Sí, somos un país “de charanga y pandereta” en términos machadianos, en los que la educación nunca fue prioritaria y que parece empeñarse en destrozarse a sí mismo. Pero también somos el país de l@s Quijotes, desde Isabel la católica a Irene Vallejo.
Me lo recomendó mi buen amigo Roger el pasado jueves. Lo adquirí el viernes y lo finalicé ayer sábado. Se trata de ‘El infinito en un junco’, de la Doctora en Filología clásica Irene Vallejo (Zaragoza, 1979), una incomparable divulgadora del mundo clásico. Un fenómeno editorial (15 ediciones desde septiembre), varias veces galardonado, un ensayo absolutamente delicioso. Una delicatessen para la mente y el alma.
El propósito de Irene Vallejo, superado con creces, es contarnos la historia de los libros, ese objeto maravilloso que nos eleva y enriquece, que define nuestra cultura, que nos transforma de bestias en dioses. Libros de juncos en el antiguo Egipto, como antes de humo, de piedra, de arcilla y después de seda, de piel, de árboles, de plástico o de luz.
Lo plantea esta eminente filóloga como un libro de viajes, al ritmo de las cabalgaduras de una gente peligrosa, los buscadores de libros, encargados por el rey Ptolomeo de alimentar la Biblioteca de Alejandría.
Porque en realidad, Irene Vallejo nos ofrece dos libros en uno: Grecia y Roma.
El primero, ‘Grecia imagina el futuro’, con 25 historias: Alejandría con su Biblioteca como ciudad de placeres y libros; el sueño de Alejandro Magno, cazador de la inmortalidad, impulsado por el gran lector, el primer coleccionista de libros, su maestro Aristóteles; Ptolomeo, amigo macedonio del emperador que cumple el propósito de su rey; el “equilibrio al filo del abismo” entre la Biblioteca y el Museo; Oxford, la Bodleiana y el Museo Ashmolean; las distintas “pieles” de los libros a lo largo de la historia; la detectivesca tarea de copiar un libro; Homero (“el que no ve”) como enigma como ocaso a través de la La Iliada y La Odisea; El mundo perdido de la oralidad como tapiz de ecos (Sócrates, filósofo de frontera); la revolución apacible del alfabeto (en España subsisten más de 670.000 adultos incapaces de leer); Hesiodo y Los trabajos y los días, Farenheit 451; el nuevo público de los lectores en Grecia; El éxito de las palabras díscolas (Arquíloco); El primer libro, en el templo de Artemisa en Éfeso; Las librerías ambulantes en la edad dorada helena (“un pequeño rincón de Europa empezaba a ser devorado por la fiebre de los libros”); La religión de la cultura; Aristófanes de Bizancio, de memoria prodigiosa, y Calímaco de Cirene, el primer cartógrafo de la literatura (su listado, con 1.001 libros, como las noches de Sherezade); Safo como tejedora de historias; Esquilo, Sófocles y Eurípides: es el otro quien me cuenta mi historia; El drama de la risa (El nombre de la rosa); la apasionada relación con las palabras de abogados y estadistas griegos (Demóstenes, Antifonte); la fragilidad de los libros; las tres destrucciones de la Biblioteca de Alejandría (Cleopatra fue la última reina de Egipto, y la más joven); “mariposas negras” (los libros destruidos en Sarajevo) y botes salvavidas (Viktor Frankl); Cómo empezamos a ser extraños (Amelia Valcárcel). 87 episodios inolvidables, que te atrapan y expanden tu mente.
El segundo, `’Los caminos de Roma’, incluye 19 capítulos: la ciudad fundada por Rómulo y Remo, un centro del mundo con mala reputación; La literatura de a derrota (los romanos eran guerreros victoriosos por su crueldad y adaptación; cuando el último rey macedonio es derrotado por el general Emilio Paulo en el 168 a. C. se lleva a Roma su magnífica biblioteca e instaura una moda); El umbral invisible de la esclavitud; En el principio fueron los árboles (Machado y los álamos dorados); La joven familia de los graffittis; El oficio de riesgo del librero (George Borrow y los libreros de Valladolid, León o Santiago, las librerías judías); La infancia y el éxito de los libros de páginas (Marcial y Perec); Las bibliotecas públicas en los palacios de agua (como la de Trajano, última de su especie; en el 350 coexistían en la ciudad eterna 29 bibliotecas); Dos hispanos fueron el primer fan (del historiador Tito Livio) y el escritor Marcial; Ovidio contra la censura; La dulce inercia de los emperadores sin sentido del humor; Cómo nombrar los libros (desde la densidad, la ironía, el desasosiego, el enigma); Qué es un clásico (de Quintiliano a Mark Twain: “Clásico es un libro qetodo el mundo quiere haber leído pero nadie quiere leer”); El canon como vara de medir (el literario tiene poco en común con el religioso); Añicos de voces femeninas (Sulpicia, que vivió en época del emperador Augusto y amaba a Cerinto); un Imperio que se creía eterno resultó efímero (lecciones de la Historia; en el 476, Rómulo Augústulo abdicó sin hacer demasiado ruido); Atrévete a recordar. 48 “bocatti di cardinale”.
