Esta mañana de domingo, a las 13 h, en la localidad burgalesa de Salas de los Infantes, homenaje a José Rojo Martín, ‘Pacheta’. El entrenador de moda, profeta en su tierra. Podemos verlo en el canal de Youtube de Serendipia Salas o en la cuenta de Instragram @serendipiasalas. Como sabes, el coach serranomatiego se hizo cargo del Elche en Segunda B y en dos años y medio lo ha llevado a Primera División. Una hazaña deportiva de la que podemos aprender mucho. Gracias, Pache.
En otro orden de cosas, el reconfinamiento de los barrios del sur de Madrid y de varias localidades modestas de la Comunidad me ha hecho pensar en el concepto de “aporofobia” de la catedrática de ética Adela Cortina. La Dra. Cortina acuñó este término, admitido por la RAE, en 1995 (en una columna del ABC Cultural, ‘Creación ética’) que compartía con José Antonio Marina) para explicar la base de la exclusión social.
Adela Cortina comienza este magnífico libro contrastando la llegada de turistas a nuestro país (84 millones el año pasado; les hemos echado de menos TCV, Tras el CoronaVirus) con el sentimiento de xenofobia. ¿Por qué no les “odiamos”, siendo extranjeros? (De hecho, despiertan xenofilia). Porque no son pobres. “La crisis migratoria en Europa desde 2015 es la mayor de la II Guerra Mundial”. Un rechazo al desamparado que, al menos en apariencia, no puede devolver nada a cambio (un rechazo del que se alimentan los ultranacionalismos a ambos lados del Atlántico).
Esta lacra social, esta actitud indigna, tiene nombre. Y está basada, como fobia, grupal, en una creencia inconsciente de asimetría: “Somos superiores”. Una opción vital más que dudosa que está detrás del Brexit, de la elección presidencial de Trump y de no pocos movimientos en la UE, como la pérdida de votos de Ángela Merkel.
Adela Cortina cita en ese libro a Stefan Zweig (‘Impaciencia del corazón¡): “Existen dos clases de compasión. Una cobarde y sentimental que, en verdad, no es más que la impaciencia del corazón por librarse lo antes posible de la emoción molesta que causa la desgracia ajena, aquella compasión que no es compasión verdadera, sino una forma instintiva de ahuyentar la pena extraña del alma propia. La otra, la única que importa, es la compasión no sentimental pero productiva, la que sabe lo que quiere y está dispuesta a compartir un sufrimiento hasta el límite de sus fuerzas y aún más allá de ese límite.” Compasión productiva, la que es importante.
Cortina proclama una “ética de la razón cordial”, basada en el reconocimiento de la igual dignidad y en la compasión. Porque hay delitos de odio al pobre, porque “quien lleva incorporada una fobia siempre la justifica culpando al colectivo al que desprecia, lo cual no deja de ser una coartada”, porque nuestro cerebro es aporofóbico (nos guste o no), por el discurso de lobos y corderos (“Sin más juicio, el lobo se lo come”; fin de la fábula). En esta sociedad de consumo y del espectáculo, “el pobre es el que no resulta rentable”.
Estoy con Adela Cortina: el rechazo a los pobres es un desafío para la democracia. Una democracia “adjetivada” falta de equilibrio, porque da más peso a la libertad de expresión que a la falta de autoestima. “El respeto activo como virtud para no dañar un bien como la autoestima sería la clave de una ética capaz de neutralizar los discursos del odio.” Debemos trabajar la “eticidad” (Hegel), la ética del día a día, desde la educación, que es el gran “ascensor social”. De la miseria del “discurso del odio” a la libertad igual (libertad, equidad, solidaridad). Respecto activo de la dignidad que va más allá de la tolerancia y que construye la libertad.
Cuidado con la debilidad moral (akrasía). “No hago el bien que quiero, sino que obro el mal que no quiero” (San Pablo). La Neurociencia nos descubre la asintonía entre nuestras declaraciones y actuaciones, porque la mente inconsciente se lleva el gato al agua (Cortina, como freuentemente Rosa Montero, cita a David Eagleman y su ‘Incógnito. Las vidas secretas del cerebro’). Aunque podamos ser aporófobos por naturaleza (por interés propio, instinto de control, disociación (evitamos información desagradable para defendernos), simpatía selectiva (hacia “los nuestros”), el altruísmo biológico nos conviene por expectativa de reciprocidad, como señaló Darwin. “Nos las arreglamos mejor con una mala conciencia que con una mala reputación (Nietzsche, ‘La Gaya Ciencia’). Hemos de educar nuestra conciencia ética, de Sócrates, Platón y Aristóteles a Jonathan Haidt (es moral todo lo que es fuente de solidaridad). La conciencia nos hace distintos al resto de los animales.
