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Somos más resilientes de lo que nos creíamos

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Comenzamos la que muy probablemente será la semana más dura de la RSP (Responsabilidad Social Personal) para quedarnos en casa. Además de este Blog diario, he comenzado en LinkedIn (conectado a Twitter) una serie de pequeños artículos, de menos de 400 palabras: ‘Toca mojarse’.

Durante el pasado fin de semana he disfrutado de dos enormes entrevistas de Teresa Viejo, la maestra de la Curiosidad, a Jorge Ruiz (Maldita Nerea)

https://www.rtve.es/alacarta/audios/la-observadora/observadora-jorge-ruiz-maldita-nerea-28-03-20/5547589/

y al maestro de la Confianza, José María Gasalla:

https://www.rtve.es/alacarta/audios/la-observadora/observadora-jose-maria-gasalla-29-03-20/5547899/

Gracias, Teresa, Jorge, José María. Os váis a llevar un buen abrazo en cuanto volvamos a vernos. Como dice Teresa, al miedo no se le teme, SE LE OBSERVA.

La investigación demuestra que los seres humanos somos más resilientes, más capaces de adaptarnos a las circunstancias por duras que sean, de lo que imaginábamos previamente. La vida nos pone a prueba y demuestra nuestra grandeza.

El Dr. Noam Schpancer, psicólogo clínico de Columbus, Ohio, y escritor en Psychology Today, lo ha analizado en profundidad en un artículo que publicó ayer: Somos más resilientes de lo que sentimos. Cuando llega una amenaza, tendemos nuestra atención inicial en ella. Se estrecha la atención, se magnifica la amenaza y se eleva nuestra ansiedad. En la pandemia del coronavirus se ha mostrado la vulnerabilidad individual y colectiva. Nos propone una evaluación rápida de Verdadero (V) y Falso (F).

  1. Soy capaz de adaptarme cuando se producen los cambios.
  2. Puedo gestionar lo que se pone en su camino.
  3. Cuando hay problemas suelo ver la parte positiva del asunto.
  4. Gestionar el estrés me fortalece.
  5. Tiendo a recuperarme tras una enfermedad, dolencia o dificultad.
  6. Creo que alcanzo mis objetivos, aunque haya obstáculos.
  7. Bajo presión, me centro y pienso con claridad.
  8. No me desanimo cuando cometo errores.
  9. Pienso en mí mismo como alguien fuerte cuando surgen las dificultades.
  10. Soy capaz de gestionar emociones desagradables como la tristeza, el miedo y la ira.

El Dr. Noam Schpancer ha adaptado este test del CDBRS (en inglés. Breve Escala de Resiliencia de Connors y Davidson) y considera que si hemos aprobado (mayoría de síes) somos una persona resiliente.

Los investigadores pioneros Ann Masten y Norman Garmezy centraron sus estudios en los resultados de chicos en alto riesgo. Y definieron la resiliencia como “el proceso de una adaptación de éxito en circunstancias retadoras o amenazantes”. Desde los años 90, la investigación científica ha demostrado que la resiliencia es nuestro “default mode” (modo por defecto). Lisa Butler, de la Universidad de Stanford, analizó a más de mil personas tras el 11 S durante seis para comprobar sus traumas; por el contrario, lo que encontró en la mayoría de los casos fueron comportamientos de resiliencia. En otro estudio, de Masten y Garmezy sobre 2.500 neoyorkinos tras los atentados de las Torres Gemelas, dos tercios de ellos se comportaron de modo resiliente.

Caemos en la tentación de pensar que la resiliencia es algo que “tenemos o no tenemos”, basada en características como la inteligencia que mide el C I, los rasgos de personalidad, la autoeficacia, el locus de control o la flexibilidad psicológica. Masten y Garmezy han comprobado en los niños que ante condiciones hostiles pueden aprender, tomar buenas decisiones y mostrarse más competentes.

Por tanto, las investigaciones más recientes señalan que la resiliencia no es un rasgo, sino un proceso dinámico y por to sorprendente. Los profesores australianos Gemma Aburn, Merryn Got y Karen Hoare han comprobado que una persona puede mostrar ciertas fortalezas en el entorno laboral y hundirse en el personal. Y al revés: heroes inesperados.

En cualquier caso, son indicadores de resiliencia la autorregulación emocional de la propia salud mental (serenidad) y la autorregulación cognitiva, de pensamiento, propia de una inteligencia más elevada. Siempre hemos de considerar los efectos de padres poco considerados, colegas antisociales, comunidades con bajos recursos.Las condiciones sociales importan, y mucho.

El apego (attachment) correlaciona con una mayor resiliencia. En la literatura científica, el “active coping” (afrontamiento activo) es la mejor estrategia para lidiar con las dificultades: un esfuerzo valiente, centrado en objetivos, para mitigar los efectos negativos de los traumas.

Desde la psicología clínica, varias advertencias. La primera, que la resiliencia no depende enteramente de nosotros, sino de la magnitud de la propia amenaza y de nuestras experiencias pasadas. La segunda es si bien algunos aspectos sí dependen de nosotros, en lugar de practicar el aislamiento (emocional), hemos de relacionarnos con los demás: con los amigos, con la familia, con nuestra pareja. Por ello, en lugar de autoflagelarnos con lamentaciones, hemos de generar hábitos. No te pierdas en la rigidez (tercer consejo) sino en la flexibilidad. Y la cuarta y última, dedicar el tiempo no a quejarse sino a la acción. Céntrate en los asuntos que están bajo tu control (tu “círculo de influencia”, en la terminología de Covey), acepta la realidad y practica el Liderazgo consciente.

Que la resiliencia sea dinámica es una esperanza y una lección de humildad. No la experimentamos hasta que toca. Como ahora.

La canción de hoy es una de las que emitió anoche Teresa Viejo en ‘La observadora’. De Joe Coker, ‘Trust in me’ (1987)

Porque lo mejor está por llegar.

La entrada Somos más resilientes de lo que nos creíamos se publicó primero en HABLEMOS DE TECNO TALENTO.


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