De todas las historias que nos muestra Irene Vallejo, la que más me ha fascinado es la de Marco Antonio y Cleopatra (para un servidor, ésa esa la gran historia de Amor narrada por Shakespeare, más allá de Romeo y Julieta). ¿Qué le podía reglara el emperador a la más bella de las mujeres, a su amada? “Sabía que el oro, las joyas o los banquetes no conseguirían encender una luz de asombro en los ojos de su amante, porque se había acostumbrado a derrocharlos a diario”. Puso a sus pies 200.000 volúmenes para la Gran Biblioteca. “En Alejandría, los libros eran combustible para las pasiones”. Tal vez ahora también.
La prosa de la autora es de una belleza deslumbrante, propia de una genial articulista. Para muestra, una serie de botones.
- “El libro ha superado la prueba del tiempo, ha demostrado ser un corredor de fondo (…) No olvidemos que el libro ha sido nuestro aliado, desde hace muchos siglos, en una guerra que no registran los manuales de historia”.
- (Sobre la Biblioteca de Alejandría) “Cada uno en nuestra época pensaríamos lo mismo: en ningún lugar había tanta información reunida, tanto conocimiento posible, tantos relatos con los que experimentamos el miedo y el deleite de vivir”.
- (Sobre Oxford). “Viví una de las etapas má extrañas de mi vida en una ciudad habitada por millones de libros. Una ciudad que, quizá por inspiración de esa peculiar comunidad de papel, ha decidido vivir en un pasado inventado”.
- “Leer era un hechizo, sí; conseguir que hablasen esos extraños insectos negros de los libros, que entonces me parecían enormes hormigueros de papel”.
- ·Es una gran paradoja: provenimos de un mundo perdido al que sólo podemos asomarnos cuando desaparece”.
- “El alfabeto podía ser mágico, pero el método de enseñanza era con frecuencia sádico”.
- “Aristófanes, como Chaplin, encarna la risa rebelde y disidente. (,…) Tanto Aristófanes como Chaplin tuvieron problemas con la justicia”.
- “Hablar de “libros de texto” es tan redundante como decir “talla de madera”, “salir al exterior”, “desenlace final” o “crueldad innecesaria”.
- “Nos gusta imaginarlos peligrosos, asesinos, inquietantes, pero los libros son, sobre todo, frágiles. Mientras lees estas líneas, una biblioteca arde en algún lugar del mundo”.
- (Sobre la nueva Biblioteca de Alejandría, reinaugurada en octubre de 2002): “El sueño loco de aquel joven macedonio prosigue su interminable batalla con los viejos prejuicios”.
- “Lo habitual es el olvido, la desaparición del legado de palabras, el chovinismo y las murallas lingüisticas. Gracias a Alejandría nos hemos vuelto extremadamente raros: traductores, cosmopolitas, memoriosos. La Gran Biblioteca me fascina -a mí, la pequeña marginada del colegio de Zaragoza- porque inventó una patria de papel para los apátridas de todos los tiempos”.
- “Los imperios jóvenes tiene apetitos simples; sencillamente, lo quieren todo”.
- “La esclavitud era, para griegos y romanos, el monstruo que acechaba bajo la cama, el terror que siempre reptaba cerca”.
- “Los libros son hijos de los árboles, que fueron el primer hogar de nuestra especie y, tal vez, el más antiguo recipiente de nuestras palabras escritas”.
- “Aunque las librerías parecen espacios serenos y alejados del mundo trepidante, en sus anaqueles palpitan las luchas de cada siglo”.
- “Las librerías han sido siempre un efugio asediado. Todavía lo son”. “El caos de las librerías se parece mucho al caos de los recuerdos”.
- “Cuando estabas en Rima, te irritaba la vida artificial y la hipocresia que observabas a tu alrededor. Estabas harto de halagar a los poderosos”.
- “Si un libro es un viaje, el título será la brújula y el astrolabio de quienes se aventuran por sus caminos”.
- “La invención de los libros ha sido tal vez el mayor triunfo en nuestra tenaz lucha contra la destrucción”. “Sin los libros, las mehjores cosas de nuestro mundo se habrían esfumado en el olvido”.
- “Somos los únicos animales que fabulan, que ahuyentan la oscuridad con cuentos, que gracias a los relatos aprenden a convivir con el caos, que avivan los rescoldos de las hogueras con el aire de sus palabras, que recorren largas distancias para llevar sus historias a los extraños. Y cuando compartimos los mismos relatos, dejamos de ser extraños.”.
Entre las decenas de personas a las que le agradece la travesía, la autora cita a Enrique, “su faro y su brújula”. Y como no puede ser de otra manera, el libro incluye 27 páginas de notas y una bibliografía con 120 obras. Ahí queda eso.
Irene Vallejo le dedica el texto “a su madre, mano firme de algodón”. Firmeza compasiva. Mi gratitud y admiración a las madres que han hecho de vosotras la esperanza de nuestro país y de la humanidad, desde la educación (ellas sí) y la cultura.
Gracias, querida Irene. A tus poco más de 40 años, ya estás en el Olimpo de los grandes ensayistas españoles.
El pasado jueves, el día que Roger me recomendó esta maravilla, Irene Vallejo presentó su obra al aire libre, en la plaza San Boal de Salamanca. Un triunfo. Lo dicho, hay esperanza gracias a nuestr@s Quijotes.
La canción de hoy, de Enrique Bunbury (maño, como la autora de ‘El infinito en un junco’), “Que el amor no admite cuerdas reflexiones”, basado en un poema de Rubén Darío.
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