Ayer estuve viendo en Movistar+ la película italiana ‘Arturo y el algoritmo’ (E noi come stronzi rimanemmo a guardare), de 2021. Una crítica mordaz de Pif, el influyente director transalpino, al solucionismo tecnológico. Arturo (el cómico Fabio di Luigi) es un directivo de una gran compañía tecnológica que introduce un algoritmo que le convierte en superfluo en su empresa (la entrevista de desvinculación con el DRH, que cita a Churchill, es una joya del absurdo). Pierde a su novia (porque un algoritmo dice que son incompatibles), su empleo y sus amigos de golpe. Como tiene 48 años y nadie le contrata por su edad, se coloca de “rider” con su bici en FUUBER, un gigante de la tecnología creado por un chaval explotador con su verborrea mística, y encuentra un compañero de piso (profesor de Filología, hater ocasional y subastero de traducciones) con el que compartir gastos. El único consuelo a su soledad es Stella (Ilenia Pastorelli), un holograma salido de una app, FUUBER Friends. Tras la semana de prueba gratuita, cuando Arturo ya está encariñado con Stella, no puede permitirse renovar su suscripción, por lo que buscará la forma de conocerla en persona en la sede de la India. “Ha llegado FUUBER”. Da mucho que pensar en qué estamos convirtiendo esta sociedad.
Estos tiempos de globalización y desarrollo tecnológico pueden ser muy crueles para gran parte de la población. En Psychology Today, el profesor emérito Arthur Dobrin (Long Island), experto en Ética y Humanismo, nos anima a ‘Reconsiderar la Piedad‘. En su idioma, y en el nuestro, “maravilloso” y “horrible” se oponen diametralmente. Blancos y negros, sin matices. La editora del New York Times Jessica Bennet ha escrito recientemente sobre la modificación semántica del término “trauma“. Hoy es lo que te provoca un maltratador. Si todo es un trauma, nada lo es.
Respecto a la palabra “pity” (piedad, compasión, misericordia, lástima, pena), que antes tenía una gran resonancia (como ejemplo, la Pietà de Miguel Ángel), hoy se ha banalizado. ¿Se ha convertido en una emoción que nos hace sentir superiores, en un sentimiento de altruismo? El profesor de Filosofía Robert Kimball, de la Universidad de Louisville, considera que la piedad, la compasión, juega un papel fundamental en nuestro Liderazgo Ético.
“La piedad hacia quienes han sufrido las desgracias de la fortuna tiene un gran peso moral, porque reconoce las limitaciones de la vida y el poder humanos”, escribe Kimball. Dobrin nos recomienda el documental ‘La pena y la piedad’, sobre el gobierno de Vichy y la colaboración con los nazis. Algo que nunca sintieron los nazis por las víctimas del Holocausto, y de ahí su crueldad.
En su ‘Biografía de la Inhumanidad’, el maestro José Antonio Marina relata a lo largo de la Historia la peor versión del ser humano cuando falta la compasión y convierte a sus semejantes en objetos a destruir.
Estoy con las profesoras Adela Cortina en su libro ‘Ética ciudadana’ (“Una política que prescinde de la ética es, sencillamente, mala política“) e Imelda Rodríguez en ‘Imagen Politica. Modelo y Método (“La clave del éxito sostenido no es saber vender la dignidad como relato, sino en saberla practicar’) en modificar la actual acepción de la RAE sobre la palabra compasión: “sentimiento de pena, de ternura, de identificación ante los males del otro”. La compasión no es meramente intelectual (los sentimientos están en el “teatro de la mente”, nos enseña el neurocientífico Antonio Damasio), sino activo. Es el núcleo de la “ética ciudadana” contra la “aporofobia”, el odio al pobre, para la profesora Cortina y la clave de bóveda de la Revolución de la Autenticidad, desde la Firmeza Compasiva, para la profesora Rodríguez Escanciano.
Solidaridad, un concepto tan esencial como la Libertad y la Igualdad. Hemos de combatir la crueldad tanto como la desigualdad y la tiranía, porque el “trilema de Marianne” es indivisible.
‘La canción de la Piedad’ (Pity Song), de Melissa Ferrick. “Carry me on”, Llévame contigo.
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