He estado leyendo, por recomendación de mi buen amigo Santiago Ulloa, el libro de Manel Ollé ‘La empresa de China. De la Armada invencible al Galeón de Manila’.
Tras la conquista de Filipinas por parte de la corona española en 1565, el Imperio chino se alzaba en el horizonte como un reto desconocido y hostil. En esos primeros años de España en Asia Oriental, no faltó quien quisiera emular a Hernán Cortés, y con un puñado de valientes tratar de conquistar el imperio celeste. Hubo incluso un plan detallado para lograrlo.
Tras el fracaso de la Armada Invencible, todo quedó en un espejismo. El profesor Ollé, de la Universidad Pompeu Fabra, enseña literatura e historia de Asia Oriental, ha traducido obras del chino y es crítico literario.
En 1521, Fernando de Magallanes toma posesión de Filipinas para España, lo que serviría años después para establecer una ruta con América a través del “Galeón de Manila”.
Estamos en 1565, Filipinas forma parte de un Imperio “donde no se pone el sol” y en China reina la dinastía Ming. En los siguientes 15 años, hasta 1580, tienen lugar las primeras relaciones con el imperio central. El capitán Juan de la Isla fue el encargado de cartografiar la costa china e iniciar algunos contactos comerciales, pero su fallecimiento dejó el proyecto en un cajón. Años después, se intentó una vía diplomática entre ambos países para avanzar en acuerdos comerciales. Pero la huida del pirata Ling Feng cuando iba a ser entregado a las autoridades de su país y el fallecimiento del Gobernador Guido de Lavezares dieron al traste con esa iniciativa.
En 1576, el nuevo gobernador Francisco de Sande envió una carta en la que pedía un contingente de 5.000 soldados desde Perú y Nueva España para invadir China. Sí, para invadirla y cristianizarla, porque el país no parecía capaz de defenderse. El proyecto se pospuso. Cuando Felipe II se convierte también en Rey de Portugal se actualiza la idea, esta vez con base en Macao. El jesuita Alonso Sánchez, detenido por los chinos, aportó una valiosa información al Gobernador Gonzalo Ronquillo, sucesor de Sande. Se necesitaban 15.000 soldados ibéricos más 6.000 filipinos y 6.000 japoneses (Japón y Filipinas ya eran enemigos históricos de China a finales del s. XVI). El primer obispo de Manila, Domingo de Salazar, justificaba el uso de las armas contra los chinos por los numerosos agravios que provocaban.
Se creó una Junta de la Empresa de China, de abril a junio de 1583. Y se planteó “la empresa de China” en las Juntas Generales de Filipinas (1588). China no poseía oro como América, pero sí seda, ámbar y alfombras.
El proyecto de invasión se desestimó finalmente por la monarquía hispánica porque se impusieron finalmente los intereses comerciales y lusos y por la derrota de la “Armada invencible”. Durante el reinado de Felipe III volvió a surgir la idea, pero ya era demasiado tarde.
Un momento fascinante de nuestra historia. ¿Qué habría pasado si Álvaro de Bazán, que falleció en Lisboa el 9 de febrero de 1588, hubiera liderado la Armada nunca antes derrotada, como estaba previsto, y no el inepto duque de Medina Sidonia (no fueron “los elementos”, sino la falta de Liderazgo, lo que explica esa trascendental derrota)? ¿Se habría conquistado China para el imperio español? ¿Se habría “romanizado” y “cristianizado”? El emperador Wanli creía que los españoles, a los que llamaba “ojos de gato”, procedíamos del Golfo Pérsico. La imprenta para hacer mapas, la brújula para navegar y la pólvora para disparar eran tres inventos chinos que por aquel entonces dominaban los españoles.
Mi gratitud al profesor Ollé por recuperar este momento de la Historia Universal y a mi amigo Santiago por la recomendación.
Canção do Mar, por Dulce Pontes.
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