Ayer empecé a ver la serie El Cid, protagonizada por Jaime Llorente (La Casa de Papel). Resulta interesante, por más que se han destacado errores históricos en la misma. En cualquier caso, resulta fascinante en un momento de la Reconquista como fue la aparición de los reinos de taifas.
David Porrinas ha escrito la mejor biografía sobre el Campeador, ‘Historia y mito de un señor de la guerra’, ya en quinta edición. Muy recomendable.
Leí en su día la novela de Arturo Pérez Reverte, que se lee como un western medieval.
En el mencionado libro de David Porrinas, espléndidamente documentado, se analiza la psicología de este líder en su tiempo.
- La Marca como promesa de valor. Rodrigo Díaz, de la localidad de Vivar, ha quedado para la historia como el Campeador («Campidoctor») y el Cid («Sidi»), por su destreza guerrera y talento militar. Un héroe de leyenda. Talento puesto en valor. Las personas que tenemos una cierta edad recordamos su espada, Tizona, y a su caballo, Babieca, así como el símbolo de la Jura de Santa Gadea.
- Logros extraordinarios, memorables. El Cid fue un guerrero excepcional, extraordinario con dos grandes logros militares: su carácter invicto en el combate y la conquista de Valencia, después de muerto. Quiero pensar en el tándem de Rodrigo con Jimena (1046 – 1116), su esposa, con quien contrajo matrimonio entre julio de 1074 y el 12 de mayo de 1076, y a la muerte del Cid, señora de Valencia entre 1099 y 1102.
- Líder de mestizaje, que practica lo que predica. El fundamento de su autoridad, el principal resorte de su poder y clave de su éxito será, precisamente, ese ejército combinado y el consiguiente mestizaje de tropas, tácticas, combatientes y tradiciones guerreras cristianas e islámicas. A partir de una pequeña mesnada de caballeros cristianos bien armados, entrenados y disciplinados, leales a su líder y solidarios entre sí como equipo, Rodrigo construirá un núcleo combativo cohesionado al que podrá ir sumando otros cuerpos militares que dotarán de masa y músculo a ese cerebro central. Rodrigo Díaz conseguirá esa cohesión de tropas gracias a otra de sus cualidades fundamentales: la implicación personal en los combates. Y es que si un líder pretende la adhesión, implicación y lealtad de los suyos no hay nada como predicar con el ejemplo, y en ese sentido el Campeador es paradigmático. Tenemos pruebas de sobra como para contemplar en Rodrigo a un comandante modélico y a un combatiente esforzado que sufría los mismos padecimientos, las mismas penalidades, que sus hombres, participando personalmente en cabalgadas, asedios, escaramuzas y batallas. Rodrigo padecía como cualquiera de sus hombres, soportaba con ellos las inclemencias meteorológicas, las largas marchas a caballo, la vida castrense en campamentos y fortalezas medio derruidas, en bosques y quebradas. Sangraba y sufría, como muestran las dos ocasiones en las que fue gravemente herido por sus enemigos. Esa implicación personal y capacidad de sufrimiento reforzarían la cohesión de unas tropas que actuarían como un solo hombre.
- Profundo conocimiento de la naturaleza humana. A su propia valentía personal, que inspiraría y motivaría a los suyos para el combate, hay que combinar el perspicaz uso del miedo para debilitar a sus adversarios. Durante el asedio a Valencia utilizó la tortura y el asesinato, la crueldad y brutalidad, a modo de armas psicológicas mediante las que atemorizaba los asediados, quebrando su moral, combinando el hambre extrema con el miedo provocado por la contemplación de la atrocidad, consiguiendo así debilitar al enemigo física y psíquicamente, facilitando su posterior rendición. Dentro de ese aprovechamiento de la psicología humana estaba su capacidad para confundir, engañar y dividir a sus adversarios mediante la propagación de infundios y rumores. Mostraba esa maestría para infiltrar falsas noticias en los campamentos rivales, lo que le permitió alcanzar importantes victorias en el campo de batalla. En alguna ocasión eso que los musulmanes llaman «baraka» o «gracia divina», la suerte, fue de su mano: así fue contemplado por algún autor musulmán, que vio en Rodrigo Díaz a una especie de «milagro» o «prodigio de su Dios». Rodrigo Ibn Bassam, autor originario de Santarem y refugiado en Córdoba, escribió que «este opresor, al mismo tiempo por su actuar con destreza y sus dotes de entereza, y su intrepidez extrema, era uno de los prodigios de su Dios», lo que le había permitido derrotar, «con su poca mesnada», a muchos ejércitos más numerosos que el suyo. El Cid se convirtió en príncipe de Valencia, el primer y único rey de taifas cristiano.
- Learnability (Aprendibilidad). La gran cualidades de El Cid fue su gran capacidad de aprendizaje, de adaptación. Rodrigo Díaz aglutinó las virtudes de los dos mundos en los que vivió: el cristiano feudal y el islámico tributario. Fue una especie de híbrido militar y político que supo desenvolverse en contextos cristianos y musulmanes, pudo moverse como pez en el agua en el mundo fronterizo en el que habitó. Una capacidad del guerrero castellano para adaptarse a circunstancias cambiantes y adversas.
La canción de hoy, ‘Romance’ de Jaime Llorente, con Natos y Deva (parece que Maluma ha pasado por las tierras medievales castellanas).
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