Ayer fui a ver una espléndida película, ‘El triunfo’, escrita y dirigida por Emmanuel Courcol. Premio a la Mejor Comedia Europea. Es la historia de Etienne (Kad Meran), un actor vocacional que dirige un taller de teatro en un centro penitenciario y les plantea representar extramuros ‘Esperando a Godot’ de Becket. Al ser personas privadas de libertad, entenderán mejor que nadie -y nos harán entender- ese “teatro del absurdo”. Cada cita con el público es un nuevo éxito, hasta llegar al Teatro del Odeón, uno de los seis teatros nacionales de Francia como función de despedida. ¿Será ese el verdadero triunfo?
Inspirada en una historia real (la del director de teatro Jan Jönson que estrenó esa obra con reclusos de Suecia y la representaron en el Teatro Real de Göteborg), los temas de uno de los mejores dramaturgos del siglo XX, Samuel Becket (el vacío, la ausencia, la interminable espera, la ociosidad) tienen hoy más sentido que nunca. Actores en estado de gracia, un ritmo cinematográfico exquisito y un argumento de adultos para adultos. “Yo espero a Godot, y le esperaré siempre” (Jan Jönson). Mientras hay vida, hay esperanza.
Te recomiendo la versión de ‘Esperando a Godot’ de Teatro Estudio (7 de marzo de 1978, hace 44 años). Ramón Corroto, Emiliano Redondo, Joan Llaneras, Alberto Fernández y Ángel Ramos, bajo la dirección de José Osuna.
Me he acordado al ver esta película de mi querido amigo Jorge Carretero, que realizó una encomiable labor por las personas privadas de libertad que cuenta en el número de marzo de Cuadernos de Pedagogía, sobre ‘Empleabilidad’. “Reinserción de personas privadas de libertad y de ninis, un ejemplo práctico de enorme éxito, por Jorge H. Carretero, que durante 18 años ha sido el portavoz de la Real Federación Española de Fútbol y en la actualidad preside Futboljobs. Una iniciativa que ha permitido que unas 10.000 personas anualmente disfruten de la práctica del deporte rey, asuman el reglamento y unos 1.200 en los últimos 15 años se hayan titulado como entrenadores y árbitros.” Un caso de éxito, reconocido por la Comisión Europea, que bien merecería una película como ‘El triunfo’.
He estado leyendo el nuevo libro de mi amigo César Piqueras, ‘El vendedor silencioso. Vender más con menos esfuerzo’. Conferenciante, formador, autor de una veintena de libros, César es referente en desarrollo de equipos de ventas y liderazgo. Uno de mis mejores ejemplos de productividad personal.
Se trata de una novela en la que Marcos, recién contratado, aprende el Método del “Vendedor Silencioso”, con tres principios básicos:
- Salir de la zona de confort cada día (sí, diariamente; la fortuna ayuda a l@s valientes)
- Enamorarte de tu trabajo (pasión por el empleo de tu talento)
- Poner al cliente, de verdad, en el centro (sin charlatanería)
y cuatro fases sucesivas:
- CONECTAR: Rompe el “muro”, sé honest@ y muéstrate vulnerable, busca nexo y compromiso siempre desde la verdad.
- MOTIVAR: Presentación efectiva (personalizada, diferenciada). Preguntas poderosas. No vendas: haz que te compren.
- OFRECER: Propuestas elegantes, amables y fluidas. Da por hecho que el cliente ya tiene el producto o servicio y lo disfruta. Muestra beneficios tangibles.
- CONVENCER, con determinación. Ante las dudas de los clientes, seguridad y confianza. Resistir es la clave.
Gracias, César, por regalarnos un libro tan útil. Reconozco que yo soy “más de marketing que de ventas”, de posicionamiento más que de talento comercial. Reconozco ese talento en grandes profesionales como mi amigo Jaime Guibelalde. Sin embargo, utilizaré el “Método del Vendedor Silencioso” para tratar de impulsar el desarrollo del Liderazgo en un contexto que es el 43º del mundo en Calidad Directiva (el círculo vicioso de directivos poco inspiradores, integradores, imaginativos e intuitivos que creen que no lo necesitan) y con una clase política con muchas más sombras que luces. Así de atrevida es la ignorancia.
La canción de hoy, ‘The long and winding road’, el tema de los Beatles en la versión de George Michael. Fue el último sencillo de la banda de Lennon y McCartney, su último número uno (23 de mato de 1970).
“El largo y sinuoso camino/ que me lleva a tu puerta/ nunca desparecerá,”
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