La pobreza, que es falta de libertad, es evitable (Martin Ravaillon, ‘La economía de la pobreza’): «Obra de tal manera que trates a la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre al mismo tiempo como un fin y nunca solamente como un medio» (Kant). Es uno de los ODS, a lograr en 2030: el fin de la pobreza. Ya en el primer tratado (‘Tratado del socorro de los pobres’, del humanista valenciano Juan Luis Vives, 1526) se habla del empoderar a las personas, germen del “Estado del Bienestar” que desgraciadamente ha derivado en el “Bienestar del Estado”. No es limosna sino justicia, el derecho a una vida en libertad.
Hemos de practicar la hospitalidad como “virtud de la convivencia” (Kant), como derecho y como deber. Porque la acogida es una exigencia ética incondicionada.
El virus que reseteó el Capitalismo no es un virus que trate a tod@s por igual. En la ciudad de Nueva York, por ejemplo, los afroamericanos y los latinos han sufrido en mucho mayor porcentaje el coronavirus por falta de ingresos, mala alimentación, problemas de salud y precaria atención médica. Si la media de contagios ha llegado al 26%, en algunos barrios ha alcanzado el 56% y el 68%. En la ciudad de los rascacielos, con más de 33.000 fallecidos por coronavirus, las probabilidades en Queens son cuatro veces respecto a Brooklyn.
La Aporofobia, de la que debemos ser muy conscientes, elimina la equidad (la “virtud soberana”, para Ronald Dworkin). Por ello debemos apostar radicalmente por lo que la profesora Cortina llama “hospitalidad cosmopolita”, como virtud (valor vivido) y deber jurídico. “Cuanto más pobre sea un ser humano, cuanto más desprovisto de medios y de apoyos esté, tanto más debe ser preferido y ayudado por nosotr@s” (San Luigi Guanella).
Justicia y Equidad de género. Ayer nos dejó la juez Ruth Bader Ginsburg. Hablé de ella en este blog a propósito de la película ‘Una cuestión de género‘, protagonizada por Felicity Jones, el 21 de febrero de 2019.
RGB fue una de las 9 alumnas sobre 500 en la Facultad de Derecho de Harvard en 1956 y una de las cuatro jueces del Tribunal Supremo en la historia de su país (en España hay diez mujeres sobre 81 miembros de TS). Te recomiendo el libro ‘Ruth Bader Ginsburg en sus palabras’. 300 citas de una gran mujer que practicó lo que predicó, una absoluta pionera.
En Movistar+ podemos ver, además de la mencionada cinta, el documental ‘RBG, jueza icono’ de 2018.
El fallecimiento de la juez Ruth Bader a los 87 años por cáncer de páncreas va a desestabilizar el Tribunal Supremo de los EE UU. Compuesto por nueve miembros, el presidente Trump ya ha colocado a dos de los suyos. A menos de 50 días para las presidenciales, RBG pidió en su testamento que no hubiera sucesor/a antes de las elecciones del 3 de noviembre. El líder republicano del Senado (que controla ambas cámaras), Mitch McConnell, se está apresurando. “Habitualmente las nominaciones al Tribunal Supremo son un deporte de sangre. Esta va a ser verdaderamente apocalíptica. Hay mucho en juego en esta nominación”, Jonathan Turley, profesor de Derecho Constitucional de la Universidad George Washington,
Mi gratitud a Adela Cortina y a Ruth Bader. El Liderazgo Femenino de dos damas de la intelectualidad que creen en lo justo y hacen lo correcto.
Ayer por la tarde fui a ver en los comodísimos Yelmo Palafox ‘Pinocchio’ (2019) protagonizada por Roberto Benigni. Una versión más directa, menos edulcorada que la de Disney. El proceso de convertir una marioneta en un ser humano. Te la recomiendo, pero no lleves a tus hijos (ésta no es “de niños”). Impecable técnicamente, extravagantemente bella, sin dramatismos. Te recomiendo “rebobinar” Pinocchio y analizar que debe hacer una persona plenamente humana para degenerar en una marioneta: caer en la seducción del “pan y circo” que te convierte en un burro, en las ganas de los estafadores (el zorro y el gato, que tientan con la codicia), en la justicia corrupta (el mono), en mentir (las mentiras tienen las piernas cortas y la nariz larga), en el espectáculo por encima de la escuela; despreciar a la conciencia (Pepito Grillo) y a quien más se preocupa por ti porque te quiere (Geppeto). Una gran fábula moralizante la del cuento de Carlo Collodi, reescrita y dirigida por Mateo Garrone (‘Gomorra’, ‘Verano romano’). Seguro que sabes cuál es la palabra que más se repite en la obra de Collodi: “povertá”, pobreza. En la gran fábula sobre la verdad, la educación y la libertad.
La canción de hoy, la ‘Canción de Otoño’ de José Luis Perales. Ya estamos ahí. “Cómo llueve hoy”.
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