Día y medio de esta semana en Barcelona, con un tiempo realmente primaveral, trabajando con tres clientes de ManpowerGroup de los más variados sectores (una organización a cargo de uno de los principales símbolos de la ciudad, una tecnológica y una de las principales entidades financieras), con un denominador común: ES EL MOMENTO DEL TALENTO. Pero no de la “guerra por el talento”, como aquélla que se promulgó en 1997, sino del talento que debe crecer (ya sabes, el talento que no se aprecia, se deprecia). Es el momento de crecer, del desarrollo, más allá de la formación convencional. Es el momento (realmente lo es) de la formación de alto impacto, que combina lo presencial –la excepción paretiana- con la virtualidad a través de un aprovechamiento tecnológico de la tecnología. Es el momento del desarrollo personalizado entre responsables de los equipos y sus colaboradores/as con una valoración efectiva (fortalezas, oportunidades de mejora, plan de acción). Y por supuesto es el momento del desarrollo del liderazgo en la alta dirección, mediante el coaching estratégico. El ejemplo hace al/a la líder y por ello los profesionales directivos de mayor responsabilidad han de demostrar su apuesta por el talento predicando con el mismo. Un/a líder sin coach es como un/a deportista autodidacta; en consecuencia, si no entrena su liderazgo con efectividad y eficiencia, involuntariamente lo está perdiendo. O progresas o regresas.
Anoche tuve la oportunidad de disfrutar del partido de Champions League entre el Atlético de Madrid y el FC Barcelona en una cafetería-restaurante de la calle Bailén, aquí en la Ciudad Condal. Un partidazo de los que hacen afición. Y me sirvió, por supuesto, para analizar el papel de los entrenadores (de los líderes-coaches, diríamos en el mundo de la empresa) en el rendimiento de sus equipos. ¡Con qué intensidad jugaron los colchoneros, en principio un equipo de menor valor que su rival (y, por tanto, a priori de menor talento) pero que desde el compromiso marcó la diferencia! A las semifinales del torneo más prestigioso del fútbol europeo llegan equipos con enormes entrenadores: Simeone, Guardiola, Mourinho (nos guste más o menos su estilo, no podemos discutir sus logros) y… casi Jurgen Klopp, si no lo hubiera evitado San Iker Casillas. Ayer me decía una directiva de las mejores de su sector que su madre, ante las evidencias de falta de calidad de servicio, le dice que cada vez valora más la buena selección de talento. Un servidor opina lo mismo respecto a los entrenadores en el deporte y l@s líderes-coaches en las organizaciones: cada vez marcan más la diferencia.
Como consecuencia de esta reflexión de Champions, éste es mi modesto
Decálogo de los grandes entrenadores (líderes-coaches):
- Contagian con su actitud. No se permiten el lujo de ir de tristes por la vida (es el poder de las “neuronas espejo”).
- La estrategia son los principios y sobre todo la implantación. De las ideas (brillantes) a la acción. Con ellos hay transformación. “Como en muchas batallas de la historia, a veces no gana el mejor, sino el más convencido de su estrategia”, ha declarado Diego Simeone en rueda de prensa.
- Generan un clima tónico, no tóxico. No se lamentan, no justifican. Se centran en lo que se puede hacer (la capacidad será mayor o menor, pero el compromiso es máximo).
- Son minuciosos con los detalles. No se permiten la arrogancia y la soberbia, ni por supuesto el desánimo.
- El sistema está por encima de un jugador individual. El Atlético de Madrid, sin su goleador Diego Costa, jugó con una intensidad impresionante. Es el equipo, no una persona concreta.
- Pasión y sistema. Equipos con una intensidad, que saben a lo que juego, que no negocian con su modelo, que ponen el foco en los resultados a través de sus valores.
- Comunican de forma clara, sin excusas, con absoluta transparencia. Comunican pasión (entusiasmo) y a la vez serenidad (aprender de los errores para no volver a repetirlo). Autoridad moral a través de una buena comunicación.
- Para ellos el trabajo es esfuerzo desde el disfrute. Les encanta lo que hacen y se les nota.
- Son ecuánimes en sus decisiones, porque las meditan y las explican adecuadamente. Son muy conscientes de que la percepción (de su gente, su motivación) es la realidad.
- Consiguen que “juegue” toda la organización. Es admirable cómo Simeone y Guardiola lograron ayer que sus aficiones, que llenaban el estadio, apoyaran al equipo hacia la victoria.
Es digno de estudio –y muy aplicable a la gestión de las organizaciones- cómo Diego Simeone ha logrado “secar” una vez más a un genio del fútbol como Leo Messi, que suele marcar la diferencia. Toda una lección de estrategia y ejecución.
Mi gratitud a l@s líderes-coaches, que consiguen lo mejor de sus equipos. Como nos decía ayer Xavier, una dirección a la altura del reto y de la misión, que son impresionantes.