este 2022, tras la pandemia, de aceptar la invitación de mis amigos Carlos Ongallo (Universidad de Extremadura, en Jarandilla de la Vera) y Santiago Vázquez (Universidad Internacional de Andalucía). Santi, del Tecnológico de Monterrey, fue el Director de RRHH de R, la empresa de telecomunicaciones que demostró que haciendo bien las cosas (Liderazgo Humanista) la organización es más productiva y competitiva. No es “apostar por el talento” o “por la rentabilidad”, sino la rentabilidad sostenible a través del talento. Con AEDIPE Galicia organizó los primeros Congresos de la Felicidad en el Trabajo (serios, rigurosos, nada folclóricos) y se doctoró con una tesis sobre el tema, convertida en libro, que tuve el honor de prologar.
El Curso de Verano ‘Reinventando la Función de Recursos Humanos’ de la UnIA comenzó ayer con la conferencia ‘Más allá de RR HH, la nueva ciencia social del Capital Humano’ del Dr. Santiago Vázquez y el profesor de la Universidad de Huelva José Antonio Climent. Por la tarde, Santiago García (Future for Work) y Jesús Cepeda (OS City). Hoy martes 26 es el turno de un servidor, de Isabel Aguilera (‘Construyendo el futuro a la velocidad de los negocios’) y de Néstor Jiménez Haro (Nestlé Latam). El miércoles hablarán Mónica Vázquez y el coach Edgar Rosas. Y el jueves, la neurocientífica Marta Ligioiz.
He tenido dos horas y media para impartir y debatir ‘Nuevas tendencias y nueva generación de recursos humanos’. Con la pandemia, las reglas del juego han cambiado (a favor del talento), pero como las estructuras suelen ser del siglo XX y la mentalidad del siglo XIX (‘Los miserables’, de Víctor Hugo), el resultado es “la gran desbandada” (The Great Resignation) y el “job hoping” por falta de “job crafting” (Belén Varela). Sí, me siento un poco como el crítico de cine Carlos Pumares (“el cine ha muerto”) en este tema, pero l@s CEOs se están poniendo las pilas, más que los de RR HH.
Esta nueva ciencia social ha de centrarse en el talento, que no es fijo sino dinámico, de aprendibilidad. Hemos tratado los componentes del Talento: la Capacidad (Aptitud y Actitud, en esta secuencia, para no caer en la “soberbia de la ignorancia”), el Compromiso (en mínimos históricos) y el Contexto, el encaje cultural; del Liderazgo como el tipo más especial de talento (un Liderazgo que, si no se mide apropiadamente, no se desarrolla adecuadamente); del papel de la tecnología (Ironman vs Terminator), de la sinergia de los equipos de VERDAD y de los GeFes: Generadores de Felicidad.
En esta crisis que será más que evidente en septiembre, la “estanpecuflación”, el principal desabastecimiento será el de Talento. Según el estudio de ManpowerGroup 2022, la escasez de talento ha subido 15 puntos: del 65% al 80%. Las competencias esenciales para acceder al empleo son la Resiliencia y sus asociadas (compromiso, disciplina, colaboración, trabajo en equipo) y las cognitivas (pensamiento crítico, conceptual, razonamiento lógico).
Resiliencia. En las organizaciones, como destaca Santi García. En las personas. Es “el tema de nuestro tiempo”, como demuestra el especial de verano de Harvard Business Review, que comentaré en este Blog uno de estos días.
Tengo a los italianos entre los pensadores en el podio de los europeos. El domingo, en La Feltrinelli, me encontré con un libro provocador: ‘Odio la Resilienza. Contra la mistica della soportazione’ (Odio la Resiliencia. Contra la mística del aguante), de Diego Fusaro, profesor universitario en Milán.
El profesor Fusaro odia la Resiliencia como su admirado Gramsci odiaba a los indiferentes: en la medida en que justifica la injusticia y la indignidad. El homo resiliens como persona fría, sin pasión, sin deseo de libertad, que ni sufre ni padece. “Agilidad emocional” de los smart zen. Según Diego Fusaro, potenciada desde el Foro Económico Mundial y Barack Obama en 2013.
Fusaro parte de Marx y de Engels, de la importancia de las palabras y del “hecho cultural”, para dotar a la resiliencia de una esencia inequívocamente ideológica (estás para sufrir). Un concepto que parte de la tecnología de materiales (los que no se rompen) para llegar a la gestión de los traumas, desde Freud a Boris Cirulnyk. El autor cita a Heidegger (Ser y Tiempo) y su advertencia de comportarnos “de un modo inauténtico”, con serio riesgo para la salud.
