Acaba la semana laboral, la última de junio. La que viene, ya comenzando julio, me llevará Dm a Tarragona y Santiago de Compostela.
He estado leyendo el monográfico de psicología y neurociencias CUADERNOS Mente & Cerebro del 2º cuatrimestre de 2021, sobre ‘Música y Cerebro. Los efectos de la música sobre las neuronas y la psique’.
Desde el punto de vista de la Neurobiología. Norman M. Weinberger (profesor de la Universidad de California en Irvine) nos explica que varias regiones cerebrales participan en la percepción musical y en las emociones que evoca. Nuestro cerebro se reajusta para responder con mayor intensidad los sonidos musicales potenciados mediante refuerzo conductual.
Phillipe Lalitte y Emmanuel Bigand (Universidad de Borgoña en Dijon) han comprobado que si la música contemporánea nos desconcierta es porque nuestro oído no está acostumbrado (el cerebro descubre lo inaudito). Sin embargo, con audición reiterada nos resultará familiar esta estructura.
Eckart Argenmuller nos introduce en la “Neurología de la percepción musical”. Escuchar acordes de Bach, Miles Davis o Radiohead provoca distintas respuestas en cada un@ de nosotr@s, según nuestras experiencias personales con la música. Pero hay bases de procesamiento comunes: la corteza auditiva primaria y secundaria y las circunvalaciones de los lóbulos temporales izquierdo y derecho intervienen en el procesamiento cerebral.
Susana Martínez-Conde y Stephen L. Macknick (Universidad Estatal de Nueva York), autores del libro ‘Los engaños de la mente’, desentrañan el enigma de la “melodía interminable”: esos temas que se te meten en la cabeza hasta llegar a taladrarte. Los “gusanos auditivos” rara vez son una pieza musical completa. Para abandonarlos, distraernos con otra cosa, mascar chicle o dejar que existían (hay una conexión entre ellos y las melodías positivas interiores).
Jordi Jauset, investigador de la Universidad de Barcelona, trata el impacto del aprendizaje musical en el cerebro como ejemplo notorio de neuroplasticidad. Más allá de la diversión, el aprendizaje musical potencia la atención, la memoria y las funciones ejecutivas. Por tanto, modifica positivamente la estructura cerebral.
Sandrine Viellard, catedrática de psicología cognitiva de la Universidad de París Nanterre, nos enseña las respuestas emocionales a la música: ira, alegría, tristeza o sosiego. Los juicios de los oyentes, sean músicos o no, son muy similares.
Escalofrío musical’, por Eckart Altenmüller, Oliver Grewe, Frederick Nagel y Reinhard Koptez (Escuela Superior de Música y Teatro de Hannover). Es la música que nos produce un estremecimiento, en tres etapas: reacción del sistema nervioso autónomo, aceptación de la música, sistemas corporales (incremento de la presión arterial).
“La música abre un túnel en el cerebro”. Anne von Hopfgarten entrevista al psicólogo de la música Stephan Kölsch. “En cuanto escuchamos tonos rítmicamente organizados, nuestra mente intenta predecir el ritmo”. “La música puede despertar recuerdos olvidados”.
‘Los efectos saludables de cantar’, por la periodista científica Elena Bernard. La música contribuye al tratamiento paliativo del dolor. Las personas que forman parte de coros se muestran más sociables y de mejor humor.
“Los niños con autismo son muy musicales”, la musicoterapeuta Núria Escudé, entrevistada por Yvonne Buchholz, redactora de Mente y Cerebro.
Por qué nos entristece la música en tono menor, por Günter Kleinen (Universidad de Bremen). Los tonos menor y mayor provocan una reacción neuronal distinta (ondas beta y gamma de la neocorteza, según descubrieron Raoul Jenni y su equipo en 2017).
El profesor Brian Levine (Universidad de Toronto) expone el caso de Brian Wilson, “loco por la música”. Ascensión y caída del líder de los Beach Boys, especialmente creativo, que desarrolló una psicosis afectiva. Afortunadamente, pudo recuperar sus capacidades.
‘Ritmo para recuperar la marcha’, por Simone dalla Bella (Universidad de Montréal) y Barbara Tillman (Universidad de Lyon). La música permite recuperar la capacidad de andar y mantener el equilibrio deteriorados por el Parkinson, un ictus o el propio envejecimiento. La música también ayuda a demorar los efectos del alzheimer. Más que la melodía, el ritmo parece ser la clave.
Excelente monografía.Mi agradecimiento a los distintos autores, por conectar la neurociencia con la música. En ‘Atrévete a motivarte’, Jorge H. Carretero (el mejor portavoz que ha tenido la Real Federación Española de Fútbol) y un servidor recomendábamos a los lectores contar con un “botiquín musical”. Ahora, más que nunca. En ‘Liderazgo Brain-Friendly’. de próxima publicación en inglés, Silvia Damiano y un servidor exponemos las ventajas de la buena música para nuestro cerebro. Vive con ella.
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