Ayer estuvimos almorzando en un restaurante muy recomendable, Umami Gastrobar, en la Avda de los Andes, 6 (Madrid). Platos exquisitos del chef Enrique, una atención personalizada por parte de Rubén y su equipo. Experiencia de cliente verdaderamente diferenciadora. Mi gratitud a todo el equipo de Umami. Así se sale adelante, desde la Excelencia. Como vecinos, Taramara (Avda Arces, 11), del grupo de Latasia, con Sergio y Roberto, Lamucca Andes, Orgaz. Un oasis culinario.
He estado viendo la presentación de Ana Iris Simón, autora del libro. Cinco minutos que no te debes perder: La cuestión crucial del reto demográfico.
- “Me da envidia la vida de mis padres a mi edad (29 años). Tenían una hija de 8 años y esperaban un segundo hijo. Vivían en un pequeño pueblo de Toledo de 1.000 habitantes. Mi madre era cartera y trabajaba en casa, porque a mi edad mis padres tenían una hipoteca y también tenían un coche, e incluso una thermomix. Pero sobre todo, tenían la certeza de que podrían mantener sus trabajos y la esperanza en una vida mejor. Creían en ese progreso porque para ellos había sido un hecho”.
- “Lo que ocurrió después lo sabemos todos. El desmantelamiento industrial que España pagó peaje por entrar en la UE. Convirtió a nuestro país en el Marina D’Or de la Unión Europea, benefició a unos pocos y hundió a todos los demás. Porque de eso va la desigualdad territorial: de quienes pudieron subirse al carro del turismo y los servicios, y los que no”.
- “La idea global arruinó a la aldea real. En los 70, mi abuelo podía mantener a sus ocho hijos con una vid. Ahora, mi primo Rubén, el único que se dedica al campo, no puede sacar adelante a sus tres hijas”.
- “Es un afortunado por tener hijas, porque lo normal es no tenerlos hasta los 32. En España hay más madres con 40 años que con 25”.
- “Es normal, porque tenemos un 40% de paro juvenil y los salarios de los jóvenes son un 50% más bajos que en los 80. Así, ¿Cómo no envidiar la vida de nuestros padres? ¿Cómo creer en el “progreso”, en el que ellos confiaban como un horizonte?”.
- “Por eso creo que cualquier plan demográfico debe pasar por fomentar el acceso al empleo y a la vivienda- Que los jóvenes de pueblo no nos veamos obligados a vivir hacinados y se vacíen hasta las capitales de provincia pasa por revertir lo que nos trajo aquí. Por reindustrializar el país, por una regulación inmobiliaria sin medias tintas, por apoyar a nuestros productos frente a los de fuera. Recuperar, en definitiva nuestra soberanía frente al capitalismo global y europeo. Un capitalismo que, por cierto, también prefiere importar de fuera la natalidad en lugar de fomentarla dentro. Emigrar fue un drama para mis abuelos en los 70 y para mis amigos en la crisis de 2008. Me pone los pelos de punta lo de importar inmigrantes para que nos paguen las pensiones es robarles la mano de obra a los que hace siglos les robábamos el oro”.
- “Pero lo que más envidio de mis padres a mi edad es que para ellos tener hijos no es el salto al vacío que siento ahora. Con 28 años he vivido tres EREs y mi contrato temporal finaliza dos días después de la fecha programada para mi primer parto. No tengo coche y no tengo hipoteca, porque no puedo”.
- “Si de verdad queremos plantarle cara al reto demográfico, apostemos por las familias, por darles beneficios fiscales (al contrario de lo que se proponía hace unos días), por ayudas directas a la natalidad y a las escuelas gratuitas en todo el territorio. Por que mi generación pueda quedarse en sus pueblos y no tenga que envidiar la vida de sus padres (…) No habrá agenda 2030 ni 2050 si en 2021 no tenemos casas para placas solares ni niños que se conecten al wifi, porque no tenemos niños”.
Mi aplauso y mi reconocimiento a esta escritora. Cuando sabemos lo que tenemos que hacer, el problema no es de ignorancia sino de valentía para decidir y actuar correctamente.
En esta misma línea, Raúl Grijalba, presidente de ManpowerGroup, dijo ayer en el acto ‘Los empleos del futuro y el Futuro del Empleo’, que “para solventar el problema del empleo necesitamos: priorizar el reskilling/upskilling; digitalización de las empresas; desarrollar un mapa nacional de Talento e impulsar una alianza entre empresas e instituciones”.
He estado leyendo ‘La nueva clase dominante’, de Rubén Juste (Toledo, 1958), profesor universitario, Doctor en Sociología por la Universidad Complutense y asesor. Un recorrido por el capitalismo hacia el monopolio (Rockefeller encontró el “agujero de gusano” entre poderes), en el que los inversores son los reyes (Warren Buffet y compañía) porque burlan las leyes del mercado y la competencia, los tecnoinversores (de Madoff a Facebook, pasando por Amazon) han creado un nuevo mundo y el Estado del bienestar, exagerado por el coronavirus, es una cueva de aprovechados (la “era Ramones”: todo lo que me importa soy yo”. De la Responsabilidad Limitada a la Responsabilidad de todos por el bien común.
Como me temo que los partidos políticos no lo van a hacer (ni los tradicionales ni los de la “nueva política”, que se han esfumado en apenas cinco años) ni los que se sienten cómodos en el “establishment”, debemos hacerlo l@s ciudadan@s responsables. Son tiempos de Consciencia. No creo en el “Capitalismo consciente” sino en el Talentismo, la nueva era en la que el Talento es más valioso -por escaso- que el Capital. El talento o es consciente (se da cuenta de lo que está pasando) o no es talento, por mucho que se esfuerce.
A este respecto, como ciudadano pienso “votar”. No sólo cada cuatro años a una de esas instituciones cesaristas que recogen nuestro voto, simulan una pugna ideológica y lo aprovechan para su exclusivo beneficio. Pienso votar como ciudadano: sólo voy a comprar productos y servicios que tengan una nítida “huella del empleo” (que generen empleos, especialmente entre los jóvenes y el talento senior). Voy a comprar y a colaborar por las organizaciones -pequeñas, medianas y grandes- que de verdad apuesten por el aprendizaje, desde el/la CEO o propietari@ al último trabajador/a, en un país como el nuestro que no aprovecha ni el 20% de los fondos de formación a los que tiene derecho. Y por supuesto sólo votaré a aquel partido político que proponga -y cumpla- destinar un 5% del PIB a la educación y fomente un pacto educativo para que nuestro país salga adelante.
Tal vez parezca que una persona no es capaz de hacer mucho, pero al fin y a la postre sólo suelen decidir su voto en las campañas electorales un 8% de los votantes. En la realidad española actual, apenas la mitad de las personas que están enganchadas a esos programas de telebasura. Así que lo vamos a conseguir.
Y lo vamos a hacer. Porque el nuestro es un maravilloso país, el país de la calidad de vida por su clima, gente y gastronomía, el país de rebeldes como Cervantes y Picasso. El país de una Transición modélica, el país de una nueva Transición.
Ya está bien. Vamos a votar con nuestras decisiones cotidianas, y no a abdicar en megalómanos de uno u otro signo sin experiencia vital que están destruyendo nuestros sueños y, a través de una deuda de locura, el futuro de nuestros hij@s y niet@s. ¿Te apuntas?
Imagínate.
La entrada Revertir el progreso que no es tal se publicó primero en HABLEMOS DE TECNO TALENTO.