Un término del latín (rebotar) que ha llegado a la psicología, como el “empoderamiento” (responsabilidad) y el “coping” (afrontamiento). Diez años después del 11 S, el entonces presidente Obama pronunció en Shansville, Pensilvania, pronunció el discurso These ten years tell the story of our resilience. Agua y ajo.
Resiliencia es, según Fusaro, no sólo “una palabra para el poder”, para empoderarnos, sino “una palabra del poder”, para que nos aguantemos con la situación tal como está. La transformación en virtud (Cyrulnik y Elena Malaguti, 2005) está en la capacidad de adaptación a las circunstancias. Su celebración entusiasta por el poder (en Davos, por ejemplo) da qué pensar. No es de extrañar que el autor cite a Mario Draghi, “que representa los intereses de la aristocracia financiera”.
Desde el lado oscuro, la Resiliencia se usa como instrumento de dominación. Es la utilización de la “neuroplasticidad positiva” desde el life coaching”. El intraemprendimiento. “La innovación es buscarse la vida” (Ferrán Adrià). Fusaro distingue muy adecuadamente la Resiliencia en el objeto (nos toca sufrir, nos aguantamos) de la Resiliencia como sujeto: anticiparnos a lo que va a venir. Para este profesor, la globalización tecnofinanciera apuesta por la primera, por aceptar lo inaceptable, por “la prosa de la cosificación”, un nuevo estilo de alienación. Siervos resilientes de selores globalitarios.
Tardocapitalismo, una “sociedad líquida” (Bauman) y posmodernidad: la renuncia a la utopía social. Fusaro cita el ‘Cándido’ de Voltaire, uno de los mejores ejemplos de optimismo mal entendido. “Optimismo es pensar que todo va bien cuando todo va mal”. No, amigo mío, eso no es optimismo; es ingenuidad, es estupidez. Sin pensamiento sanamente crítico, la resiliencia es aborregamiento. De los estoicos a Greta Thurnberg, son los hechos los que marcan la diferencia.
Ontología de la resiliencia como la “concesión intimidatoria de la realidad” (Alain Badiou) desde la TINA (There Is No Alternative). No queda otra. El futuro será peor que el presente, como profecía autocumplida. La pereza fatalista como “virtud” de los miedosos. En la “sociedad del riesgo” (Ulrich Beck), no asumir ninguno.
Cambiarse un@ para no cambiar el mundo (‘La resiliencia, ¿a qué precio?, de Michael Hanus). ¿Se trata de convivir con lo insensato, aun a riesgo de la salud física y mental, de la ansiedad y la depresión?
Paperino (el pato Donald de Walt Disney) es el ideal del sistema tardocapitalista. Se deja manipular y repite lo que dicen los “informativos”, sean los incendios, la ola de calor o la subida de precios. Un Sísifo feliz que empuja la piedra una y otra vez.
Desfatalicemos el mundo, cambiemos el cociente de inevitabilidad, nos propone Diego Fusaro. Porque, parafraseando a Hegel, “lo real es racional”. Es el “teorema de Campanella”: el ser humano no puede hacer lo que cree que no puede hacer. Primero en la mente, después en la vida. Conviene hacer el esfuerzo, como el esclavo Espartaco a la rebelde Antígona.
Creo en la distinción entre la resiliencia con minúsculas, la del perdedor de antemano que se resigna a su suerte (como coach, que no cuenten conmigo para eso) y la Resiliencia con mayúscula, la del Quijote, la de Rafa Nadal. La Resiliencia nadalizante, porque “el verbo de la ilusión es desvivirse” (Julián Marías). Cuando estés baj@ de ánimo, recuerda la probabilidad de victoria de nuestro Rafa en la final de Australia 2022.
Mi gratitud al profesor Diego Fusaro, que enseña Historia de la Filosofía en el IASSP (Instituto de Altos Estudios Estratégicos y Políticos) de Milán. Leeré sus libros anteriores, como ‘Globalización’ (2019) o ‘Defender quienes somos’ (2020).
‘Para la Libertad’, por Joan Manuel Serrat (directo, 1975). El poema de Miguel Hernández. “Para la Libertad, sangro, lucho y pervivo, para la Libertad”.
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